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opinión

Imposible no existe

Sí, el objetivo realista del VCF pasa por jugar la Champions League durante varias temporadas, para llenar el campo de abonados, la caja de dinero y la vitrina, si se puede, de títulos. Y ningún valencianista es tan cafre de exigirle a Marcelino que gane la Champions, la Liga o la Copa...

9/05/2018 - 

VALÈNCIA. Einstein decía que no pensaba nunca en el futuro porque llega pronto. Y como el porvenir es un lugar cómodo para soñar, el valencianismo, con los deberes hechos y sabiendo que volverá a escuchar la música celestial de la Champions, arde en deseos de conocer los primeros pasos futuros del Valencia CF.  El pasado no se puede usar como sofá, sino como trampolín, y el club sabe que necesita no sólo mantener el nivel, sino superarlo. Lo más difícil no es llegar, porque ya se ha llegado, sino mantenerse. Y si el VCF, que este curso por fin ha mirado a los ojos a su afición, quiere seguir creciendo en un ritmo directamente proporcional a su historia, necesita reforzar su exigencia y también su discurso. Los cimientos de la casa son fuertes, porque el día a día es cosa de la doble M – Mateu y Marcelino-, porque la plantilla por fin habla el lenguaje de Mestalla, que exige porque paga, y porque si había un VCF de Singapur y otro de Valencia, ambas esferas están, cada día, más cerca de moverse en una única dirección. Ahora falta dar otro paso al frente: lograr que el discurso del Valencia se corresponda con sus acciones.

Sí, el Valencia CF debe trasladar el mensaje de que va a seguir construyendo la casa. Sí, el club debe seguir poniendo el acento en que la plantilla se reforzará con los mejores jugadores que el dinero puede pagar. Y sí, el Valencia CF debe comprender que lo conseguido forma parte del pasado y que en el mercado tendrá que tener puntería y acierto. El futuro VCF necesita buena letra y mejor música. Es lógico que Marcelino, sumo hacedor de este milagro, tenga pies de plomo y no quiera vender una burra coja a nadie, pero que nadie se equivoque: va a exigir el máximo posible al club, en los despachos y en el verde. Si el VCF quiere crecer, Marcelino también. Si el objetivo del VCF es consolidarse en la elite, el de Marcelino también. Y si el valencianismo quiere títulos, Marcelino está dispuesto. Y para eso hacen falta dos cosas: que nadie le ponga puertas al campo y que el Valencia CF no caiga en la tentación de ponerse topes, acotaciones y restricciones para no ilusionar al aficionado. No se trata de vender hielo a los esquimales, sino de, dentro de la prudencia aconsejable, apuntar al cielo.

Sí, el objetivo realista del VCF pasa por jugar la Champions League durante varias temporadas, para llenar el campo de abonados, la caja de dinero y la vitrina, si se puede, de títulos. Y ningún valencianista es tan cafre de exigirle a Marcelino que gane la Champions, la Liga o la Copa, ni nadie le cuestionará si el equipo, gane o pierda, se deja la piel en el intento. Esa es la realidad. Otra cosa es ponerse un límite de velocidad en el crecimiento. Miren, yo no soy del Valencia CF. No lo siento mío. No soy aficionado, ni socio, ni accionista. Lo que sí sé es que es un grande de España y también de Europa. Un club que ha ganado Liga, Copa, Recopa, Copas de la UEFA y Supercopa de Europa. Salvo la Champions, en la que llegó a dos finales, el VCF ha ganado todo.  Viene de la nada, es cierto. De la mediocridad, es cierto. Y ese es el gran mérito de Marcelino García Toral y su maravilloso cuerpo técnico. Pero ahora todo ese mérito ya forma parte del pasado y el hoy, el presente, en realidad es el futuro. El VCF está en el lugar del que jamás debió salir, en el sitio que le pertenece y en el estatus que su magnífica historia exige. 

Y para que siga creciendo, no necesita autolimitarse en su capacidad, ni restringir sus sueños, ni acotar su ilusión. El Atlético de Madrid vivió así hasta que llegó Simeone. Él, con unas dificultades terribles, consiguió convencer a tipos que no parecían campeones de que lo eran. Y ahí está el presente del Atleti del Cholo. Juega mejor o peor, pero compite siempre. Y nunca, jamás, se rinde, cede o se limita. El poder del Atleti consiste en la no limitación. Y si el VCF quiere crecer, si quiere sentarse en la mesa de los grandes y no recoger del suelo las migajas que se les caen a los más ricos, debe seguir esa senda. Aquello de “si se trabaja y se cree, se puede” no es un simple eslogan. Es una realidad como un templo. No hay nada mejor en esta vida que hacer posible lo que otros te dicen que es imposible. Sólo por eso merece la pena sacrificarse para luchar por un sueño que nadie ve, salvo uno mismo.

Marcelino es un magnífico entrenador. Mateu es un extraordinario gestor. Y por fin, los jugadores del VCF están a la altura de la afición. Entre todos tienen que iluminar el camino. Entre todos deben potenciar al club. Y entre todos deben comprender algo: sólo consiguen lo imposible los que creen que no existe nada imposible. Ya lo dijo Muhammad Alí, el más grande: “Imposible no es un hecho, es una opinión. "Imposible no es una declaración, es un reto. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Imposible no es nada”. No existe el imposible. No existe el “no puedo” o “no llego” o “no debo”. Existe el querer, que es poder. Y para el Valencia CF, nada debe serlo. Humildad, sí. Pies en tierra, también. Pero si el VCF quiere crecer, debe desterrar de su diccionario la palabra imposible y conjugar dos verbos 'made in Simeone': creer y trabajar. Porque créame, no es un simple eslogan: si se cree, y si se trabaja, se puede.

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