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13 de noviembre / OPINIÓN

Las consecuencias de la improvisación

1/02/2022 - 

VALÈNCIA. Que el aficionado sienta que el desenlace ya está escrito es entendible porque no vislumbra motivos para creer en lo imposible en estas últimas 17 jornadas. No es una cuestión de pesimismo, ni de tirar la toalla, por mucho que choque con el clásico ADN granota de resistencia. Es simplemente realismo. Lo que resultaría incomprensible es que de puertas para dentro se normalizara tanto esperpento y que el “volveremos” fuera el argumento más sólido para parchear una caída que no tiene freno. Y lo del mercado de invierno ha sido el enésimo tiro al pie y otra muestra de improvisación. Cuesta digerir el desarrollo de esta segunda ventana de operaciones que ha refrendado que es imposible corregir las evidentes deficiencias con la ausencia de un plan, ejemplificado en que siga sin haber una dirección deportiva estructurada como sí tienen el resto de los equipos. La acumulación de errores tiene sus consecuencias. Estaba claro que la inestabilidad estructural, la situación clasificatoria, la previsión deportiva con tantas fugas y los problemas económicos frenarían cualquier posible incorporación. ¿Quién quiere venir a un club que ha hecho de la autodestrucción su seña de identidad?

El peaje es evidente. Ni primeras opciones, ni segundas ni terceras e incluso la insistencia hasta última hora por un futbolista como Manu Vallejo que había dejado claro que no quería jugar en el Levante. Entre tantas preguntas, una es si era necesario apurar tanto para firmar sí o sí, a cualquier precio y con demasiados condicionantes. En el caso del central que reclamaba el míster, más que creencia en la apuesta por Martín Cáceres (una opción dejada a un lado a principio de mercado), lo que ha reinado es la desesperación por fichar al que se pusiera a alcance de la mano, después de una lista inmensa de ofrecimientos, de prioridades que se han ido al traste una tras otra (Álvaro González y Nastasic) y de acuerdos que parecían cerrados (el marfileño Simon Deli) y que dieron un giro imprevisto a última hora. En el caso del charrúa, además, sin poder aportar de inmediato como le gustaría al míster ya que volverá de su selección sin apenas entrenamientos con sus nuevos compañeros. Siento como si el propósito principal es que no quedara la sensación de que el colista de Primera, a nueve puntos de la permanencia, agotara esta posibilidad de poder incorporar sin ni una cara nueva.

El Levante abrió el domingo la veda de la ‘operación entrada’, casi a las 9 de la noche y al final como única operación de entrada junto a las cesiones de Pablo Martínez y Blesa al Huesca y el Castellón respectivamente, con la llegada para estos cuatro meses que restan, con opción a una temporada más si se lograra la gesta del siglo, de un zaguero que en abril cumplirá 35 años y que lucirá su quinta camiseta en España tras lucir las de Villarreal, Recreativo, Barcelona y Sevilla. Me encantaría que le fuera fenomenal por el bien del Levante. Que ojalá sea la solución a la hemorragia defensiva, pero ni su perfil (no es un central puro), ni su ficha, ni su rendimiento plagado de altibajos, ni su continuidad reciente de minutos invitan a ser optimistas. Del equipo más goleado de Italia… al más goleado de España.

Pasara lo que pasara, el panorama no iba a cambiar de color ni tampoco se iba a curar la desafección que se agudizó tras la derrota ante el Cádiz y que desembocó en el primer sonoro ‘Quico, vete ya’ en el Ciutat, con la ausencia del propio presidente por COVID. De estos nubarrones va a costar salir y el primer paso, y de sobra repetido, es recuperar la cordura, asumir los errores y reconstruir desde la profesionalidad. Hay un detalle que habla por sí solo: ni uno, ni dos, ni tres agentes, sino muchísimos más, se han puesto en contacto con Quico Catalán, como primer eslabón de una hipotética negociación, para ofrecer futbolistas. Esto tiene una lectura clara y que por activa y pasiva ha pregonado el presidente que nunca iba a suceder: lo de ser director deportivo. Esa multiplicación de funciones no la concibo como tampoco que Alessio asuma más responsabilidades que la de liderar al primer equipo desde el banquillo, que ya es suficiente marrón. Sigo sin entender cómo no hubo de inmediato una solución al despido de Manolo Salvador, David Navarro y Manu Fajardo. Y ya han pasado más de dos meses y sigue todo igual.

El Levante ha jugado esta partida invernal muy condicionado, con las cartas perdedoras que él mismo se había repartido al no poner freno a tanto atropello. En este escenario, los clubes con los que se ha negociado han sido conscientes de la debilidad granota y han tensado la cuerda (como es normal) hasta el extremo. Me preocupa aún más la imposibilidad de haber dado salida a esos futbolistas que por un motivo u otro era necesario darles boleto. Es sintomático que como medida desesperada se haya pensado rescindir al fichaje más caro de la historia para aliviar masa salarial y asumiendo perder lo menos posible. Coke y Vukcevic seguirán hasta final de temporada y conscientes de su participación va a continuar siendo testimonial.

Pero esto no va de si Cáceres es válido o no, de si Manu Vallejo hubiera venido o no, o de qué teclas debe tocar Alessio desde el viernes en el Coliseum (además sin Morales ni Campaña por sanción) para cambiar el desenlace que se avecina. Lo trascendental es la reconstrucción en su concepto más profundo y extenso. Quico Catalán ha comenzado su examen con suspenso y así se lo manifestó el Ciutat contra el Cádiz. Veo pocos motivos para creer en que pueda mejorar la nota en la recuperación que ahora se le presenta tras el mercado de invierno. El clamor popular marcará el transcurso de los acontecimientos y será la vara de medir en este proceso. El sentimiento de ese levantinismo de base que reclama cambios, que apela a la transparencia, la pertenencia, la profesionalidad y la democratización para volver a sentirse identificado con un club que ha perdido sus señas de identidad. Y sobre el campo, solamente el equipo puede recuperar la fe del levantinismo. Lo de que “hasta que las matemáticas digan lo contrario” es lo único que queda. En ese reto que suena a (casi) imposible voy a muerte con los que llevan el escudo grabado a fuego, sobre todo con Morales. Siempre con el Comandante en las buenas y aún más cuando el panorama es tan adverso como ahora.

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