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el muro / OPINIÓN

Descomposición

Verlos entrar y salir de los juzgados no es de película sino de tragedia griega. Unos aún de pose, otros acobardados. No eran tan valientes. Pero tampoco pagarán por su amoralidad. Al menos “cantan”.

21/01/2018 - 

Desde hace mucho tiempo vivimos un proceso de auténtica descomposición política y/o deterioro democrático. Aunque no queramos ni deseemos ser conscientes en toda su extensión. Lo permitimos como si fuera algo pasajero, temporal o una pesadilla que deseamos olvidar al despertar. Aún así, cada día vivimos una nueva hazaña. Y no hemos terminado. No atendemos ni los estudios sociológicos que avisan de nuestra inconformidad y hastío, pero continuamos casi sin inmutarnos, como si formara parte de nuestro paisaje cotidiano, creyéramos que forma parte de nuestra idiosincrasia o cultura picaresca y estemos vacunados contra el esperpento más valleinclanesco.

El año ha entrado cargadito de bombo y platillo: sentencia del caso del Palau de la Música catalana por el saqueo sin escrúpulos de la institución cultural -ya en el olvido en apenas una semana- e inicio del juicio Gürtel en su rama valenciana, con esos prepotentes que cuando recibían en los despachos te trataban de forma sectaria y como deshecho social porque ellos lo controlaban todo y continuarían décadas en el poder, como avisaban para intentar mantenerte calladito y periodísticamente ser bueno.

Por el horizonte se atisban nuevos casos, cada día más inexplicables, más escabrosos. Es un sin parar: Vividores y comisionistas del Palau de les Arts, dudas y denuncias en el Instituto de Restauración, IVAM, Fórmula1, planes urbanísticos…Y lo que aún vendrá o ya no conoceremos. No me creo este país. Es imposible imaginar que todo esto es posible, o más. Ni si quiera haberlo escrito por adelantado siendo testigo directo de cómo se traspapelaban expedientes y facturas con desmedida alegría. Entonces, los demás éramos escoria.

Piense, analice, discuta, pero después frótese los ojos y repitan en voz alta: todo es verdad, es real. Nos han estafado e intentan que lo veamos como algo natural. Cosas de la política.

Los de la Gürtel valenciana, todos esos que ahora confiesan ante jueces y fiscales que hace diez años -sí, diez han transcurrido ya- saquearon nuestras arcas y reservas para repartirse los millones, han intentado incluso agarrarse a la prescripción de los delitos por si colaba, o a la denominada “ingeniería” procesal. Es una vergüenza. Enorme, inmensa.

La decadencia del sistema no tiene arreglo por mucho que nos vendan leyes, decretos de contención, arrepentimiento y pago político en las urnas. No es sólo necesario un plantel de juicios o un chorro de condenas, muchas de las cuales no se ejecutarán. Nunca devolverán lo robado o dilapidado caprichosamente. Necesitamos una catarsis colectiva y una regeneración absoluta del sistema para poder volver a confiar en los que algún día venidero tendremos delante.

Es como el caso de esos diputados valencianos que, según leía, cuentan la distancia con un metro de todo a cien para justificar que por venir desde Denia a realizar un trabajo como electos les corresponde un plus extra ya que excede un poco el kilometraje establecido. Una cantidad que haría feliz a cualquier jubilado que no llega a final de mes y apaga luces y calefacción para hacerlo posible. Han entregado una medición exacta desde las respectivas puertas de sus residencias hasta las de nuestra Cámara autonómica. Total para rascarnos unos euros más que llevarse al bolsillo, sin olvidar teléfonos, tabletas, gastos de representación y otras dietas añadidas con las que también son agraciados, aunque su trabajo sólo consista en pasar por allí unas horas, asistir a reuniones y plenos y votar a golpe de pandereta. Algunos/as reciben mil euros mensuales más sólo por desplazarse hasta Valencia para “trabajar”. ¡Qué suerte, qué esfuerzo!

Robo la frase de un teórico que un día me confesó que el problema no era gestionar mejor o peor, o equivocarse en alguna decisión, que es normal, sino que el quid estaba en creer que un gobierno gasta y maneja el dinero a su antojo porque considera que es suyo. Y por eso lo pone aquí o allí. Y de paso contrata a un amigo para que le suba la autoestima en redes sociales a través de nuestros impuestos. Luego ya se falsificará alguna factura o se añadirá a la partida de gastos varios y/o desconocidos.

Más triste es comprobar cómo el mundo de la cultura, un habitáculo que ha de generar ilustración, conocimiento, crecimiento intelectual y paz espiritual ha sido utilizado durante tanto tiempo como cortijo. Leer las declaraciones, correos, mensajes o pesquisas policiales y judiciales en casos como el de Les Arts o IVAM, ofrece una radiografía miserable que va mucho más allá de la presunta corrupción o el simple aprovechamiento personal. Creían que todo era suyo.

Analizando, por ejemplo, la situación actual de la Agencia Antifraude valenciana o el reparto del Consejo del Poder Judicial da escalofríos de Gulag. Ser conscientes de que la institución que dirige Joan Llinares y para la que fue designado por Les Corts lleva meses sin poder avanzar en el trabajo porque nadie se ha preocupado en darle todavía medios suficientes. Lo dice casi todo. Ya me lo confesó él mismo en una conversación. “Los medios a nuestro alcance determinarán si realmente existe voluntad política para intentar cambiar la realidad”. A día de hoy, y tras varios meses en funcionamiento, ha tenido que salir en busca de un local en alquiler donde poder ubicarse. No le ofrecían alternativas.

La sentencia del Palau de la Música catalana sí es para que la sociedad salga a la calle. No hace falta manipulación ideológica. Ver a todos esos de la Gürtel acudir a los juzgados con alegría festivalera ya no produce vértigo sino más bien bochorno o indignación. Vamos a más.

A cualquier persona honrada le daría miedo y mucho respeto entrar en un juzgado sabiendo que no podemos mentir ante uno de los poderes del Estado, el Judicial. La congoja sería infinita. No lo es para muchos lagartos. Hasta eso han aprendido. Pero algunos sí se han acojonado. No son tan valientes como parecían. El Estado tampoco pone medios para que los asuntos judiciales avancen. Los jueces se han cansado de denunciarlo. De nada ha servido. Pero no se retrasen con el fisco. Serán “Wanted”.

¡Y aún les pagamos a todos esos “presuntos” seguridad personal para que nadie les increpe o moleste a su entrada en los juzgados! Más barato sería colocarles un buen cencerro. Así sabríamos todos por dónde se mueven y, de paso, estaríamos en alerta para llevarnos a su paso la mano a la cartera. Llevarían la cabeza baja. En plan penitencia.

Algo falla. Algo muy importante. Se llama Democracia. Y eso sí es preocupante.

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