VALÈNCIA. Seguramente, una vez tomada la decisión del cese de Marcelino, nadie en el ‘planeta Meriton’ calibró el riesgo que suponía la contratación de un entrenador del perfil de Albert Celades. Ni valoraron, porque nunca les ha importado, el riesgo de incorporar a un entrenador ayuno de la mínima experiencia en banquillos de élite ni mucho menos el hecho de meter en un vestuario acostumbrado y construido para un estilo de juego definido a un técnico que abandera una filosofía radicalmente distinta. Afortunadamente Celades, en lo tocante a su inexperiencia, se ha sabido manejar con la prudencia aconsejable y ha ‘caído de pie’ en el vestuario por su talante totalmente alejado de la beligerancia que puede llevar en la mochila un entrenador consagrado y acostumbrado a imponer su doctrina por encima de todo. Él, sabedor de no contar con bagaje suficiente como para imponer casi nada y conocedor del predicamento que su predecesor había sido capaz de ganarse en la plantilla, ha sabido entrar de puntillas sin pisar ningún callo que pudiera alborotar el ‘gallinero’ y se le pudiera volver en contra de manera que ha convertido en aliado a un grupo que, de haber actuado de otra forma, le podría haber sido hostil. En ese sentido y aunque sea pronto para cantar victoria da la sensación de que el técnico catalán ha ganado una partida importante y, reconociéndole el mérito al propio Celades, será justo reconocer que ha contado con la leal colaboración de un vestuario sano y honesto.
La plantilla del Valencia CF ha agarrado con fuerza el peso del Club ante la alocada huida hacia adelante de unos dirigentes que han demostrado sobradamente no estar capacitados para dirigir un Club de Fútbol profesional y lo han hecho protegiendo y ayudando a un cuerpo técnico que asumía un reto complicado. En medio del oleaje reinante les hubiera sido sumamente fácil esconderse tras las lesiones y los vaivenes de los mandatarios siendo estos últimos los que hubieran tenido que apechugar públicamente por todo lo que habían destruido sin miramiento alguno y, sin embargo, han hecho justo lo contrario: tiran al entrenador en quien confiamos, intentan cargarse al delegado que nos ayuda, pretenden despedir al recuperador que nos saca de las lesiones, desmontan el equipo médico para imponer otro que no atina en los diagnósticos y de ahí hasta la próxima ocurrencia disparatada pero... lejos de arrojar la toalla nos hacemos fuertes ante la adversidad y proyectamos la imagen de seriedad y compromiso que los directivos son incapaces de proyectar. Desde ese punto de vista , tanto el nuevo técnico como la plantilla, se han ganado sobradamente el respeto y la consideración de una afición que sabe reconocer a quien da la cara y actúa con honestidad.
Otro cantar es el que tiene que ver con el otro riesgo al que hacía referencia en las primeras líneas de esta reflexión: la enorme diferencia entre el estilo de juego que Celades pretende y el que tenía automatizado el equipo. Porque es una evidencia que el equipo ha cambiado la piel y, aunque siempre he confiado más en los equipos que saben defender el fuerte que en los que se asemejan la la ‘Carga de la Caballería Ligera’, no tengo todavía claro si Albert Celades conseguirá alcanzar el equilibrio necesario para vestir su Santo sin desvestir ningún otro. La ‘cultura defensiva’ del Valencia, que se consigue con un machaque constante sobre el futbolista, ha pasado a desempeñar un papel secundario en favor de la proyección ofensiva desde la teoría de que el equipo se libera de mordazas tácticas y da rienda suelta a su talento, que no es poco. El control del juego queda sacrificado ante la explosión de creatividad ofensiva. Algo que puede proporcionar partidos espectaculares y cargados de épica como el del pasado miércoles y que, en una tarde inspirada, puede alumbrar alguna que otra goleada llamativa pero que genera alguna duda por lo incierto de su propia sostenibilidad. Se trata de ser corredor de fondo o de batir el récord de los 100 metros lisos. ¿Qué es mejor y qué peor? Eso queda a juicio de cada cual. El Valencia se ha convertido en un equipo más bonito pero el reto es conseguir que, más allá de la vistosidad, sea un equipo fiable en el medio y largo plazo.