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Valencia CF en estado de offshore

En el culmen del fatalismo leo comentarios resignados que pronostican un descenso a Segunda como una oportunidad las depurarse, renovar la sangre y volver más sanos, más frescos, mejor. Tamaña idiotez

8/04/2016 - 

VALENCIA. Los comentarios angustiosos, exagerados, de las últimas semanas, tan fatalistas en el tono, ejercen un gran contraste con la buena digestión que está haciendo el valencianismo de la debacle. Tan críticos somos que por mucho que pase, no pasa nada. Apenas protestas públicas, ni pancartas, apenas alteraciones hertzianas. Se nos ha puesto más gesto de plañidera que de combatiente. Y eso, sinceramente, es una mala noticia.

Después de años de conflicto social y frustraciones, de una transición que debía llevar al VCF a su modernidad -los resultados deportivos siempre estuvieron por delante del engranaje de club-, después de tantas guerras cainitas por la propiedad, tengo la impresión de que el valencianismo está asfixiado, no le llegan las fuerzas para ponerse farruco, se limita al uso folclórico de cantar un ‘vete ya’ o de ofrendar unos cuantos silbidos; pólvora inofensiva.

Se deja llevar como por un destino escrito. Que lo que tenga que ser, sea. Como cuando Pedro Cortés acudía todo beato a rezar a la virgen para que arreglara los entuertos. Sin casi resuello el valencianismo ha tirado los brazos y ha bajado la toalla -en feliz expresión de Parejo-. Y eso, insisto, es una mala noticia porque mientras el resto de equipos en disputa por no descender van a vivir las últimas jornadas en plena tensión ambiental, convocando akelarres pro salvación, en el valencianismo nos vamos a dedicar a orar mirando, como los capellanes más aburguesados. 

Se echa de menos un liderazgo social, a directivos capaces de activar gabinetes de crisis en las gradas y encender el protocolo de las situaciones de urgencia. Se echa de menos asociaciones de peñas con vitalidad capaces de lanzar mensajes aglutinadores.

En el culmen del fatalismo leo comentarios resignados que pronostican un descenso a Segunda como una oportunidad las depurarse, renovar la sangre y volver más sanos, más frescos, mejor. Tamaña idiotez. Al Valencia lo que le hace falta no son derrotas útiles con las que percatarse de su realidad. No le hace falta cambiar su sangre ni depurarse porque esté donde esté sus vicios y manías van a ser los mismos, también sus virtudes (son consustanciales a la sociedad que lo envuelve). 

Al Valencia lo que le hace falta es profesionalismo, comportarse como un verdadero club de fútbol a la altura de su trayectoria. Esa debe ser la exigencia, eso se debe reclamar a partir de la jornada 38. Hasta entonces quitémonos esta cara de plañideras que se nos ha quedado y hagamos por salvarlo. 

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