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opinión

Tengo un amigo que se llama cartera

12/11/2019 - 

VALÈNCIA. Querido lector: Como este es un artículo muy extenso, sáltese si lo desea el primer párrafo, entre corchetes. [Vaya por delante que, A pesar de la guerra tan eterna como pública, entre la RFEF y LaLiga, que camina en paralelo con el habitual conflicto soterrado entre los intereses de los clubes – bien me quieres, bien te quiero, pero no me toques el dinero-, conviene decir que todos, RFEF, LaLiga, FC Barcelona, Real Madrid, Atlético de Madrid y Valencia tienen sus intereses, motivaciones, argumentos, ideas y enfoques válidos en este tipo de asuntos. Huelga decir que, más allá de sus constantes pulsos de poder, en todas esas organizaciones existen grandes profesionales, en algún caso amigos, a los que duele en prendas criticar de manera abierta. Lo siento, pero a uno le pagan por escribir lo que cree y no para contentar oídos.

Dicen que escribir consiste en meterse en líos. Vayamos al grano. Esto va de dinero. De mucho dinero. En realidad, siempre que hay un conflicto en el mundo del fútbol, basta con hacer como en las películas: seguir el rastro del dinero. La RFEF busca dinero debajo de las piedras, LaLiga tiene un constante afán recaudatorio y los clubes son aún mucho más radicales en su progresiva fiebre del oro, para poder sostener sus presupuestos de mastodonte. Todos quieren más dinero, ninguno se conforma con menos y todos, con perdón, hacen lo que sea con tal de ganar más dinero. Y no es que la RFEF, LaLiga o los clubes no tengan buenas intenciones, no quieran impulsar nuestro fútbol y no sostengan argumentos lícitos para defender sus intereses, es que todos están sometidos al imperio del euro. “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

Precisamente por eso, por dinero, la Supercopa de España se jugará en Arabia Saudí, como antes LaLiga, amén por la expansión de la marca del campeonato y los clubes, quiere jugar en Miami. También por dinero los clubes acuden como alma que lleva el diablo a un torneo lejos de nuestras fronteras, donde recurrirán al noble arte de poner el cazo. De entrada, el escenario escogido no es precisamente un lugar que sea el paraíso de la libertad y los derechos humanos. Y más allá de que la RFEF haya garantizado, por contrato, que no habrá restricciones de acceso de las mujeres ni tampoco a su vestimenta, en realidad esto de Arabia es, a nivel ético, tan reprobable como lo que sucede cuando cualquier ente futbolístico tiene que elegir entre el honor y el dinero, dando por bueno que lo segundo es siempre lo primero. A bote pronto, uno recuerda qué sucede con la cruz del escudo del Real Madrid cuando hay un buen fajo de petrodólares sobre la mesa, o qué pasa cuando el Atleti tiene que elegir entre los derechos humanos o un patrocinio de Azerbayán, o qué sucede cuando Qatar pone la tela marinera que haga falta para manchar la camiseta del Barça. Cuando el dinero entra por la puerta, la moral sale por la ventana. “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

Sepultados los valores por el fulgor del euro, cuatro equipos acudirán a la cita de Arabia. El Valencia CF, como vigente campeón de Copa, el FC Barcelona – como vigente campeón de Liga-, el Real Madrid -como vigente campeón de nada-y el Atlético de Madrid – vigente campeón de lo mismo que su vecino-, para completar un gran cartel.  ¿Fue buena idea cambiar el formato del torneo? Es posible. ¿fue brillante hacerlo con la temporada en curso? Seguramente, no. ¿Recibirán los cuatro clubes el mismo dinero por participar? Tampoco. ¿Se ha quejado alguien? Pues para vergüenza del Atlético de Madrid, que se ha quedado mudo, el único club que se ha quejado de ganar menos que Real Madrid y Barça es el Valencia CF, que ha aceptado el arbitraje de la RFEF para defender sus intereses. El Valencia CF, que sí es campeón y por derecho debería haber disputado el título en un único partido, ahora tendrá que hacerlo a dos, jugando la semifinal ante un equipo campeón de nada, que ingresará casi el triple por asistir. Así, sin anestesia. “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

Uno asume los criterios de cambio de formato, los premios del reparto por resultados deportivos, tiene en cuenta la diferencia de caché entre los diferentes clubes y hasta puede comprender la introducción de un presunto baremo, basado en el historial de cada club, para establecer un reparto entre los participantes. No es que la asunción de diferentes cantidades maltrate a los equipos, es que les divide en dos categorías: los que tienen que ganar más y los que tragan con un sistema que nunca denuncian para seguir probando, al menos, un trozo de la tarta. Y eso, precisamente, es lo inaceptable. El Madrid, campeón de nada, aplaude y está conforme. El Barça, campeón de Liga, se lleva la parte del león y por supuesto, calla. El Atleti, que tampoco ha sido campeón de nada, cobra lo suyo y decide no denunciar que otros cobren más dinero, no sea que alguien se enfade. Y el Valencia, campeón de Copa y principal perjudicado de aceptar un cambio de formato en el torneo que le perjudica, tiene que poner buena cara cuando le están metiendo, hablando de dinero, un gol por la escuadra. La postura ché es meliflua: no están conformes, pero aceptan el veredicto de un arbitraje y prefieren tragar cobrando que protestar airadamente renunciando. “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

Que la RFEF permita que dos de los participantes ganen más dinero que otros dos no es serio y que sostenga que no debe haber revuelo porque dos que no son campeones de nada cobren más que otro que sí lo es, debería lograr que la organización se replantee si es un ente federativo de todos los clubes españoles o sólo de algunos. Que el Barça, que en tantas ocasiones presume de valores en vez de demostrarlos, prefiera mirar su ombligo para ignorar el perjuicio a otro club español, resulta estomagante. Que el Real Madrid, no habiendo ganado nada el pasado curso, que es un club que siempre suele rebozarse en el famoso señorío, prefiera subir otro peldaño en la lista Forbes de la que su presidente presume, antes de negarse a formar parte de un toreo al Valencia, es triste. Que el Atleti, que no es campeón de nada y acude de prestado, vuelva a prestarse a recoger las migajas que se le caen a sus dos rivales de siempre en vez de tener tacto y sensibilidad para ponerse en la piel de otro club de su país, es para comer cerillas. Y que el Valencia CF, un club centenario, decida vender su alma y dejar que pisoteen su escudo, decida jugar aceptando someterse a un arbitraje cuando le están instando a conformarse con la calderilla sobrante de un torneo en el que participa como campeón, es un insulto a la inteligencia. “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

¿Qué hacer con la Supercopa? Algunos creerán que hay que presentar una queja, jugarla y además, ganarla, porque eso sería un motivo de orgullo. Quien esto escribe cree lo contrario: nada justifica jugar un torneo en el que no cobras lo mismo que tus contrincantes, porque la dignidad no tiene precio. Que jueguen entre ellos. Eso sí que haría sentir orgullosos a los aficionados del Valencia. Y por el mismo precio, avergonzaría a los que ponen el cazo haciéndose los suecos, olvidando el significado de la palabra solidaridad. Todo queda entre barrieros: “Tengo un amigo, amigo de cualquiera, tengo un amigo que se llama cartera…”

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