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La Loca

'La Loca' era una señora de edad indeterminada (mayor de 60 años, con toda seguridad, podía tener 70 o incluso 80) que ocupaba todos los días de partido su lugar en la primera fila de la grada de general del Gol sur de Mestalla

12/10/2018 - 

VALÈNCIA. Hace siete años que vivo y trabajo en Barcelona, lo que significa que, en ese tiempo, he visto más al Valencia como visitante que como local. He frecuentado más el Camp Nou y Cornellà-El Prat que Mestalla, y hasta Montilivi va camino de convertirse en uno de mis estadios de cabecera, si el Girona permanece varios años en primera división. Pese a todo ello, acudo al menos una vez al año a Mestalla, como el hijo que vive lejos y vuelve a casa por Navidad para pasar las fiestas en compañía de quienes lo vieron crecer. Y es que Mestalla fue como el salón de mi casa paterna; al fin y al cabo, fui propietario de un pase para ver los partidos del Valencia durante más de 40 años.

Mestalla ha cambiado notablemente en los últimos tiempos. Unas cuantas manos de pintura, unos arreglos y varios ítems de decoración chic lo han transformado en un estadio moderno, luminoso, con una imagen más acorde con los tiempos que corren que la que tenía hace solo un decenio. Pero la nostalgia es un sentimiento muy arraigado en el corazón y muy poco en la imagen real y, de la misma manera que recuerdo la casa en que nací con el aspecto que tenía hace medio siglo y no como el bloque de viviendas de lujo que es ahora, Mestalla será siempre el lugar en el que crecí, el estadio en el que las sillas de tribuna eran de anea, los vendedores de refrescos y chucherías suministraban coñac a los aficionados y se fumaban puros baratos. Y un estadio peculiar por sus habitantes.

En sus escritos, su novela y hasta en sus tuits, Rafa Lahuerta ha catalogado un curioso zoológico de los personajes que habitaron Mestalla en las décadas de los 80 y los 90, con mención especial para Gallolo, aquel tipo que se masturbó en la grada alta de general durante un insulso partido de copa del 93. El propio Rafa, sin saberlo, forma parte de ese zoológico, o al menos así lo descubrí yo, cuando, con su camiseta del Valencia con el número 12, encorajinaba a las tropas del Gol Gran con mensajes, cánticos y pancartas mitad intelectuales, mitad populistas.

Mi zoológico de Mestalla tiene más que ver con los personajes que se sentaban cerca de mí en la grada, con el hombre que se parecía a Joan Lerma, el señor mayor que, como los buenos guiones, llegaba el último y se marchaba el primero, entre abucheos de sus compañeros de asiento, o el tipo que creía que todos los árbitros eran catalanes, incluso los que pitaban cuando jugaba el Barça en Mestalla. Pero, de todos ellos, me quedo con 'La Loca'.

'La Loca' era una señora de edad indeterminada (mayor de 60 años, con toda seguridad, podía tener 70 o incluso 80) que ocupaba todos los días de partido su lugar en la primera fila de la grada de general del Gol sur de Mestalla. Hablo de cuando todo el anillo superior del estadio era un continuo de localidades no numeradas, en las que la gente se hacinaba de pie en los grandes partidos y se explayaba cómodamente en los encuentros intrascendentes, por lo que 'La Loca' ocupaba ese rincón que cuelga, como un balcón, sobre la tribuna, en las actuales sillas de gol. Desde allí, la buena señora se dedicaba a insultar con vehemencia a los árbitros, a los jugadores contrarios (sobre todo si eran del Madrid y el Barcelona) e incluso a los más pudientes ocupantes de la tribuna. Y lo hacía a voz en grito, con un timbre vocal muy agudo que, en esos deliciosos momentos de silencio que tiene a veces Mestalla, retumbaba en todos los rincones de la grada. Era como un hooligan de la tercera edad, una mujer anacrónica que, a los ojos del niño que era yo, parecía la figura central de 'La libertad guiando al pueblo' de Delacroix, pero sin enseñar las tetas y ya jubilada. Nadie conocía su nombre y todo el mundo la llamaba 'La Loca', quizás porque, a finales de los años 60 y comienzos de los 70, que una respetable mujer de avanzada edad se dedicara a insultar al representante de la ley y a los ricos era un acto de locura, más que de rebelión.

Mi padre decía que aquella señora estaba allí "toda la vida", incansable en su dominical tarea de desestabilizar a los enemigos del Valencia en el campo, infatigable en su inútil protesta contra los poderosos. Un día, unos años antes de la remodelación que partió las gradas de general de pie en dos, con el Mundial'82 como excusa, 'La loca' dejó de acudir a Mestalla. Probablemente se marchó al infierno a seguir montándole la bulla a Lucifer.


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