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opinión

Las verdades del barquero

26/09/2018 - 

VALÈNCIA. Marcelino García Toral ha dicho unas cuantas estos días: la primera, que es difícil de asumir pero es real como la vida misma hasta que los jugadores demuestren lo contrario, es que esta plantilla todavía no está preparada para competir continuamente contra equipos del nivel de la Juventus; la segunda, que no está demasiado preocupado, pero que esperaba un rendimiento mayor de sus futbolistas; y la tercera, que para salir de este momento delicado sólo existe una receta posible, mejorar, dar mucho más y no parar de trabajar. No es tópico, sino realidad. Dice Simeone que el liderazgo no se enseña, ni se aprende. A uno le siguen o no le siguen. No hay más. El año pasado el curso ché se saldó con sobresaliente. El primer tramo del curso fue de matrícula de honor, se clasificó para la Champions y se plantó en las semifinales de Copa. Hasta aquí ha llegado el Valencia CF de la mano de Marcelino. Así que ahora que las sensaciones no son las mejores y que el VCF no ha ganado ninguno de los cinco partidos de Liga, conviene reflexionar acerca del liderazgo del asturiano. El tipo sabe de qué va esto, sus obras hablan por sí solas, se ha ganado el crédito con hechos y ahora, en un momento delicado, es cuando vestuario, club y grada deben demostrar, con hechos, si siguen a Marcelino o si no le siguen.  Uno, con la venia, así lleguen más derrotas, sigue creyendo a pies juntillas en el técnico del Valencia CF.

Si el VCF se instala en la duda, que es el peor lugar posible para un equipo grande, calma. La historia enseña que, en estas situaciones delicadas no vale preocuparse, sino ocuparse. Las tres ocasiones en las que el VCF llegó a la sexta jornada sin victorias fue en las temporadas 57-58, 79-80 y 99-2000. En todas siguió confiando en su entrenador y en las tres se enderezó el rumbo. El último precedente llegó con Héctor Cúper, que después de un empate y cuatro derrotas, siendo colista de la Liga, acabó el curso siendo tercero y disputando la final de la Champions. A estas alturas de la película, nadie puede llamar a engaño: la plantilla está rindiendo menos de lo esperado, algunos jugadores necesitan dar un paso al frente, el equipo debe ser más compacto, regalar menos en su área y pegar el doble en la contraria. Si hubo ansiedad, ahora hay necesidad. No suma acordarse de un mal arbitraje, de una jugada puntual o recitar excusas e historias para no dormir. El equipo necesita despertar y no puede seguir durmiendo la siesta. Las hojas del calendario avanzan y Marcelino sabe que, aunque un equipo no es una sopa instantánea, el equipo necesita revertir lo que transmite en el campo, traduciéndolo en una victoria ante el Celta. Ya no hay red de seguridad, hay que hacer un salto de fe y poco importa ya si fulano está lesionado, si zutano no se siente cómodo con su rol o si perengano no ve puerta. Ahora la prioridad es ganar. Como decía Luis, por lo civil o por lo criminal. Y en eso anda Marcelino. Crédito, con perdón, tiene de sobra. Se lo ha ganado. Credibilidad, acierte o se equivoque, también. A nadie se le olvida ser un buen entrenador en cinco partidos. Ahora lo que hace falta es que el grupo tome nota, que el equipo se una y que todos le echen una mano al asturiano en remediar una solución que no pasa por preocuparse, sino por ocuparse. No hay peor enfermedad para un buen equipo que acostumbrarse a perder y no hay mejor medicina para un equipo sin confianza que volver a ganar. Marcelino es el mismo de antes. Ahora falta que los jugadores vuelvan a ser los que fueron el curso anterior. ¿Qué tiene que hacer el Valencia CF para ganar al Celta? Es muy sencillo. Cualquiera con cara y ojos, sea lo exigente que sea con el equipo, sabe que el camino pasa por jugar con el mismo orgullo con el que se jugó después de la expulsión de Parejo. Con eso, basta y sobra. Es hora de dar un paso al frente y de ganar. Esto ya no va de si tiene que jugar Gameiro o Mina. Esto ya no va de Parejo sí o Parejo no. Ni de Soler en banda o Soler en el centro. Esto va de ganar y de volver a ser un equipo. Es hora de hablar alto y claro en el verde, porque el campo no miente. Marcelino ha expuesto su verdad. Ahora sobran palabras y faltan hechos. Es la hora de que los futbolistas hablen donde deben hacerlo, alto y claro. En el campo. Ese nunca miente.

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