VALÈNCIA. Todos los veranos ocurre lo mismo. Comienza a rodar la pelota y aparecen los apocalípticos de pretemporada. Unos proclamando el desastre de la temporada que está por venir (eso con la gestión deportiva de Meriton no es muy complicado de vislumbrar) y otros proclamando el fin de los molestos "todomalistas" al albor de las glorias que se presume van a reverdecer en la temporada recién iniciada.
Desgraciadamente lo poco que va quedando del periodismo deportivo ha copiado los peores tics del provinciano periodismo de la capital. Desde la adoración de futbolistas por encima de escudos a la elevación de catástrofe mundial de una derrota o darle validez a una final de Champions a una victoria en pretemporada.
Los debates en el entorno de cada equipo suelen ser miméticos, y bastante cansinos. Nos hemos empleado a fondo en convertir el deporte de élite en un circo de tres pistas donde gana la cabriola más rimbombante ¿Quién quiere un análisis profundo cuando se puede festejar en julio una victoria contra un equipo turco de segunda fila? Una victoria en pretemporada se ha convertido en una proeza titánica y una derrota en una tragedia de Sófocles.
Las dos caras de la moneda las hemos comprobado esta misma semana en la pretemporada del Valencia. Tras los dos primeros partidos hubo quien salió a comparar al Valencia de Gattuso con el Brasil del 70. Tras la goleada del Stuttgart el equipo es un desastre.
Particularmente no comparto ni los primeros optimismos, ni el derrotismo extremo tras el meneo del sábado en tierras alemanas. Y eso no quiere decir que no considere el riesgo que toma Gattuso al cambiar el 100% del estilo del equipo, ni que Guedes sigue siendo el mejor jugador del equipo, ni que Soler luce mucho más con un estilo en el que se tiene mucha más posesión de balón o que Marcos André apunta hacia su reivindicación aunque todavía es muy pronto. Tampoco soy ajeno a las carencias del equipo, que hace falta un "6" (concretamente desde hace tres años cuando el fenómeno de Anil echó a Coquelin y a Kondogbia), y sobre todo, tampoco soy ajeno a que al equipo le hace falta un central de garantía que se ubique al lado de Gabriel.
Pero del mismo modo, entiendo que a esas conclusiones y a otras muchas más ya habrá llegado el entrenador que, afortunadamente para el equipo, entiende mucho más que yo de fútbol. Y ha llegado a esas conclusiones precisamente porque estamos en la pretemporada: el tiempo para encajar, pulir, mejorar y buscar soluciones a los problemas.
Porque la pretemporada es eso, pretemporada. Con resultados a favor y en contra, con carencias a la vista, con defectos que pulir, con plantillas que (por entradas y salidas) van a diferir bastante de las que de verdad van a afrontar el campeonato. Nunca nadie ganó una liga o se fue a segunda por los amistosos del mes de julio. El resto, histerismos interesados.