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APUNTES SOBRE LA CIUDAD (7)

Al oeste, la huerta: en huelga de hambre por una alquería

València Oeste: donde la huerta resiste. Incluye los distritos de Campanar (Campanar, Les Tendetes, El Calvari y Sant Pau) y los Poblados del Oeste (Benimámet y Beniferri).

19/05/2019 - 

VALÈNCIA. Durante unos años, en el tránsito de siglos, Giorgio & Enrico fue la discoteca de moda de la ciudad. Los jugadores del Valencia se citaban allí. Con restaurante, el complejo ubicado en la alquería del canónigo, del siglo XVIII, en el punto de unión entre Beniferri y Benimàmet, fue una referencia de la noche valenciana. Muy pronto se olvidó que apenas unas décadas antes era otro tipo de local nocturno, más rijoso, con el nombre de El Torreón. En la memoria colectiva se le cita antes como discoteca, memoria también selectiva.

Hoy de aquellos años sólo queda el nombre italiano, pintado en la medianera de un edificio de Benimàmet, y en las paredes de los túneles que dan acceso al conjunto histórico. En su lugar, en el torreón y en una de las ventanas se pueden leer carteles con la leyenda: Huelga de Hambre. Su autora es la propietaria del inmueble, Beatriz Gallego, quien está difundiendo su caso a través de internet, con vídeos en Youtube. El pasado 10 de mayo, harta, adoptó la decisión de iniciar una huelga de hambre hasta que las administraciones le respondan.

Foto: KIKE TABERNER

Gallego lleva más de cinco años denunciando el abandono del conjunto por parte de las instituciones valencianas: todas. Desde que cerró la discoteca está intentando recuperar el emplazamiento, que se encuentra encerrado entre rotondas, aislado, junto a otras edificaciones históricas. A la manera de la casa del protagonista de la película Up!, la alquería y el casco que la circunda, que incluye el Molí de Bonany, son como un fragmento del pasado de València congelado en el tiempo.

La única vía de acceso; una escombrera

Ella quiere restaurar y acondicionar el palacio, que es propiedad de su familia desde hace un siglo, Ha invertido en esta aventura todo su patrimonio, hasta el punto de tener que vender su casa particular e irse de alquiler para costear las facturas. Ha rechazado ofertas millonarias por el edificio, dice. Su deseo es hacer de ese espacio un lugar de disfrute familiar y no que sea de nuevo una discoteca. Pero sólo se encuentra el silencio y la indiferencia por parte de las instituciones. 

La única vía de acceso desde 2010 es una escombrera. Ni el Ayuntamiento de València ni el de Burjassot atienden a sus peticiones de que limpien la zona. Iberdrola no le conecta la luz. En muchos casos, no responden a sus cartas ni a sus llamadas. En su página web Gallego comparte documentos con registro de entrada de sus escritos de denuncia.

En la asociación de vecinos de Benimàmet conocen lo que está pasando. Así lo señala su presidenta Marí Carmen Barea, pero asegura que no pueden ayudarla. Lo único que pueden, explica, es darle apoyo en sus reivindicaciones de que se mejoren los accesos. Porque el principal problema que tienen tanto la alquería como el resto del conjunto es que está aislada, prácticamente inaccesible para vehículos de emergencia. Es más fácil llegar andando que en vehículo. 

Cuando se accede a la zona lo que sorprende es el vallado que rodea los edificios, que más que proteger el conjunto parece enclaustrarlo. Pese a estar aprisionada por el tráfico rodado, la contaminación acústica es menor de la previsible. Algunas pintadas jalonan una zona que parece estar esperando la llegada de personas. Podría ser decorado para una película de ambientación histórica sobre la València del pasado.

La acequia de Moncada, que discurre por la zona sur del conjunto, corría llena este jueves. Antes era la frontera entre Beniferri y Benimàmet. Ahora la frontera es la CV-30: frontera y jaula. La situación en la que se encuentra esta alquería no es tan inusual en esta parte de València. En Campanar, junto al Bioparc, languidece el conjunto de la alquería de El Pouet. Las alquerías fueron expropiadas en 1997 para la ejecución del PAI de Nou Campanar y están pendientes de restauración desde hace más de una década, si bien el proyecto parece que va a salir adelante. Su absorción por la ciudad constituye un ejemplo de cómo València ha engullido huerta para crecer; de cómo Saturno ha devorado a sus hijos.

Foto: KIKE TABERNER

Campanar y los Pueblos del Oeste son como las dos caras de la misma moneda. La relación de esta parte de València con la ciudad no ha sido fácil. València no ha hecho mucho para ello. Los desprecios y abandonos fueron norma. Sólo basta con recordar la facilidad con la que durante años estuvo instalado lo que se llamaba el hipermercado de la droga. Aquella época ha dejado poso y en Benimàmet llaman 'el camino de los yonquis' al sendero que usaban habitualmente los drogadictos. Patria chica del arquitecto Santiago Calatrava, el colegio de la pedanía lleva su nombre.

En busca de las raíces

Odio eterno a la vida moderna, la creación de Nou Campanar se tradujo en un crecimiento ininterrumpido del número de habitantes que fue ocupando residenciales que despersonalizaban a su vez lo que era un oasis de huerta. Campanar es de los pocos distritos de la ciudad que no disminuyó la población a partir de la crisis de 2009. Su gráfica es ascendente. En los últimos diez años ha crecido casi un 8% y ahora son 38.164 vecinos. El porqué se puede encontrar en los complejos residenciales de la zona. Y faltan por venir más. Los campos de huerta convertidos en solares estériles, esperando al ladrillo, se cuentan por docenas. Es terreno propicio para asentamientos. Los ha habido. Los habrá. La incorporación de nuevos vecinos a Campanar no ha hecho que se pierda el sentido de pueblo, sino que, al contrario, se reivindique en las zonas históricas. No quieren dejar de ser lo que fueron.

Foto: KIKE TABERNER

Benimàmet, por su parte, sigue reclamando más autonomía. El motivo de ese sentimiento se encuentra en su propia historia. No fue hasta 1882 que pasó a formar parte de València, mediante una cesión firmada por el rey Alfonso XII. No es que no son València; es que no lo eran. Paseando por sus calles, yendo a su casino, se percibe esa realidad: Benimàmet es un pueblo, no un barrio. Esta legislatura se ha conseguido un hito, que es reabrir el expediente para declararlo entidad local menor. Un ardid burocrático ha permitido lograr al menos que esta pedanía pueda recuperar cierto control administrativo sobre sus destinos. Muchos se dan por satisfecho con ello.

Melgares, inasequible al desaliento

No es de extrañar que en el barómetro municipal de abril los Pueblos del Oeste sea uno de los distritos donde se perciba una mayor convicción de que la ciudad mejorará el año que viene. La valoración de la gestión del Ayuntamiento también se encuentra por encima de la media de la ciudad. “En estos cuatro años han sido buenos, pero estos dos últimos han sido excelentes”, asegura Barea. Algo que muchos atribuyen al trabajo del “inasequible al desaliento” José Melgares, Pepe, alcalde pedáneo socialista que ha adquirido protagonismo hasta el punto de compartir cartel con la candidata socialista Sandra Gómez. Su buena relación con el equipo de la concejal de Compromís Consol Castillo ha sido clave.

La apertura del Parque Lineal ha sido celebrada como hito de una legislatura que muchos vecinos valoran más que bien. En ese contexto, Barea plantea las cuestiones positivas de la pertenencia a la ciudad. “¿Sabes qué pasa? Que tenemos sentimiento de pueblo, siempre se ha tenido; nos conocemos todos. No nos queremos salir de València. Tenemos que ir a por lo que está vivo. Tener la Junta Municipal aquí nos ha facilitado mucho la vida ya que no tenemos que ir al centro para cualquier gestión. Aquí nos da igual el partido que mande; lo que queremos es que la gente esté por Benimàmet, que las cosas las haga por el pueblo. Todos queremos lo mejor para Benimàmet”, dice. Para ella las seis legislaturas del PP han sido “24 años muy largos”. Y tras ellos, el final del túnel. “Cuando inauguramos el parque lineal me encontré con [el concejal del PP Alfonso] Novo, que ahora me hace la reverencia. Con él había discutido por el parque. Al verle le dije: ‘Mira si se podía abrir’. Lo que pasa es que hay que querer hacer”.

Este desengaño explicaría porque en los Pueblos del Oeste se da la paradoja de que tienen el mayor porcentaje de personas que le da un 0 a la ciudad de València. No al Ayuntamiento, no; a la ciudad. En concreto el 2,9% de los vecinos. Es, con mucho, la más alta entre los 19 distritos. Con poca presencia foránea, apenas un 12%, y una media de edad dos años por debajo de la de la ciudad, los Pueblos del Oeste resaltan por su baja densidad, con apenas 70 personas por hectárea. Otro tanto pasa en Campanar, donde se contabilizan 72,9. Y eso que es en la zona nueva donde más residenciales se acumula de la ciudad, con grandes edificios de lujo como los que flanquean la avenida del Palacio de Congresos, hito del pequeño Beniferri, que han venido a gentrificar el Campanar antiguo.

Foto: KIKE TABERNER

Ciudadanos venció en Campanar

En las pasadas elecciones autonómicas se produjo un resultado dispar en ambos distritos. En los Pueblos del Oeste el PSPV-PSOE ganó a Compromís por 2.004 sufragios frente a 1.508; en Campanar fue Compromís el que rebasó al PSPV-PSOE al lograr 4.432 votos frente a los 4.180 que cosecharon los socialistas, pero, y he aquí la sorpresa, Ciudadanos les ganó a los dos con 4.721 votos. Todo apunta a que en las municipales del 26 de mayo se repetirá un resultado parecido. Si el Govern de la Nau prosigue, será por fidelidad de votantes de distritos como estos donde la huerta aún resiste.

Para cuando se sepa el resultado de las urnas Beatriz Gallego llevará 16 días de huelga de hambre. Y piensa seguir mientras las fuerzas le aguanten. La quería hacer en la propia alquería, ahí, circunvalada por toneladas de hormigón entre centenares de años de historia. Pero, a los pocos días de comenzar, recibió una visita de la Policía Local en la que le informaron de que la visitarían todos los días para comprobar su estado de salud. Eso le hizo recapacitar y optar por hacerla en su casa con su madre, habida cuenta que en la alquería no tiene ni luz ni agua. Una huelga de hambre por cientos de años de historia.

Foto: KIKE TABERNER

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