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el viaje de la gran leyenda granota contado por sus más cercanos

Antonio Calpe, un verdadero símbolo de levantinismo

8/04/2021 - 

VALÈNCIA. Un lateral que rompió con el estilo de defensor clásico de los 60, un levantinista de cuna y una persona que enarboló la bandera de la humildad hasta el punto de pasar del olimpo de Chamartín a los barros de Tercera División solo por su Levante. Antonio Calpe es el verdadero símbolo de resistencia y el ejemplo más expresivo de levantinismo en vena. Su padre, Ernesto Calpe, lució el brazalete granota en aquel equipo que conquistó la Copa de la España Libre en el 37. Así que, de su mano, Antonio se aficionó al fútbol y comenzó a manosear la idea inquebrantable de jugar también en Vallejo vestido de azul y grana. 

Lo que quizá no sabía el mayor de los Calpe es que iba a ser protagonista en el primer ascenso a la élite del club. Su hermano Ernesto lo recuerda con nitidez: "Yo tenía trece años en ese ascenso (en el 63) y me acuerdo de todo. De lo que me pasó hace un mes no, pero de cómo cogía el autobús en la Avenida del Puerto con mi padre para ir a verle jugar a Vallejo... eso lo tengo grabado", rememora el hermano pequeño emocionado en PlazaDeportiva.com.

Para él, Antonio era "un ídolo y un referente" en una familia de cuatro hermanos -dos chicos y dos chicas- en la que los varones pronto se apasionaron por pegarle patadas al balón. La historia de Ernesto como futbolista es más corta, dejó el deporte por lesiones, por la mili y porque su cuñado le ofreció trabajo en su empresa cuando su carrera parecía no tener un sentido económico. Eso sí, no olvidará jamás el único partido en que pudo jugar junto a su ídolo, cuando sus mejores años en la banda de Chamartín ya habían terminado: "Fue en el primer encuentro internacional que se jugó en campo del Levante, a principios de los 70, y lo recuerdo con mucho cariño", comenta. 

No con menos emoción se acuerda del día en que Antonio fichó por el Real Madrid. En el verano del 65, muchos equipos se interesaron por él tras dos buenas temporadas en la élite nacional, pero Calpe descartó algunos porque "para eso se quedaba en el Levante", dice Ernesto. Un buen día, un "señor de Sevilla" llamó la atención del humilde lateral, porque el club hispalense era por entonces una gran opción "también para ganar algo más de dinero", reconoce el pequeño de los Calpe. Antonio y dos directivos levantinistas se citaron en Madrid, en el Hotel Mediodía, para rubricar el que, ellos pensaban, iba a ser el fichaje de Calpe por el Sevilla FC. "Cuando llegaron, apareció Antonio Calderón, gerente del Real Madrid. Balaguer, que iba con mi hermano, se quedó sorprendido". '¿Qué hace usted por aquí?', preguntó la expedición granota. '¡Habíamos quedado!', respondió Calderón entre risas y un sospechoso acento andaluz. Era, literalmente, ese "señor de Sevilla". "Fue el truco que usaron para que no pidiera más dinero antes de llegar y mi hermano les dijo que o fichaba por el Madrid o ya no lo hacía en ningún otro sitio", asegura. 

Igual de curiosa es la historia de cuando la familia al completo se enteró de ese fichaje. Como levantinistas convencidos escuchaban todas las noches a Paco Gandía en la radio y esa vez, especial, todos esperaban oír cómo el primogénito había firmado por el Sevilla. "Señoras y señores, amigos levantinistas", arrancó Gandía, "nuestro emblema Antonio Calpe ha fichado... por el Real Madrid". "¡Qué salto pegamos! Le había tocado la lotería. Increíble", recuerda Ernesto con un notable sollozo.

En la capital, Antonio Calpe ganó tres Ligas, una Copa y la sexta Copa de Europa de las vitrinas blancas, pero también probó el sabor amargo de las lesiones. "Estuvo once meses lesionado en el tendón de Aquiles, otros ocho en el ligamente cruzado... Por una de ellas no pudo ir al Mundial de Inglaterra", señala. Tras seis temporadas en Concha Espina, regresó sin pestañear al Levante de Tercera División para incredulidad de muchos de sus estelares compañeros del Real Madrid. "Después del Madrid, a dónde voy a ir... Pues al Levante, que es mi equipo", decía según su hermano.

El regreso de una estrella

Cuando Antonio Calpe volvió al club de sus amores en 1971, los que entonces sufrían el helor de la tercera categoría del fútbol español le veían como a un gigante. Precisamente así lo define Jesús Segura, exdelantero granota y amigo de la leyenda: "Yo ya andaba por el Levante desde las dos temporadas anteriores y cuando llegó fue un boom para el equipo". Tanto es así que el murciano asegura que hizo "buenas migas" con el lateral porque "como venía del Madrid, le preguntaba mucho por anécdotas y por todo lo que ocurría en la capital".

Antonio le relataba a Jesús historias madridistas como la batalla entre Manolín Bueno y Paco Gento por colgar las botas el último. Segura aún se ríe de cómo el extremo sevillano nunca pudo ser titular indiscutible con Gento por delante. También cuenta que Antonio era muy veloz y que, de vez en cuando, en algún entrenamiento, le retaba a correr el campo de punta a punta: "Siempre me ganaba y eso que estaba en el final de su carrera".

Además, "él era una persona que se hacía respetar y nos ayudaba a todos a seguir adelante. Era un capitán, el típico tío que cuando pensaba que nos estábamos hundiendo, salía a animarnos. Hacía más de entrenador que de jugador", confirma un exfutbolista que, además, vivió sorpredido por el afán ganador de su compañero: "Jugaba donde quería, porque los buenos jugadores no importa si juegan en la izquierda o en la derecha", dice. Y es que Antonio Calpe, a pesar de jugar como central en la recta final de su carrera, en el Levante jugó en el lateral zurdo siendo diestro.

Hoy, Jesús Segura tiene una bodega en el pueblo murciano de La Unión, cerca de La Manga del Mar Menor, y luce con orgullo sus paredes repletas de simbología granotas. Fotografías, escudos... "Cuando viene gente de Valencia me preguntan si soy del Levante, pero les digo que no, que el Levante es mi club".

LaPiedra, Tatono, Calpe, Rodri, Miñes, Martínez, agachados Terol, Litri, Juanjo, Portales y Segura, en el partido que supuso el ascenso del Levante a Segunda en 1973

De estrella a entrenador

Terminó su etapa como futbolista y Calpe siguió ligado al fútbol y a su Levante. Fue miembro de la secretaría técnica, delegado, y segundo entrenador. A principios de los 80, en la época de Johan Cruyff en el Ciutat, Vicente Latorre -exmediocentro levantinista y también expresidente de la Asociación de Veteranos del club- se puso a las órdenes de un Antonio Calpe que acompañó a Pachín en los banquillos de Segunda División. "Como entrenador, también era un tipo competitivo", asevera Latorre. "Para nosotros era la leyenda del Levante y es el mejor jugador que ha pasado por la historia del club". Cuenta que "nada más ver cómo competía, uno se daba cuenta de la diferencia de profesionalidad".

Vicente compartió vivencias, aprendió de él y, más tarde, fue su amigo. Por eso asegura que la humildad es un valor que Calpe siempre llevó por delante: "Era introvertido, tenías que estar tiempo con él para que se desatara. Conozco pocos jugadores que después de jugar seis temporadas en el Madrid, se vayan al Levante a jugar a Tercera División. Él decía que era el club que había mamado desde que nació, donde había jugado su padre y su hermano... Vivió por y para el Levante". Y es que Antonio puso su dinero para fletar un autobús y así poder jugar en Santander: "El Racing se jugaba el ascenso a Primera. No estaba Cruyff, no había entrenador, no había directiva... Y no había ni dinero para el bus. Él y varias personas que él contactó pusieron dinero para ir hasta allí. Y casi le amargamos el ascenso al Racing de Manolo Preciado", rememora.

Latorre también valora los ocho días que, por la situación económica del club, se encerraron en el vestuario en aquellos tiempos: "Hacíamos pachangas que eran eternas porque él nunca quería perder. Y si Pachín jugaba en el equipo contrario... no terminaban". Aquellos partidos nunca acababan, como tampoco lo hará la leyenda del mayor símbolo de la historia del Levante.

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