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Pablo Hernández, el ejemplo de la ‘Cultura del Esfuerzo’ que rompe barreras en L’Alqueria

El jugador del alevín del Valencia Basket nació con una sordera de casi el cien por cien, pero su trabajo y pasión por el baloncesto le han permitido demostrar que los límites están en uno mismo para poder competir al mismo nivel que cualquier chaval de su edad

7/04/2018 - 

VALÈNCIA. Probablemente no exista una persona que encarne mejor que Pablo Hernández la Cultura del Esfuerzo del Valencia Basket. El destino, algunas veces caprichoso y en esta ocasión muy acertado, quiso que el pequeño aterrizara en un club cuyos valores son su propia identidad. Con 12 años, el valenciano destaca en el alevín de la entidad taronja dirigido por Paco Pardo. Lo que pocos podrían imaginar, de no ser por los implantes que visiblemente porta en la cabeza, es que nació con una sordera de casi el cien por cien. Pablo es la muestra de que los límites, en muchas ocasiones, están donde tú te los pongas. Y Pablo no conoce los límites en el trabajo y el sacrificio. Un auténtico ejemplo de superación y ruptura de barreras.

Cuando Pablo nació no fue hasta pasado un año cuando sus padres se dieron cuenta del problema de audición, pues todavía no había empezado a hablar. Le detectaron una sordera de casi el cien por cien y a través de la seguridad social le pusieron unos implantes con año y medio de edad. "Después fue al logopeda y atención temprana. Empezó a escuchar, pero iba muy lento”, explica su madre Inma. Llevaron a Pablo al colegio público Luis Fortich, del Instituto Valenciano de Audiofonología, donde los profesores son logopedas y hay tres niños sordos por clase, contribuyendo a su integración y a la naturalidad. “Al principio llevó un poco de apoyo de lenguaje de signos, pero él lo rechazaba”, cuenta su padre Javier. El pequeño tenía entonces su propio lenguaje a través de ruidos, que sus padres alcanzaban a entender. Hasta que, según su madre, “con 6 años empezó a decir una frase entera. Iba muy lento, pero iba avanzando”.

El idilio de Pablo con el baloncesto pareció caído del cielo. “Hubo un día en que con unas zapatillas que tenía decía ‘esto, esto’, entonces entendimos ‘cesto’, ‘baloncesto’. Queríamos que hiciera un deporte y desde el primer día, encantado con el baloncesto. Esa pasión que ha puesto ahí, que luego ha extendido a otros lados, es lo que le ha permitido progresar. Siempre se ha sentido, pese a no hablar, cómodo donde está. No es un niño que haya rechazado relacionarse con otros niños por lo que tenía” relata Inma.

Apuntaron a Pablo con 5 años al club de baloncesto de Bétera, donde empezó a sobresalir. El año pasado el jugador fue captado por el Valencia Basket en las jornadas de entrenamiento libre que organiza el club. Momento en el que Paco Pardo, su actual entrenador, le echó el ojo. “Me di cuenta de que tenía una diversidad funcional, que llevaba unos implantes. Tiene unas características físicas buenas, es atlético. Se le notaba un poco la falta de coordinación”. Paco vio en Pablo que “era capaz de botar, tenía un dribbling bueno y manejo de balón aceptable. Se desenvolvía muy bien en situaciones de uno contra uno, dominio del balón cuando tenía situaciones de ataque y también en el tema defensivo”. 

Desde el momento en el que entró en la cantera taronja, Javier reconoce que “nunca le había visto hasta entonces tan alegre”. Sus padres no le trasladaron a Paco Pardo los problemas auditivos de su hijo. El entrenador tampoco les preguntó. Y es que la clave del éxito en el caso de Pablo ha sido la normalidad. Paco Pardo entendió desde el primer momento que Inma y Javier “han hecho un gran esfuerzo para que él sea una persona autónoma”. Sus padres reconocen que desde el principio les avisaron de que no le sobreprotegieran. Y así lo hicieron. La normalidad alcanza hasta el punto de que “él está orgulloso como es, no se siente para nada un bicho raro”, asegura su madre.

La espontaneidad en el proceso de integración en el alevín del Valencia Basket ha sido vital, tanto con sus compañeros como con un entrenador que ha sabido manejar perfectamente la situación. “No es muy hablador, aunque tampoco es una persona tímida. Es un chico que irradia tranquilidad, es amable y cordial. Fue uno más desde el principio” señala Paco Pardo. La única particularidad es que hay que dirigirse hacia Pablo de manera "tranquila”, pues “no le gustan los gritos y la algarabía”, aunque su mayor limitación está en la comunicación. “Él habla, pero tienes que dejarle su espacio para que pueda tranquilamente poder dialogar contigo y con los compañeros. Saben perfectamente que tiene ese problema auditivo pero siempre le han tratado igual que pueden tratarse entre ellos. Le respetan muchísimo. Cuando él habla los demás escuchan, no interfiere ninguno”, indica el entrenador. Los padres de Pablo aseguran que en Valencia Basket es donde ha estado mejor con los compañeros.

Sin embargo, una situación de entrenamiento no es la misma que la de un partido. “Cuando hay mucho ruido, como en torneos en los cuales hay bastante ambiente, siempre se ajetrea un poquito más. La comunicación cuesta un poco. Tienes que intentar levantar la voz para llamar su atención y que te pueda ver que quieres comunicarte con él”, revela el técnico. La condición de Paco Pardo de psicólogo le permite tratar con especial sensibilidad las necesidades de sus jugadores. “Si tienes creado un vínculo emocional y afectivo le da tranquilidad”. El contacto visual de Pablo con la persona que le interpela es muy importante, por lo que a veces puede encontrarse con dificultades para escuchar si no tiene esa visión directa. El entrenador del alevín argumenta que “tiene un nivel de concentración altísimo. Cuando está en el partido cuesta mucho más llegar hasta él. No por la dificultad auditiva, sino por su nivel de concentración”.

Como entrenador tienes que darles la oportunidad de que se vayan integrando y generando sus sistemas de comunicación. Es mejor observar y ver si alguno de ellos necesita algo distinto. Sea Pablo u otro compañero”, explica Paco Pardo. En Valencia Basket se cuida especialmente la formación global de los entrenadores. "Como club tenemos unos valores que se trasladan a los entrenadores. Construir un equipo es conocer a las personas lo primero”. Esta filosofía de trabajo ha favorecido enormemente a Pablo en su desarrollo. “Cuando nos hemos encontrado con el club, el grupo y el entrenador, lleva seis meses y ha avanzado un montón”, admite Inma. Sus padres, orgullosos, siguen muy de cerca el tremendo progreso de Pablo desde que se encontró con el baloncesto.

La personalidad de Pablo le ha permitido transformar un problema en una lista inmensa de virtudes. Paco Pardo ha podido percibir que “su aprendizaje tanto de coordinación, como de hablar, de empezar a andar, ha sido un esfuerzo considerable que asume como algo cotidiano. Eso significa para los demás una gran capacidad de sacrificio que creo que él no se da cuenta”. Desde que pisó L’Alqueria, el técnico ha visto una gran mejora, centrada en la rapidez del jugador. “Cuando llegó era más lento. Llevaba a cabo los movimientos y el trabajo que se le enseñaban pero le costaba más. Ha mejorado la velocidad de ejecución a nivel global. Es un jugador, para la edad que tiene, alto, atlético, fibroso, entonces sobresale un poco más. Cuando la gente le ve jugar dice que da gusto cómo hace las cosas, cómo evoluciona en su trabajo dentro del campo”. Algo que le ha valido para ser convocado por la selección valenciana en el pasado torneo de Pascua. “Su nivel intrínseco a nivel competitivo es una barbaridad. Le gusta competir porque su nivel de esfuerzo es tan alto, que lo hace ser tan competitivo”.

Pablo va dando pequeños pasos pero para él su progresión con el baloncesto está siendo descomunal, más desde que está en el Valencia Basket. Es todo cuestión de trabajo. “Yo le decía ‘te ha tocado hacer un trabajo distinto que a lo mejor llegar y tenerlo hecho, pero da igual, al final lo tienes igual’. Él lo tiene como algo propio. Que luego vengas al Valencia y seas su lema de la cultura del esfuerzo, la verdad es que él es así. Nunca se ha quejado si tenía que ir mucho al logopeda o si tenía que hacer deberes hasta las tantas”, relata Inma. Pablo se se autodefine como un ‘alero luchador’ y  su entrenador admite que “es un jugador muy importante, con unas características a todos los niveles altísimas” y, aunque “no podemos hacer una previsión ni a corto ni a medio plazo" anticipa que "va a seguir compitiendo y jugando el año que viene en el Valencia Basket”. 

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