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El comentarista Suso García Pitarch

Se supone que Suso analiza en vivo las evoluciones del juego, pero su valor es mayor. Suso hace entender el presente desentrañando el pasado

20/10/2017 - 

VALÈNCIA. Suso García Pitarch es comentarista de los partidos del Valencia por televisión. Es una profesión honrosa, una puerta giratoria que normalmente lleva a jugadores o a directores deportivos a ser tertulianos de partidos. En ocasiones sucede al contrario: a Gary Neville ser comentarista le llevó a ser entrenador. 

Se supone que Suso analiza en vivo las evoluciones del juego, pero su valor es mayor. Suso hace entender el presente desentrañando el pasado.

El otro día en el Betis-Valencia, ese encuentro equilibrado, Suso García Pitarch dijo: “desde la salida de Nuno no hubo otra vez entrenador hasta la llegada de Marcelino”. Pronunció la frase mientras desdoblaba su personalidad. Habló como si nada tuviera que ver él en esa etapa vacío. Un espectador mal informado debió creer que Suso era un buen analista que señalaba uno de los mayores problemas del club en los últimos tiempos, como si él no hubiera sido responsable directo de la contratación de entrenadores fake. Suso estuvo a esto de decir que la culpa de todo era de García Pitarch.

Y sin embargo ese fue su análisis más certero. Desnudó, además de su desahogo acusado, una de las principales carencias del club en este tiempo: la escasa capacidad de los entrenadores elegidos y la ausencia de soberanía de sus empleados capitales. 

¿Qué hacía Suso, entonces, promoviendo la renovación de Ayestarán si no lo consideraba entrenador verdadero? ¿Estaba en contra de la renovación pero la hizo posible por conveniencia general?, ¿vio la luz a posteriori? ¿Cómo podía soportar Suso tener a entrenadores en los que no confiaba?, ¿le compensaba?, ¿le parecía éticamente razonable? ¿Defendió Suso la continuidad de Ayestarán a sabiendas que era una mala decisión?

Ahora que el equipo fluye y marcha me parece todavía más escandaloso el tiempo perdido en tipos que no eran capaces de luchar por su soberanía, que paseaban por la estructura del club a sabiendas -intuyo- que estaban respaldando decisiones clave en las que no creían. Acierta el comentarista en su reflexión, constata el comentarista cómo de envenenado estaba un proyecto que necesitaba a tipos como él, a tipos que miraran para otro lado.

Cuando alguien aplica la lógica en un entorno hasta entonces contaminado y sin meritocracia, da pie a que los cambios resulten de un efecto mayúsculo. Cuánto tiempo perdido, cuánto desahogo malgastado. Cuánta justificación de lo injustificable. Aprendamos la lección.

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