VALÈNCIA. El escaso sobresalto ante el anuncio de Sánchez y Corona (Asociados) como nuevos mandos de la dirección deportiva (de fútbol) del Valencia, como si se tratara apenas de pequeña política, evidencia dos cosas. Un cierto hartazgo ante cada novedad en el organigrama, como si se tratara de decisiones descontadas cuyo recorrido no va más allá de la apariencia. También algo de alivio. Son profesionales reconocibles, en el caso de Sánchez con apego y conocimiento de la causa. Antes sonaron nombres de un exotismo asombroso, algún machote incluso adivinó su desembarco. Aunque no hay que confiarse: en ocasiones la mejor forma de estar en el Valencia es precisamente no estar, no figurar en ningún estamento corporativo.
La decisión, sin apenas boato, de la llegada de César Sánchez también muestra un empeño persistente en no romper la cuerda con el entorno. Resistir a la tentación de traer a cualquier paracaidista. Cierto recato para, al menos, mantener las apariencias. Si a la órbita de Lim se le puede interpretar a partir de las lecturas soterradas, no deja de ser éste un reconocimiento de los riesgos de desnaturalizarse, de la necesidad de parapetarse tras profesionales con rostro amable. El reflejo de una preocupación.
Qué reto para Sánchez y Corona. Deberán llegar pero no pasarse, hacer acopio de poder pero no evidenciarlo demasiado, tener su propia hoja de ruta pero resultar lo suficientemente flexibles como para transigir con decisiones ajenas a ellos.
De fondo, discernir si es una apuesta verdadera, cargada de responsabilidad, con el tiempo suficiente para implantarse, bajo la mirada larga de asentar una estructura deportiva sometida a volantazos perpetuos. Si los fichan para creer en ellos -y eso, claro, incluye controles, fiscalización, límites, algunos cismas- o si es solo otra sesión de maquillaje.
Si, por el contrario, es tan solo un arreglo para taponar parte del vacío estructural tras la caída de Alemany. Si son solo el peaje necesario para ganar margen, generar de nuevo un engranaje lo suficientemente dúctil como para hacer progresar deportivamente al club pero que al tiempo pueda ceder ante sonoras injerencias. Acabados de entrar, oliendo a nuevo, ¿cuál será su influencia en una operación Rodrigo de efectos multibanda?
De fondo, otra oportunidad perdida para explicar en abierto el funcionamiento deportivo de la sociedad (Sánchez y Corona han venido para lo que han venido) y evitarnos malos entendidos: las decisiones estratégicas las toma el propietario. Y las que elige tomar, también.