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Autónomos: La factura de ser tu propio jefe

Montar un negocio propio, la libertad horaria y la autonomía son las ventajas más aplaudidas por los freelancers. Sin embargo, la burocracia y las desigualdades frente a los asalariados empañan el sueño de emprender

| 22/02/2021 | 20 min, 2 seg

VALÈNCIA. Tres millones de personas en España son autónomos, trabajadores que decidieron emprender para llevar a cabo un proyecto con el que sentirse felices. No tener horarios, llevar las riendas del negocio y desarrollarse libremente en la profesión que les gusta les impulsaron a ello. Un colectivo heterogéneo, formado por profesionales de oficios de distinta índole y diferentes entre sí, pero unidos bajo una palabra: abandono. 

Ese es el sentimiento generalizado que muestran al hablar de la figura del autónomo en España y lo hacen con más desazón que nunca porque el coronavirus ha agravado su situación. «Nos sentimos abandonados, pero siempre ha sido así; no es algo nuevo», comenta con cierto enfado Antonio Lorenzo mientras ordena un pilón de libros que tiene en la entrada de su librería El Asilo del Libro. Su lamento parece hacer eco en un colectivo que representa más del 16% de la población activa. Con la mirada puesta en el ordenador de la tienda Undërwood People, Jorge Lorente ejemplifica qué implica ser autónomo: «Desde el mismo día que pones los cimientos de una empresa tienes un socio que se llama Hacienda, que no aporta nada y al que solo le pagas». 

En los primeros compases de la conversación ha pronunciado la palabra clave: pagar. Los gastos que conlleva trabajar por cuenta propia es lo que más descontento genera en el colectivo, y más teniendo en cuenta que este año se ha hecho efectivo el incremento de las cotizaciones sociales. Concretamente, la cuota de autónomos pasa a ser de 289 euros si se cotiza por la mínima y de 1.245,4 euros si se cotiza por la máxima. «En España contamos con una cuota mínima de autónomos de las más elevadas de Europa, y a eso hay que añadir el IVA y el IRPF», critica José Rausell, del restaurante Rausell. De hecho, el informe Doing Business (Haciendo negocios), elaborado por  el Banco Mundial en 2020, situó a España en el puesto número treinta de los 190 países analizados en cuanto a la facilidad para establecer un negocio.

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Son muchas las voces que critican la cuota. Es el caso de Laura Calandria, que lleva catorce años como autónoma porque, afirma: «siempre me he visto trabajando para mí misma». Una ilusión empañada por la realidad de emprender: «Me siento desamparada y considero injusta la cuota, un gasto fijo que tienes que pagar, tengas o no ingresos». Al frente de SuKama, una tienda especializada en ropa de segunda mano, trata de sobrevivir en medio de una crisis que ha recortado de forma sustancial sus ingresos mientras que gastos (local, agua, luz, cotización…) e impuestos se mantienen y las ayudas son escasas. «Ojalá el pequeño comercio tuviera tantas ayudas como las que reciben las grandes empresas», señala mientras termina de doblar una prenda. 

Al otro lado de la calle parece que le escucha Jorge Lorente, que también critica lo complicado que es competir con las grandes empresas: «Subiendo la cuota y los impuestos es imposible competir; la falta de medidas por parte del Gobierno está haciendo que las pequeñas empresas pierdan su capacidad financiera». Con once años a sus espaldas como autónomo, critica que las administraciones no protejan más la economía local. Tanto es así que recrimina que «el mundo laboral vive una estabilidad que no se traslada al trabajador autónomo y esa inestabilidad es la que le dificulta su trabajo».  

A la cola de Europa 

María José Marco eligió por imposición ser autónoma cuando descubrió que el arte era su camino. «Las características que tenemos quienes trabajamos en el sector hacen que no podamos ejercer como asalariados y sí como autónomos», explica. Trabaja desde su refugio creativo en L’Eliana, donde vive, pinta e imparte clases de arte a menores, lo que la lleva a tener unos gastos derivados de su profesión: «Dejando a un lado la injusticia de la cuota, es también incomprensible que no podamos deducirnos gastos que están relacionados con nuestro trabajo o que sea tan complicado justificar ese consumo que al final desistes de hacerlo». Poniendo el ejemplo del teléfono o de los gastos de desplazamiento, suspira que «es casi imposible demostrar que un gasto es 100% trabajo porque las líneas son muy finas».  

Tal y como han apuntado con anterioridad José y Miguel Rausell, al margen de esa cuota fija, el colectivo debe hacer frente al IVA, un impuesto que se debe adelantar antes incluso de haber cobrado las facturas. Si a esto se une el incumplimiento en muchos casos de los plazos estipulados en la Ley de Morosidad, da lugar a un problema de falta de liquidez. Ello hace que el autónomo no tenga dinero suficiente para hacer frente a los gastos que genera su actividad (alquiler de local, pago de materias primas, impuestos…), lo que puede acabar con su negocio y aumentar sus deudas.

En esa tesitura está Ramiro Burbano quien en 2005 decidió obtener el carné BTP y comprar una licencia de taxi, para lo que pidió un préstamo de 90.000 euros. «Antes de que llegara la crisis podía subsistir gracias al turismo; ahora es todo más complicado y no sé si aguantaré mucho más tiempo». Junto al taxi, desvela que su hija le está ayudando a pagar la letra y, con una sonrisa enorme, expresa: «Ella es el consuelo de tantos años de sufrimiento y trabajando infinitas horas».

El asesor fiscal Rafael Sastre ratifica esa dificultad financiera: «El principal problema es atender los pagos fijos (alquileres, retenciones, préstamos, seguros, suministros…); es un estrangulamiento constante a la persona autónoma, y más ahora que los ingresos no permiten sufragar los pagos actuales». Asimismo, sostiene que «con el aplazamiento de impuestos, este problema se va a seguir alargando durante unos meses».

«Las administraciones creen que lo que han hecho con una ayuda de 600 euros por cese de actividad y una serie de préstamos que luego hay que pagar es suficiente»

Y es que, la actual situación económica y social ha hecho que el colectivo de autónomos se haya visto castigado. «En el ámbito económico ha sido sin duda el gran olvidado. Las administraciones creen que lo que han hecho con una ayuda de 600 euros por cese de actividad y una serie de préstamos que luego hay que pagar es suficiente. Están orgullosos, lo que indica claramente que desconocen lo que es tener un negocio por cuenta propia», explica el presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), Lorenzo Amor.

Asimismo, afirma que «España se sitúa a la cola de Europa en ayudas a autónomos y pymes» y expone que frente a economías como Italia, Francia o Alemania, que conceden a las empresas subvenciones a fondo perdido, España basa su política frente a la covid-19 en prorrogar pagos o anunciar subir impuestos y las cotizaciones al pequeño comercio en 2021». Según detalla, países como Alemania han dado por cada cien euros que han perdido los autónomos 74 euros en ayudas directas; en España esta cifra se reduce a catorce euros por cada cien euros perdidos.

A sus 33 años, Ariadna Santana lleva el negocio de Llum Coworking en plena calle de Colón. Durante el confinamiento no tuvo trabajo y siguió haciendo frente a los gastos ordinarios, incluso siguió pagando el alquiler del local. «Los ingresos se desplomaron así que pude optar a una pequeña ayuda que me pemitió mantener el negocio». Pero más allá de esta situación puntual por la pandemia, señala que «al principio todo es muy fácil; te puedes dar de alta como persona trabajadora por cuenta propia en menos de 24 horas, tienes una cuota muy baja… pero luego, ¿qué?». La joven hace referencia a la denominada tarifa plana al inicio de la actividad, con la que el primer año las personas que se dan de alta tienen una cuota de sesenta euros mensuales, que va aumentando según pasan los años. 

Esa ayuda ha contribuido a que muchas personas emprendan. Es el caso de Mari Nagera, que tras muchos años siendo trabajadora asalariada en el sector de la hostelería decidió comprar una licencia en el mercado Central y abrir Nagera Gourmet en marzo de 2020. «Está siendo un año complicado pero, de momento, las cuentas me salen para cubrir los gastos. Es cierto que al no poder comparar mi facturación con la del año anterior no he podido optar a ninguna ayuda, pero al menos tengo la cuota de autónomos mínima», comenta. Lo único que añora de ser empleada es la tranquilidad, pues «cuando trabajas para otro puedes cobrar mil euros pero no tienes ninguna preocupación; si eres autónomo tienes muchos gastos y muchos impuestos».  

Pagar por lo que se ingresa  

Esa pequeña cantidad inicial favorece también a realizar trabajos que den ingresos extra o que sirvan de puente hasta encontrar algo mejor. Es el caso de los trabajadores de Uber Eats o Glovo, que se reúnen en distintos puntos de la ciudad en los momentos previos a las horas de comida o cena. En la plaza del Ayuntamiento aguardan con el móvil en la mano Rafael, Luis, Abel, Leandro, Julio… y así hasta diez hombres, todos ellos de Venezuela, de entre 22 y 56 años. «Si los autónomos españoles estáis llorando, dame un pañuelo porque nosotros estamos peor», espeta uno de ellos. Luis lo explica: «Para ganar unos 800 euros netos debes hacer muchas horas al día. Por ejemplo, ayer gané 36 euros pero estuve trabajando doce horas. El día que la cuota sea más alta no creo que me compense económicamente y lo dejaré, como ya han hecho algunos riders que conozco». El tiempo y la legislación sobre el sector dirá qué les depara el futuro. 

La solución que ponen algunos sobre la mesa es pagar una cuota en función de los ingresos. «Debería haber un equilibrio entre ingresos e impuestos porque no tiene ninguna lógica que paguemos lo mismo cuando los ingresos no lo son», lamentan Miguel y José Rausell, quienes forman parte de los 1,2 millones de autónomos societarios que hay en España.

«Hay que bajar cuotas, no subirlas a nadie porque de cambiarse ahora, el 70% del porcentaje de autónomos se vería afectado»

Su desánimo con el Gobierno es máximo pues se encuentran a pocas horas de tener que volver a cerrar su restaurante a causa de la covid-19 y tras realizar una inversión de unos 8.000 euros para acondicionar la sala. «No es la primera vez que ocurre algo así porque cuando se aprobó la Ley Antitabaco muchos locales se acondicionaron para tener un espacio de fumadores y luego se prohibió tenerlos», recuerdan. 

Calcular la cuota del profesional autónomo en función de sus ingresos o fijar unos tramos dependiendo de ellos está sobre la mesa desde hace tiempo. Todo indica que 2022 será el año en el que los autónomos podrán escoger su cotización o estipular unos tramos para que, en función de los ingresos, elegir el que sea más acorde a sus entradas reales.

Sin pormenorizar, Lorenzo Amor comenta que desde la federación hay disposición a aceptar una medida como esta pero solo en el caso de que «sea el autónomo quien adecúe su cotización a lo que ingresa». Asimismo, considera que la medida no llega en un momento idóneo, tanto por la actual situación como por los problemas técnicos para ponerla en práctica. Por ello, se muestra rotundo en no apoyar «ningún cambio en el sistema de cotización de los autónomos que implique un aumento de las cuotas. Hay que bajar cuotas, no subirlas a nadie porque de cambiarse ahora, el 70% del porcentaje de autónomos se vería afectado».

Generadores de empleo

Otro punto que destaca el colectivo es su papel en la economía circular y en la creación de empleo. De hecho, el 39,1% de ellos tiene trabajadores a su cargo; es decir, 1,28 millones de autónomos crean empleo. Sin embargo, los salarios y cotizaciones de sus empleados hacen más difícil su subsistencia. En algunos casos han tenido que prescindir de ellos y en otros solicitar un ERTE para seguir con su actividad. Según los últimos datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones con fecha de diciembre de 2020, en España hay 755.613 trabajadores afectados por un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo), un tercio de ellos en la hostelería.

Conversando con Salvador del Amo tras la barra del café La Catedral sobre los problemas del autónomo, recibe una llamada. Es su asesora, que le indica que dadas las circunstancias económicas y sociales derivadas de la covid-19, su empleado, Javi, deberá acogerse al ERTE. Se lo comunica allí mismo, mientras sirve unas cervezas y dice: «Mejor eso que nada». Con él, ya son cuatro los trabajadores que están en su misma situación, por lo que solo queda Salvador: «El Gobierno está maltratando con las medidas sin sentido que está poniendo y la lentitud de la burocracia». A sus 64 años lo tiene claro: «Terminaré por jubilarme antes, y con la que está cayendo aún más». Eso sí, dice que echará de menos las conversaciones con los clientes en la barra y los «amigos habituales». 

Los hermanos Rausell explican que en el restaurante trabaja una veintena de personas, lo que supone un gasto importante en el día a día. «Levantar la persiana cada día son unos cuatro mil euros de gastos. Aunque nos pese, en la actualidad, no podemos asumir las nóminas de los trabajadores porque en el mejor de los casos estamos activos al 30%», comentan apenados. Una situación que se hace extensible al resto de autónomos con trabajadores a su cargo pues el último barómetro realizado por la Federación Nacional de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) revela que mientras que el 47,3% del colectivo de trabajadores por cuenta propia espera mantener empleo durante 2021, 280.000 autónomos (el 17,1%) prevén disminuir su plantilla en los próximos meses. 

«Se han prorrogado los ERTE, se ha prorrogado el cese de actividad, pero es el momento de poner en marcha ayudas directas»

Otros, como Javier Navarro, decidieron prescindir de los empleados hace ya algunos años por el alto coste que supone: «Si tienes trabajadores a tu cargo no solo estás todo el día pendiente de su trabajo y de cuestiones burocráticas, sino que además es una carga económica muy elevada», comenta haciendo alusión al sueldo bruto, la Seguridad Social o el coste de una asesoría. Pese a ello, tiene claro que su vida es la de ser autónomo y trabajar a solas: «Llevo treinta años ejerciendo como albañil, me gusta mi profesión y ser mi propio jefe, organizándome los horarios como quiero sin tener que dar explicaciones». En el caso de Laura Calandria, prescindió de su empleada e incluso traspasó la otra tienda que tenía poco antes de la crisis: «Fue una casualidad, pero a principios de marzo de 2020 traspasé la otra tienda que tenía porque no me salían los números. Por suerte, fue la trabajadora que tenía quien se quedó con ella».  

Un panorama que Lorenzo Amor no prevé mucho mejor para este año. «2021 ha llegado con nuevas restricciones, con nuevos cierres, y se plantea muy duro. Se han prorrogado los ERTE, se ha prorrogado el cese de actividad, pero es el momento de poner en marcha ayudas directas. Es un SOS al Gobierno. O se articulan ayudas directas como las que se han puesto en marcha en otros países europeos, o desgraciadamente muchos trabajadores en ERTE no van a poder recuperar su puesto de trabajo, muchos autónomos no van a poder volver a sus negocios tras el cese de actividad extraordinario», sentencia.  

El caballo de Troya: las pensiones

Una incertidumbre que se traslada a las asesorías, que han visto desbordado su trabajo desde el inicio de la pandemia. «Las asesorías nos hemos visto desbordadas por culpa del cambio de las normativas y del BOE, que complicaba aún más la información relativa a las ayudas o cuestiones que atañen a las personas autónomas», explica Rafael Sastre haciendo referencia a las ayudas por el cese de la actividad, ERTE o, ahora, en relación al Plan Resistiré. Además, subraya que muchas personas que realmente lo necesitaban se quedaron fuera de las prestaciones del Gobierno debido a la casuística de cada uno de los autónomos y remarca que «en las ayudas de las Comunidades Autónomas se quedaron muchos fuera por su bajo presupuesto». Ejemplo de ello es que en la Comunitat Valenciana las ayudas del pasado mes de abril se terminaron en tan solo 39 minutos.

Cansado de la burocracia y su lentitud, Javier Navarro afirma que en sus treinta años como autónomo nunca ha cogido una baja: «He estado ingresado en el hospital y nada más tener el alta me he puesto a trabajar. Incluso he tenido una hernia discal y he seguido trabajando porque la baja empieza a contar pasados unos días, prácticamente cuando ya esté bien». Ramiro Burbano tampoco cogió una baja en sus días como trabajador autónomo en la obra: «Las condiciones laborales eran pésimas y, eso, junto a mis problemas de salud, me llevó a dejar la obra». Solo José Rausell ha cogido la baja, y fue por culpa del coronavirus que, además, hizo cerrar el restaurante unas semanas: «No sabía si podía acogerme a una baja pero, por suerte, está considerado como accidente laboral y tenemos derecho a cobrar el 75% de nuestra base reguladora».

Esa capacidad de sacrificio la comentan todos durante la conversación, enfatizando las horas que dedican a su negocio y cumplir su sueño. «Trabajamos todos los días, ya sea físicamente en nuestro negocio o en nuestras casas, actualizando la web o las redes sociales, preparando las facturas… Somos casi como héroes; hacemos de todo». Lo dice Jorge Lorente pero se podría poner en boca de cada uno de ellos pues les une esa adicción al trabajo. 

«Llevo cotizados cuarenta años para tener una jubilación pésima. Es una vergüenza»

Eso sí, conforme pasan los años esa carga laboral comienza a pesar, especialmente cuando la edad de jubilación está en el horizonte. «Toda la vida trabajando por cuenta propia, sin tener vacaciones y ganando menos que si estuviera en una empresa para tener una jubilación de unos 700 euros», lamenta Javier Navarro. En la misma tesitura se muestra Antonio Lorenzo, que en cuanto cumpla los 67 años se jubilará: «Llevo cotizados cuarenta años para tener una jubilación pésima. Es una vergüenza». Por su parte,  María José Marco califica la cuantía de la jubilación de «precaria» y «ridícula» porque «pagamos una cuota elevada, que para autónomos como yo significa mucho, para luego no tener una jubilación acorde con lo que percibiremos». 

Federico Madrid, del despacho Nova Asinte, explica que la cuantía es menor debido a la base de cotización: «Subiendo la base de cotización, la cuantía a percibir en caso de baja o de la misma jubilación aumentaría pero, claro, es normal que las personas no lo hagan porque la cuota de autónomo es muy elevada para muchos y no se lo pueden permitir». 

Para llegar a ese tan deseado momento antes hay que cumplir una serie de requisitos, comunes para todos los trabajadores. Así, se debe haber cotizado como mínimo 37 años y, en el caso de haber trabajado menos tiempo, se deberá esperar a tener 65 años y diez meses. Cifras que irán incrementando hasta llegar a 2027, cuando serán necesarios 38 años y seis meses cotizados para poder retirarse con 65 años, y menos de ese tiempo para jubilarse con 67 años. En cuanto a la cuantía a percibir, actualmente se tiene de referencia los últimos 23 años pero en 2022 se tomará el promedio de los últimos 25 años.

Un lamento que se acrecienta cuando se comparan con los asalariados, pues su pensión de jubilación es muy inferior a la de las personas que trabajan por cuenta ajena. Según las estadísticas oficiales de la Seguridad Social, existen 1.968.821 pensionistas procedentes del régimen de autónomos, con cifras correspondientes a noviembre de 2020 facilitadas por ATA. Unos datos que muestran que el importe medio de la pensión que cobran los autónomos es de 702 euros mensuales, una cuantía bastante menor que los 1.118,51 de pensión media con que se incorporan los nuevos jubilados que han estado cotizando por el Régimen General. 

Saben que la solución pasa por tener un plan de pensiones o subir su cotización, pero ambos exclaman: «¿Cómo lo voy a tener si a duras penas puedo llegar a fin de mes?». Más suave pero igual de contundente se muestra Vicente Gabarda, quien todavía frecuenta su vinoteca Bodegas Baviera, uno de los locales centenarios de València: «La jubilación de los autónomos está obsoleta, no corresponde con lo que hemos ido pagando a lo largo de los años; es injusto y desproporcionado tener esa compensación, pero seguiremos luchando para que las próximas generaciones tengan mejores condiciones económicas». 

Más allá de esa jubilación que ya disfruta, Gabarda se muestra feliz por el legado que ha dejado: «No he tenido horarios, ni vacaciones pero sí la satisfacción de haber superado adversidades y que la bodega continúe abierta muchos más años —ahora está su hija Ángeles—». Felicidad también para Ariadna Santana, que considera que ser autónoma es «una de las mejores cosas» que le he pasado: «Como asalariada no era feliz en mi trabajo, y llevando las riendas del coworking sí». 

Una felicidad por hacer lo que realmente les gusta que lleva a las más de tres millones de personas a dejar a un lado las adversidades y seguir haciendo realidad su sueño. Y con su trabajo seguirán contribuyendo a generar riqueza, ya sea levantando la persiana del negocio, pintando un lienzo, haciendo una reforma o atendiendo a los clientes que pasan por la tienda. Y mientras hacen equilibrios para llegar a fin de mes seguirán, como bien dice Gabarda, «luchando para que las futuras generaciones de autónomos tengan mejores condiciones». 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 76 (febrero 2021) de la revista Plaza

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