Alexis Ruano entraba como un avión en el área para encarrilar la séptima Copa del Valencia hace doce años. Recuerda cómo casi no pudo celebrar su gol... ni tampoco el título
VALÈNCIA. Estadio Vicente Calerón. Minuto 12 de la final de Copa de 2008. Un balón al área impecable de Silva y un avión que subía el segundo gol del Valencia al marcador. No había pasado ni un cuarto de hora y el fondo norte ya había olvidado una temporada aciaga. Aunque tardó pocos días en recuperar la tristeza, el valencianismo no olvidará un título que define a la perfección el siglo XXI del club: un vaivén de grandezas y debacles.
El pasado jueves se cumplieron doce años de una noche para recordar en Madrid. La séptima Copa del Rey en las vitrinas del Valencia será conocida como la no celebrada. Y eso, fuera de las fronteras del Cap i Casal, extraña. El temprano cese de Quique Sánchez Flores, el caos institucional y el patinaje de Ronald Koeman hicieron de aquel un curso explosivo.
No fue fácil para Alexis Ruano. Aterrizaba en Valencia ese verano con 22 años desde Getafe y en noviembre una lesión de rodilla le dejó en el dique seco más de cuatro meses. Jugó poco. De hecho, la final fue su único partido en aquella Copa. Y marcó: "Me dieron mucha confianza, llegué a un grande y me rompí... Por suerte aquel gol ayudó a limpiar un poco ese inicio", le cuenta a Plazadeportiva.com
La noche era muy joven y el Valencia ya le ganaba al Getafe por 2-0, y eso dio "un chute de confianza en una temporada tan complicada". El gol parece de pizarra, pero Alexis lo cuenta como algo extremadamente sencillo. Como un baile de memoria: "Solo intento ganar la espalda al defensa, doy un pasito palante', hago el amago y se queda detrás. Y luego ya... suerte porque la pelota cayó donde yo fui". Probablemente Silva sabía a dónde iba como un resorte el malagueño.
La celebración del gol iba a ser una premonición del festejo de la Copa. Un querer y no poder. Exazulón, Alexis asegura que tuvo rápidamente un conflicto interno sobre si gritar el tanto a los cuatro vientos o guardar su felicidad en secreto: "Dentro de mí quería celebrarlo y no, por respeto, pero gracias a Villa no lo hice porque me agarró y me tiró al suelo", recuerda entre risas. Aunque se maldice al mismo tiempo porque "encima fue en la portería donde estaba nuestra gente...".
Y es precisamente eso lo que más le sorprendió al entonces joven central del Valencia: las celebraciones. Justo mientras rememora el fulminante despido de Quique, para en seco: "(...) Pero lo que sí que me extrañó a mí muchísimo es que no celebraramos la Copa. ¿En la situación que estábamos? Yo tenía unas ganas…", reconoce.
Y es que la situación era muy engorrosa: con Cañizares, Angulo y Albelda apartados y con una relación más que tensa con el técnico. Cuando Alexis habla de la autogestión del vestuario en la final de 2008, lo hace con elegancia: "Sabíamos que ese partido lo teníamos que ganar sí o sí. Koeman puso el once... y dentro del terreno de juego los jugadores hacemos nuestras cosas". Además, esa grave lesión de noviembre le hizo pasar algo menos de tiempo en los vestidores de Mestalla y Paterna junto a sus compañeros, así que, como rookie en ciernes, era mejor ser figurante y no actor principal.
En las siguientes temporadas, Alexis no terminó de cuajar como el mariscal que Unai Emery necesitaba en su alocada zaga, así que terminó emigrando a Sevilla dos años después. Eso sí, ni él ni el valencianismo olvidarán aquella isla de sonrisas en un mar de lágrimas que fue la no celebrada del Calderón. Ni tampoco el minuto 12.