VALÈNCIA. La fiesta. Cuánto la echo de menos. Eso sí que eran buenos tiempos y no estos de pandemia. Da igual que fueran los colegas del parque, los del fútbol o los de clase, siempre buscábamos una excusa para pegarnos un festival. Eso sí, dependiendo del momento, el lugar o la gente íbamos a discotecas tipo Bananas o a estilos más como la Indiana. Y esto, a un amigo mío le generó una pregunta curiosa el otro día ¿Se podía ser de las dos? Sí ¿Puede no gustarte ninguna? También. ¿Me encantaba salir de fiesta en la noche valenciana? Obvio.
Como también me resulta obvio –a la par de absurdo- uno de los debates que hay ahora mismo en Valencia. No el de las discotecas, que también estaría en su época –menos mal que no había twitter- sino el de poner etiquetas de Pro/Anti algo, o si esto o aquello se debe opinar.
Ahora resulta que criticar el planteamiento o los cambios del entrenador es de ser blanqueadores y serviles a un régimen, igual que el no poner un tweet felicitando una victoria del equipo de Mestalla es que no eres del Valencia CF. Y así con todo. Con el mayor respeto del mundo, es absurdo lo mires por donde lo mires.
Mirad, yo era capaz de irme un viernes a La Indiana con una camisa del Zara y zapatos de mi padre y acabar el sábado en Bananas con unas Nike Cortez y una camiseta de Gurú si eras más modosito o de “No Fear” si eras un tipo duro. Mis amigos y yo nos lo pasábamos bien a pesar de que no comulgábamos a tope con ninguna de las dos. Y no lo hacíamos porque cada una tenía cosas que nos gustaban a tope o que directamente detestábamos al nivel de querer odiarlas en algún momento. Habían cosas que nos flipaban de la Indiana como el nivelito del lugar, las chicas que habían, los tiburones de la puerta –sí habían tiburones que acabaron calcinados tras un incendio- o cruzarte con los jugadores del Valencia CF –en esa época eran ídolos-. Sin embargo odiaba que era muy cara a todos los niveles en comparación con otras, que te obligaban a llevar zapatos e incluso a veces ni te dejaban entrar con ellos, o que allí era imposible ligar si eras de Torrefiel como yo.
Con Bananas me pasaba justo lo contrario, me molaba porque allí era el barro más absoluto y eso me divertía. Coincidías con gente no tan elitista y eso te abría un abanico de posibilidades a todos los niveles. Risas, locura, cubatas más baratos y muchísimo ligoteo…Pero esa virtud era su principal defecto: problemas en el parking, ciclados por doquier y el besódromo que siempre acababa en lío. Encima era un pateo volver en coche y siempre trincaban a algún chalado de camino.
Es lo mismo que me pasa en el Valencia CF. Que la gestión deportiva sea nefasta, no implica que no podamos ni debamos exigir al equipo. Se puede estar en contra de la gestión de Meriton pero pedirle a este equipo y al entrenador un poquito más. No debería ser un problema aplaudir lo que esté bien y rajar –constructivamente- de lo que esté mal a cualquier nivel. De este Valencia CF hay cosas que me gustan, como el grupo que se ha conformado en Paterna. Ese vestuario está muy unido –a día de hoy- y hay una cantera que tiene nanos que debemos cuidar, así como departamentos que funcionan como un reloj –como por ejemplo el de Marketing-. Y por decir esto no soy más ni menos crítico en otros aspectos. Estoy siendo justo. Porque hay cosas que no me gustan nada, como las malas decisiones que toma Meriton en lo deportivo y lo social, las salidas de tono de Anil Murthy o la falta de profesionalidad palpable en algunas áreas de alto postín.
Deberíamos saber encontrar el equilibrio. Saber diferenciar entre la crítica destructiva y la constructiva. Entre el opinar sobre un partido o una situación mal gestionada con el buscar siempre una confrontación por decreto ley opines lo que opines. Porque cada opinión es un mundo, como lo era cada discoteca de esas épocas, y debíamos respetar a los que fueran a The Face, Salamandra, Arabesco, Chocolate, Puzzle –con faraona incluída- o más recientemente Betty Pop –esta última solo era para pastelear y hacerte el guay-. Va, si sois más “viejuners” os sonará mejor Spook, Distrito 10 o Arena Auditorium, a las que yo no he llegado a ir.
Y Javi Gracia, que no sé si fue alguna vez a Bananas –os sorprenderíais cómo algún exjugador del Valencia CF acabó en su día en el besódromo con la pirindola en el cubata, con mi amigo El Gamba como testigo- o si ha pasado por La Indiana –ahí iban muchos futbolistas de muchos equipos ya que perteneció a nuestro querido Jaume Ortí y se rumoreaba que hasta se gestaban fichajes o se conspiraba en salas vip- pero lo que sí sabemos seguro es que comete errores. Y no es nada malo, es una realidad que hay que entender, asumir y mejorar. Más allá de que le dejaron un equipo cogido con pinzas, Gracia es un gran entrenador, y necesita ayuda y realidad no que justifiquemos todo con la lamentable gestión deportiva. Sobre el papel el Valencia CF ha sido mejor que muchos equipos y no ha conseguido ganarles; y sobre el césped nos han demostrado que pueden pelear contra casi cualquiera con un buen planteamiento. Querer es poder. Pero para poder los de arriba también tienen que cumplir y para eso hay que seguir informando y fiscalizando la gestión de este club, siempre desde el respeto, por supuesto. Una cosa no justifica la otra, a pesar de que al final de la película vayan ligadas en cierto modo.
Es que a mí me ha pasado en La Indiana. Yo pensaba que no ligaba porque no tenía un buen coche, no podía invitar a cubatas o mi ropa era bastante justita para lo que allí se cocía. Pero no era verdad, cuando me di cuenta que debía mejorar mi estrategia y apoyarme en mis compadres para intentar conseguir el objetivo, todo fluyó. Dejé de justificar mi mala racha, y acepté las críticas de mis amigos y amigas que me ayudaron a mejorar. De la misma manera que en Bananas iba con la idea preconcebida de que iba a acabar la noche con jaleo, hasta que comprendí que dos no pelean si uno no quiere. Y encima ligaba, que allí era más fácil –no me preguntéis por qué-.
El expresar una opinión respetuosa o hablar con alguien no puede ni debe ser nunca motivo de coacción ni justificación ante nada. Tampoco lo debe ser para generalizar –algo muy burdo e ignorante- cuando se intenta justificar algo injustificable. Sea un planteamiento del entrenador o la gestión de Meriton. Ni todos los que iban a La Indiana eran pijos, ni los que iban a Bananas eran ciclados.
Porque yo ni era de Bananas, ni era de La Indiana. A mí lo que me gustaba era la fiesta.
Igual que los valencianistas no somos ni de Lim, ni de Gracia; no somos de blanco o negro, porque somos blanquinegros. Somos del Valencia CF (y algunos como yo, de la noche valenciana).