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OPINIÓN VCF

Mestalla y el paradigma Robinson

Michael Robinson dijo fugazmente, sentado en un sillón, que Mestalla “es un estadio donde siempre se van a cagar en alguien: en el rival, en el árbitro o incluso en su propio equipo". Fue para explicar el carácter cainita de los españoles, su proverbial licencia para cargar (he dicho cargar) contra todo aquello que se mueve.

22/02/2018 - 

VALÈNCIA. Supongo que Robinson se acordaba de Mestalla por ser el estadio histórico más emblemático en vida. O por el propio sonido de la palabra Mestalla, con trascendencia explosiva. Quizá por la capacidad de la hinchada para convertir cualquier noche en una velada difícil para el adversario.

Aunque no, supongo mal. Robinson lo dijo porque es el discurso que hemos regalado, el que hemos ofrendado en bandeja. Una muchedumbre recibiendo al equipo horas antes de empezar el partido, una muchedumbre aguantando estoica y sin demasiado revuelo propuestas experimentales como plantar de entrenador a Neville y Ayestarán, una muchedumbre llenando y llevando a su equipo ante el mínimo conato de recuperación. Todo eso queda difuminado, no cuenta ni existe ante una foto fija consignada desde hace años: el Mestalla voraz que se come a los suyos.

No merece Robinson demasiada crítica, ha utilizado como latiguillo un tópico nacional. Más bien somos nosotros los que deberíamos preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí y cómo pensamos quitarnos un sambenito que daña los intereses propios.

Cuando Llorente utilizaba a la crítica a la afición como pretexto para justificar su baja popularidad estaba ‘nacionalizando’ un conflicto. Cuando los representantes de Lim predicaban la culpa de la afición como motivo de sus disparates estaban extendiendo la leyenda. Unos y otros se han ido retroalimentando y la hinchada ha acabado viviendo en su cliché.

Pero representa un problema cierto. Fue desolador ver cómo ante la oportunidad de reflejar en las semis contra el Barça un estadio en ebullición, colocar esa imagen ante España (no pensemos en Europa, el primer paso del Valencia es llegar a algún punto español fuera de su propio círculo) la decisión fue mirar al corto plazo y luego remediarlo con una chapuza. 

El Valencia necesita decisiones atrevidas, propuestas vistosas, para cambiar la imagen exterior de Mestalla. No es un reto con efecto inmediato, los resultados se verán quizá dentro de una década, pero en el plan estratégico de la entidad debería ocupar los primeros puestos. 

Un partido homenaje a Mestalla, un partido clave gratuito, un área continua para exponer la fidelidad de los hinchas, unas lonas variables con el rostro de los aficionados más fieles… Efectos especiales y actos trascendentes para desenmascarar un tópico muy dañino. 

La culpa no es de Robinson.


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