VALÈNCIA. Los equipos de fútbol no son maquinarias de precisión, ni mucho menos. Suelen ser irregulares y están sujetos a muchas y diversas circunstancias. Sucede en todas las categorías. Además, a mayor entidad del club y más altos emolumentos para sus futbolistas, más complejidad. Los jugadores tienen días buenos y días malos, como cualquier mortal, aunque sus sueldos no lo sean. A veces están inspirados y otros no dan una a derechas. Hay ocasiones en que entra el balón aunque le des con la rodilla y otras en las que ya puedes estar fino, que no hay manera. Así va esto. Todos lo sabemos y lo asumimos.
Lo que no debería ser negociable es la actitud. Es lo que no tolera ninguna hinchada en el mundo, lo que provoca los mayores divorcios entre un equipo y su afición. Ver que un once no chuta, aún siendo muy superior al rival, porque le falta orgullo y casta. Ese es un pecado y de los gordos. Y además provoca decepciones que, a menudo, no tienen vuelta atrás. La cosa es peor aún si se da en clubes humildes como el Llevant, en los que valores como la intensidad o el compromiso son esenciales para compensar las carencias de un presupuesto ajustado y poder hacer frente a cualquier rival. Pasó en Son Moix, pero no es la única vez que ha sucedido esta temporada.
Nos permitimos ilusionarnos porque, si exceptuamos la primera mitad ante el Atlético, el Llevant post confinamiento había mostrado un nervio encomiable. Sin embargo el grupo (una parte del grupo, en realidad) ha vuelto a caer en la indolencia y en la falta de ambición. Es el motivo por el que esta plantilla, una de las mejores de nuestra historia, no ha podido aspirar a más.
Los chicos tienen ganas de marcharse de vacaciones y es comprensible que no se dejen la piel en partidos que ni les van ni les vienen. Habrá quien querrá comprenderlo así, con el objetivo de la permanencia conseguido y el parón por la pandemia. Sin embargo hay muchos motivos para desautorizar este pensamiento conformista: a efectos de ingresos no es lo mismo quedar en una posición que en otra; el entrenador y el cuerpo técnico quieren crecer y mejorar guarismos, lógicamente, para refrendar su apuesta y su trabajo; hay futbolistas que desean reivindicarse; hay hinchas a los que les hace ilusión quedar por delante del Valencia CF, por ejemplo, o tener opciones hasta el final de conseguir plaza europea, por difícil que sea.
Por si todo esto fuese poco está el respeto por el escudo y por la imagen del club, muy dañada, tras el bochorno de Mallorca, a ojos de otros equipos implicados en la lucha por evitar el descenso. Imaginen que nos sucediera a nosotros. Que dependiéramos de un tercero para salvarnos y que se desenvolviera en el campo como el Llevant.
A los dos minutos de partido el Mallorca ya había abusado de la defensa granota, con dos ocasiones claras. Con escasos mimbres, Vicent Moreno ha obrado el milagro de que un equipo limitadísimo siga con opciones de salvación. Su colega Paco López le dio demasiada ventaja, ya en el once, al alinear a Toño y Coke como titulares de nuevo. Lo intentan en ataque, a veces con éxito, pero el equipo sangra en defensa, por sus bandas. A eso se unió que Campaña, que venía siendo esencial tras el regreso, parece que ya va pensando en otras cosas y afrontó el partido sin ritmo, sin precisión, sin timón, con pérdidas desesperantes. Radoja, además, sin Vukcevic a su lado, estuvo huérfano, apagado, ausente. Melero apenas puso tesón. Pier acusó, lógicamente, la falta de ritmo. Etcétera. Demasiada ventaja hasta para un rival tan débil. Por momentos también Bardhi estuvo desaparecido y apenas llegaba algún balón a Roger. Morales lanzó algunos fogonazos y estuvo incisivo. De los tres surgió el escaso peligro granota.
La segunda mitad fue un estéril monólogo blaugrana (uniformados con el pijama, de nuevo): dominio y posesión con escasas llegadas. López no consiguió revolucionar el partido con los cambios. Desde el 63' Mayoral y Hernani aportaron llegada al área, centros y pelea. En el 78' salieron Rochina y León. El saguntino movió al equipo y estuvo a punto de marcar. Era tarde. Faltaban doce minutos para el final y el Mallorca moriría por atar los tres puntos, dejando pasar el crono, como sucedió.
En el 83' Kubo esbozó una cruel metáfora de lo que fue el Llevant durante todo un partido que empaña, lastimosamente, este final de temporada. Remató solo desde el punto de penalti ante la atenta mirada de media docena de levantinos que no alcanzaron a encimarle, mientras Aitor iba loco, como un gato, en busca del balón y de los rivales. Un desacato de jugada. Un resumen de la actitud y la escasa intensidad mostrada por el equipo.
UNO A UNO: Aitor (6); Coke (3), Pier (5), Vezo (5), Toño (3); Campaña (3), Radoja (4) (Hernani (6) 63'), Melero (5) (Rochina (6) 77'), Bardhi (6), Morales (6) (Mayoral (6) 63'), Roger (5) (León (sc) 77').
—Paco López (4)
GOLES: 1-0 Chucho 39'; 2-0 Kubo 83'.