VALÈNCIA. Seis años menos cinco días separan el dramático 5-1 de Los Cármenes, que acabaría con el Llevant sentenciado (y en Segunda poco más tarde) del de ahora. Es un mal precedente pero el once que elija Alessio –esperemos que sin concesiones a la indolencia– debe saltar al césped con dos ánimos: el de venganza, por aquella injuria humillante simbolizada por el 9 franco-marroquí, que no olvida ningún granota; y sobre todo con la determinación de saber que en 90 minutos todo un curso, con más sombras que luces, está en juego, que las escasas opciones que quedan de salvar una campaña que puede ser trágica para el levantinismo en todos los órdenes –deportivo, social, económico, institucional…– pasa por el triunfo. Algunos de los que salten a defender la zamarra blaugrana en este lance tan decisivo ya tienen atado su futuro lejos de Orriols y están pensando más en ello que en firmar una heroicidad con este Llevant. ¿Serán capaces de hacer un último servicio y contagiarse de la mayoría que viene demostrando una sólida profesionalidad?
Apuramos opciones de seguir con vida en Primera y no repetir aquel desenlace de 2016. También tenemos la obligación de meter al Granada en un problema, del que prácticamente escaparía si nos vence. Una victoria granota (por menos de tres goles de diferencia) dejaría a los nazaríes cuatro puntos por delante más el golaveraje, pero la jornada podría ser redonda con la derrota del Mallorca en Elx y la visita del Cádiz al Camp Nou el lunes. Si los gaditanos caen, el Llevant quedaría a cuatro puntos de la permanencia, una distancia inimaginable hace unas semanas.
Esta vez sí que hay que mirar la tabla y no sólo el partido, porque el partido cobra todo su sentido en la actual coyuntura clasificatoria, algo que debería entender todo el levantinismo y sobre todo su cuerpo técnico y sus futbolistas. Sólo sirve la victoria en la madre de todas las finales. La victoria daría opciones reales para poder seguir luchando por el milagro. El empate o la derrota serían prácticamente definitivos; emocionalmente definitivos. Por eso se debe saltar a por ella desde el minuto uno, sin especular, sin indolencia, sin la actitud a que nos tiene demasiado acostumbrados el equipo en muchos partidos a domicilio de este curso infame que hoy tiene la opción de dar un giro argumental en un guión a menudo cruel. 205 levantinos viajarán a Andalucía para alentar a los nuestros. Son todas las entradas que ha ofrecido el Granada y las que ha conseguido negociar el Llevant.
Aquel día de 2016 El Arabí, armado de una evidente deficiencia neuronal, quiso humillar con su gesto a Mariño y a todo el levantinismo, que quedaba hundido con su hat trick, dándole unos tiros de gracia al portero, impropios de un deportista. La herida sigue abierta y la afrenta, viva. Alessio ya estaba en el club. También Morales, el único que queda de aquella alineación. Y Roger y Pepelu… El Llevant volvió a caer en Segunda, tras seis temporadas en la élite. Ahora corre ese mismo riesgo, tras cinco. Y hoy es el partido más importante del año, como aquel, para evitarlo, en el mismo escenario del quinto y tapa, la calle Caldereria, la omnipresencia de la sierra nevada y los Planetas. Hoy sí que hay que mirar la tabla, porque después del partido de la mágica ciudad de la Alhambra no habrá ya margen para apenas nada. Hoy es la madre de todas las finales. Y hay que dar la talla. Ante los 205 desplazados y ante todo el levantinismo. No falléis.