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Algo que decir sobre Luciano Vietto

Un plan B para el ataque: Zaza es un rematador nato, pero no se asocia y tanto Rodrigo como Mina juegan al espacio. Vietto es justo lo contrario. Un segundo punta que se asocia, que tiene buen pase, pie preciso y que, además, juega al pie. Es decir, es una alternativa que evitará ser previsible...

3/01/2018 - 

VALÈNCIA. Uno escribe estas líneas sin saber si finalmente Luciano Vietto acabará siendo jugador del Valencia CF o no. Y lo hace para dar respuesta a todos esos aficionados que no terminan de entender que un jugador que no cuenta para el Atlético sea del agrado del Valencia. El fútbol es un deporte que presume de no tener memoria, pero en casos así, urge ejercitarla, porque para saber dónde se va, uno debe saber de dónde se viene. Vietto llegó al Atlético como petición expresa del Cholo, que ya le había querido fichar antes de que explotase en Villarreal, precisamente con Marcelino, y porque había sido clave en su desarrollo cuando empezó su carrera en Racing. Durante su etapa rojiblanca, ha acumulado una sobredosis de frustración. Ha entrenado como el que más sin excesivo premio; ha tenido que hacer frente a una competencia interna extrema, por lo que nunca ha podido tener continuidad; se ha sacrificado para ser útil para el equipo en un sistema que lejos de potenciarle, le perjudica; ha sufrido alguna que otra lesión en el momento más inoportuno y cuando ha tenido oportunidades desde el inicio, ha terminado perdiendo el sitio en el equipo por su alarmante falta de gol.  Vietto siempre se sintió en deuda con el Cholo y a pesar de pagarle con rendimiento en cada entrenamiento, no pudo devolverle la confianza con goles. Puso empeño, trabajo, dedicación, implicación, se asoció y demostró que podía ser alternativa. Sin embargo, su asignatura pendiente, la falta de gol, acabó condenándole. En un equipo que no puede esperar a nadie, eso es un certificado de defunción. Y Vietto, en pleno proceso de autodestrucción porque apuntaba a un farol y mataba a una vieja, fallando ocasiones de gol realmente increíbles, vio cómo su falta de instinto asesino pesaba más que su empatía con el entrenador, su buena relación con sus compañeros y su inmensa e indiscutible calidad.  Ley de vida. Y de fútbol.

En la mañana de ayer Simeone, que sostiene que la mayor de las satisfacciones para un entrenador no es ganar títulos, sino mejorar a los jugadores, confesaba que le daba bronca la marcha de Vietto, porque era un chico al que el trabajo no le había pagado como debía.  Si a un boxeador que sólo tiene corazón sólo le espera una paliza, a un delantero que ha perdido gol sólo le esperan dos opciones: el banquillo a perpetuidad o mudarse a pastos más verdes. Y Vietto, cuando Atlético y Sporting de Portugal habían alcanzado un acuerdo, ha decidido que su destino debe estar en Valencia, precisamente para recuperar no sólo el gol, sino la autoestima en su propia manera de jugar. Allí se reencontrará con su otro gran valedor, al margen de Simeone, Marcelino. No es poca cosa.  Llegará, en principio, a prueba, en una cesión de seis meses en la que tendrá que reescribir su propia historia. Renacer con la camiseta del Valencia o permanecer en el ataúd de frustración de estas últimas campañas.

La posible llegada de Vietto al VCF ha generado cierto desencanto entre una parte de la afición y cierta ilusión en otro sector, que confía en las dotes persuasoras de Marcelino. Entre dos aguas, sin tratar de censurar al que critica el fichaje o de exonerar al que le cree la octava maravilla, conviene ponerse en la piel del entrenador del VCF. No se trata de profetizar el éxito o fracaso de un futbolista, sino de analizar qué busca el VCF con Vietto. En lo económico, una jugada de manual: apenas dos kilos por una cesión, una oportunidad de mercado, que si cuaja puede tener continuidad y que si no funciona, volverá a su lugar de origen. En lo deportivo hay más matices. La pregunta del millón es ¿qué puede aportarle un delantero sin gol a un equipo que los necesita para estar entre los primeros? En primer lugar, un plan B para el ataque: Zaza es un rematador nato, pero no se asocia y tanto Rodrigo como Mina juegan al espacio. Vietto es justo lo contrario. Un segundo punta que se asocia, que tiene buen pase, pie preciso y que, además, juega al pie. Es decir, es una alternativa que evitará ser previsible y que enriquecerá los recursos del grupo. ¿Qué más puede ver Marcelino en Vietto? Pues un jugador coral, capaz de romper líneas de presión o eliminar rivales. Ninguno de los delanteros anteriores tiene ese registro. Vietto sí.  No es un jugador de área, ni un gran goleador, pero sí un futbolista que puede ser útil en la dinámica del grupo y que puede aportar en la inercia positiva del VCF.

Uno, en su supina ignorancia futbolística, cree que lo que busca Marcelino con Vietto es un jugador diferente, alguien que pueda mezclar mejor el fútbol del equipo, que pueda enganchar con media y delantera. Un nueve y medio. Una pieza que no altere el dibujo del equipo, sino que lo complemente o mejore en algunas fases de los partidos. Condiciones para eso, Vietto tiene. Lo que no tiene es gol pero ¿y si lo vuelve a encontrar en Mestalla? Hay atléticos que consideran que reforzar a un rival es pegarse un tiro en el pie; y otros que consideran que le han marcado un golazo por la escuadra al Valencia. En apenas seis meses sabremos quiénes se equivocaban y quiénes estaban en lo cierto. Lo seguro es que, si Vietto acaba siendo jugador ché, Marcelino tendrá una pieza que no tenía en su particular puzle, un jugador al que conoce bien, al que puede recuperar para la elite y al que ha convencido para jugar en Mestalla. Vietto llegó como una estrella al Atleti y se estrelló. Ahora quiere demostrar que no es ningún “pechofrío”, que tiene calidad y que no es ningún paquete. Está ante una gran oportunidad para demostrar que aún es útil para un grande. Y en la vida, como en el fútbol, sólo se fracasa cuando se deja de intentar. Marcelino le va a pedir que lo vuelva a intentar.

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