VALÈNCIA. No quiero ser gafe. A ver si me entrego incondicionalmente a Calleja, tras 16 partidos de Liga invicto al frente del Llevant y la pifiamos, ahora que por fin estamos en ascenso directo y con un calendario óptimo (y una jornada plausible) para encaramarnos arriba del todo y no abandonar el liderato hasta certificar matemáticamente el ascenso. Aún sin querer serlo, cada día es más complicado insistir en la duda que generan ciertas decisiones del míster, lo confieso, ya que los resultados me cierran la boca partido a partido.
Me gustan de Calleja sobre todo dos cosas. La primera es su presencia pública, tanto en redes como en ruedas de prensa, siempre tranquila, sensata, sin estridencias; siempre con un gesto positivo hacia el trabajo duro y la constancia, hacia sus futbolistas, hacia “nuestra afición”. Quizá pueda parecer una cuestión baladí pero no lo es: tras el curso anterior y el fiasco de Nafti era importante que tomara el altavoz alguien capaz de destensar la situación y soltar presión ante el reto del ascenso. Admiro su actitud y su inteligencia. La segunda es el trabajo táctico defensivo de todo el equipo, fruto de una estrategia clara y trabajada semana a semana, incluso contando con futbolistas cargados de dudas que han mejorado sus prestaciones (Vezo y Pier. Tampoco quiero ser gafe…) o apostando al fin por un futbolista superlativo como Pubill, pero sobre todo me refiero al trabajo del bloque, a balón parado, en las coberturas y en las transciones defensivas. En esta faceta el Llevant hacia años que no lo hacía mejor.
Sin embargo, no veo evolución en otros aspectos. Es difícil tenerlo todo y quizás la solidez defensiva hace que se resienta el nervio ofensivo. Dos extremos y dos delanteros parecen una utopía. Jugamos con un ariete que marca poco porque no le llegan balones y con un extremo, De Frutos, que, sin estar a su mejor nivel, es el futbolista más determinante de Segunda. Aparte, cuatro defensas y cuatro mediocentros para tejer una telaraña, con balón o sin él, a veces con cierta licencias entre líneas para uno de los medios. Así, dos futbolistas con gol y hambre como Cantero o Ibáñez apenas cuentan. Ni hablamos de Wesley como segunda punta. ¿Mostraremos una versión (más) ofensiva de este equipo o ascenderemos sin verla?
Calleja tampoco es rápido para intervenir en el desarrollo interno del partido ni con los cambios. A menudo el equipo sufre tras adelantarse y se echa atrás o cede peligrosamente la iniciativa, sin reacción desde el banco.
Las rachas son bonitas y anécdoticas: hemos merecido perder más de un partido con Calleja; también fue injusto no ganar durante aquella infausta mala racha. El mejor partido de este año, hasta la fecha, fue la derrota ante el Atlético. Así es el fútbol.
Las dificultades crecerán con el paso de las jornadas, visto el nivel competitivo de unos cuantos rivales y quizás en algún momento no sean suficientes las actuales prestaciones ofensivas. Pero de momento Calleja nos calla la boca. Y ojalá lo siga haciendo muchas semanas. Me encantaría que el equipo evolucionara hacia un fútbol con más ocasiones y goles. No sería tan hipócrita como para argumentar que Calleja construyó el equipo desde atrás y necesitaba tiempo. Pero me rompería las palmas de aplaudirle como el primero.