VALÈNCIA. El futuro de Edinson Cavani es uno de los problemas que el Valencia CF tiene en su horizonte próximo. Con una ficha de 5 millones de euros brutos que el club pretende eliminar para seguir rebajando su coste de plantilla, el club de Mestalla está dispuesto a conceder la carta de libertad al charrúa que parece mirar con buenos ojos su aterrizaje en Boca Juniors.
Con un futbolista a disgusto con el rol secundario que Baraja le acabó dando en el tramo definitivo de la temporada, la realidad es que por encima de gustos personales la objetividad de los números habla de que el rendimiento de Cavani en el Valencia CF ha sido a todas luces insuficiente.
Además de padecer dos lesiones que le han hecho perderse 6 partidos, su bagaje goleador ha sido paupérrimo. Sólo 5 goles en liga con una sequía que abarca todo lo que llevamos de 2023 (su último gol con la camiseta valencianista en el campeonato liguera data del 31 de diciembre de 2022 en La Cerámica ante el Villarreal).
El charrúa no ha podido quitarse de encima el gafe que parece perseguir a los uruguayos que recalan en Mestalla y más concretamente a los que actúan en la posición de delantero centro.
Sin ir más lejos, Cavani venía a sustituir a su compatriota Maxi Gómez. Otro futbolista que le costó un dineral al Valencia CF (14.5 millones más Santi Mina y la cesión de Jorge Sáenz) y que tras tres años aciagos acabó saliendo al Trabzonspor turco por 3 millones. En la campaña 1999-2000 el uruguayo que llegó, para liderar el ataque fue Diego 'El Tornado' Alonso. Tras brillar en Argentina, el Valencia desembolsó más de 1.500 millones de pesetas y al año siguiente se fue cedido al Atlético de Madrid. Al igual que Olivera, acabó saltando por equipos en España y también jugó en el Racing de Santander, Málaga y Real Murcia.
En los 90 llegó por expreso de Jorge Valdano y como rutilante estrella del Mundial sub 20, Nico Olivera. El Valencia pagó 700 millones de las antiguas pesetas por un jugador que nunca se hizo un sitio y acabó jugando en varios clubes de España como Sevilla, Córdoba y Valladolid. En Valencia fue más conocida su afición a la música reggae y a Bob Marley que por su fútbol.
En el 2003 llegó desde Uruguay el hombre que dio pie a la famosa frase de Rafa Benítez de la lámpara y el sofá: Nestor Fabián Canobbio. Pese a jugar algunos minutos en el Valencia del doblete, su calidad no era acorde a la exigencia de aquel equipo y Canobbio acabó jugando en otros clubes de la liga como Celta de Vigo y Real Valladolid.
El siguiente charrúa en llegar -tras destacar en el Rácing de Santander- fue Mario Regueiro. Fue en la época de Quique Sánchez Flores, y pese a sus buen rendimiento en tierras cántabras y que parecía un fichaje bueno calidad-precio, puesto que llegaba con la carta de libertad. Quique apenas le dio minutos y se fue al Real Murcia.
La siguiente apuesta traída de Uruguay fue a cargo de Javier Subirats con Fabián Estoyanoff, procedente del Club Atlético Fenix. Subirats le definió como "una de las promesas con más proyección del fútbol uruguayo y pasa a ser una apuesta de futuro del Valencia". No fue así. Estuvo cedido en el Cádiz y luego en el Deportivo sin llegar a debutar nunca con el Valencia.
La última 'pincelada' la dio Nacho González, que tampoco llegó a jugar ningún minuto con el Valencia CF en competición oficial. Tuvo muchos problemas con las lesiones y tampoco disfrutó de regularidad en ninguna de las cesiones que tuvo. Abandonó el club tras tres campañas.
Hay que irse muy atrás en la historia del club para encontrar uruguayos con un buen rendimiento en el Valencia CF. Héctor Núñez (qepd) en la década de los 60, Fernando Morena a principios de los 80 y Miguel Ángel Bossio a finales de los 80 y principios de los 90, son las excepciones a un país de gran tradición futbolística pero cuyos jugadores no acaban de encontrar su sitio a orillas de Turia.