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El político y escritor presenta su libro este viernes en las 'veladas literarias' de maestral

Jaime de los Santos: "Ser gay no te hace intocable; se puede disentir con nosotros

  • Jaime de los Santos.

ALICANTE. Es historiador del arte y ha sido consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid. Ahora es senador del Partido Popular y da su opinión en diversos medios de comunicación como político abiertamente gay y feminista declarado, dos de las condiciones que plasma en su primer libro: Si te digo que lo hice (Espasa, 2022). Una novela en la que se propuso plasmar la heroicidad histórica de las mujeres y el poder del amor en las más profundas y dolorosas dificultades. Este viernes estará presentando el libro en las Veladas literarias del restaurante Maestral, donde compartirá mesa y mantel con los lectores.

— Tu primer libro. ¿Estabas retrasando este momento? Como historiador y político estás obligado a publicar…

— Para los que nos fascina la cultura, para los que formamos parte de las humanidades, escribir siempre es un placer. Desde que El Confidencial me dio la oportunidad de dedicar unas palabras semanalmente a mi pasión, que son las bellas artes, pues, esa necesidad se hacía cada vez mayor. Sin embargo, cuando en pandemia me llamaron de la editorial Espasa y me ofrecieron escribir una novela, mi primera respuesta fue que no, porque tuve terror, pero en realidad estaba deseando que me insistieran un poco.

Quería demostrar, incluso a mí mismo, que era capaz de juntar tantas palabras como en este caso, que son cien mil, y ha sido una experiencia fascinante. Estoy muy contento no solo por la buena acogida que ha tenido, sino porque durante veinte meses me ha dado la oportunidad de revisitar mis apuntes de la carrera o de investigar en el archivo regional de la Comunidad de Madrid sobre personajes tan importantes e interesantes como Martín Santos Yubero. Una novela como esta te obliga a crecer y a aprender, y eso siempre es un regalo.

— El espacio temporal en el que enmarcas la trama, la década de los cuarenta, fue turbulenta. Tiempos difíciles y, por tanto, con mucha tragedia o dureza en la trama que desarrollan los personajes. ¿Buscabas la belleza en el dolor?

— Siempre hay espacio para la belleza desde el dolor. La historia universal del arte, además, habla muchas veces de las vivencias dramáticas como génesis de grandes obras de arte. En este caso, la década de los cuarenta es durísima. Es la posguerra y la vuelta de una manera de entender el mundo desde la falta absoluta de libertades. Una posguerra que coincide con la Segunda Guerra Mundial, que hace la situación global todavía más compleja.

España está doblemente aislada, atravesada por las consecuencias de la Guerra Civil y por el hambre, y especialmente Madrid, que es una ciudad destruida. Los frentes virulentos acaban con el concepto de ciudad que se tenía, pero además no hay espacios naturales que provean de las materias primas necesarias para la supervivencia. No había un mar del que extraer alimento y no había un campo o un río lo suficientemente ricos como para dar de comer a la población. Además, el dictador establece en El Pardo su residencia, por lo que sus tentáculos son todavía más asfixiantes sobre Madrid. Si a eso le sumamos una epidemia de tifus, pues nos da un espectáculo dantesco.

Todo eso, con la característica de cualquier dictadura de cualquier signo, que no es otra que acabar con la libertad como concepto. En este caso, de acabar con la mínima realidad de algo cercano lo democrático, que es la II República, especialmente para las mujeres, con ese voto universal conseguido por Clara Campoamor. Esa es de alguna manera la estructura social en la que se construyen los personajes y, en medio de todo ese drama, surge lo más bello, que es la capacidad de amar de una madre.

Elvira, a pesar de no haber aprendido prácticamente nada de lo que hoy llamaríamos inteligencia emocional, desde el amor a sus hijas es capaz de sobreponerse frente a los más profundos problemas, más allá de la mala educación que ha vivido durante cuatro décadas de dictadura. Es capaz de volver a aprender lo que los tiempos nuevos le presentan para contribuir a esa construcción global que es nuestro estado: una democracia justa y ejemplar en la que, precisamente, cientos de mujeres como Elvira han sido imprescindibles. Cuidadoras y madres han sido las que han creado esta sociedad de oportunidades que hoy disfrutamos, habiendo sido ellas las mayores víctimas, porque a la mujer siempre se le ha arrinconado de forma virulenta.

— Desde luego es una historia con perspectiva femenina, por la cantidad de mujeres que componen la trama y su importancia en la misma, pero ¿consideras que también es una obra feminista?

— Sin duda. El feminismo es obligatorio. El feminismo inclusivo, porque nunca se pueden defender los derechos de nadie desde la exclusión. Cuando cualquier grupo, grande o pequeño, se reivindica excluyendo a quienes no piensan como ellos, se equivocan. El feminismo ha sido y sigue siendo obligatorio para entender el mundo contemporáneo. A las mujeres se les ha negado siempre gran parte de sus derechos. Estamos en otra realidad, pero en un mundo en el que, a pesar de haber conquistado prácticamente todo aquello que a la mujer se le había negado, existen todavía pequeñas deudas y una responsabilidad, que es no dar ni un paso atrás.

— ¿Y qué tipo de feminismo es el que se narra en tu libro? Ahora que se ha desgajado esa unidad histórica del feminismo…

— Feminismo hay uno y es el de cualquier demócrata que sabe que solo en la defensa de la igualdad y, por tanto, en la defensa de las mujeres, está el presente y el futuro. Luego, que cada uno se ponga el apelativo que considere, pero la realidad es que estamos donde estamos y somos lo que somos gracias a las mujeres. Lo fácil es dividir, y hay partidos, siempre en los extremos, de izquierda a derecha, que lo que hacen es enfatizar esa división y buscar esa ruptura para generar un caladero de descontentos en el que poder captar a su votante. De lo que no se dan cuenta es de que ese descontento destruye la democracia porque, mientras te prometen lo imposible, multiplican ese descontento.

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