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opinión politizada / OPINIÓN

Cero consecuencias

21/06/2023 - 

VALÈNCIA. Ahora que no nos lee nadie, empezamos esta semana con una confesión: yo la cago casi todos los días. No hay jornada en la que, en un asunto profesional o personal, meta la pata en algún aspecto, por pequeño que sea. Puede que, incluso, la haya cagado iniciando la columna con una palabra escatológica. Pido disculpas por ello. Porque cometer errores es algo intrínseco a nuestra naturaleza, igual que el hecho de aprender a través de ellos. Si no falláramos, no seríamos humanos. El acierto total sólo existe en las máquinas. Y, a veces, ni eso.

Cometer un error, llevar a cabo un trabajo deficiente, pedir disculpas y obrar en consecuencia asumiendo responsabilidades para mejorar viene siendo, en las últimas temporadas, un juego a cuatro bandas muy poco practicado en ambos lados del Cap i Casal. 

Si bien estos artículos semanales hablan habitualmente del Valencia CF, es inevitable remitirnos al (dramático) fracaso granota en el barrio de Orriols. El Levante tenía una única obligación esta temporada: ascender a Primera División. Despreciaron innumerables ocasiones de hacerlo de forma directa y holgada durante cuarenta y dos jornadas, se la jugaron en la lotería del ‘playoff’… y la moneda salió cruz. Ni el guionista tan cruel podría haber diseñado semejante desenlace. Pero que sea cruel no lo convierte en menos fracaso.

Han pasado cuatro días desde entonces y, como era de esperar, nadie ha salido a la palestra a mandar ningún mensaje de corte institucional. Quico Catalán no habla, Felipe Miñambres no habla, Javi Calleja tampoco… Sólo Vicente Furió, presidente del Patronato de la Fundació Cent Anys, dejó claro en Radio Marca Valencia que, a su juicio y por resumir, más vale malo conocido que bueno por conocer. 

Ninguna figura institucional granota ha asumido errores –que los ha habido a paladas, desde el fichaje de Nafti hasta la poca ambición mostrada ante el Alavés en ambos partidos-, ni mucho menos han hablado de que la no consecución del ascenso deba traer sí o sí consecuencias para los implicados. Emplazan a los aficionados a una fecha posterior para ofrecer explicaciones, casi quince días después de la tragedia, cuando lo que la gente necesita son respuestas y certezas lo antes posible. Porque la temporada 2023-2024 está al caer.

Lo de no asumir responsabilidades ni pedir disculpas sinceras tras los errores de importancia empieza a ser una constante en esta ciudad. Y lo es porque los aficionados de los clubes lo han tolerado y permitido durante años. Con sus muchos matices, ambas administraciones –la de Peter Lim y la de Quico Catalán- comparten aspectos comunes, como el alejamiento existente entre la directiva y la masa social. Otras facetas, en cambio, son bien diferentes: si el levantinismo así lo decide de manera unánime, y por muy fortificado que parezca ahora mismo su cargo, Quico tendrá que dejar paso a otros rectores. En el caso de Peter Lim, por el momento, la situación no podría ser más diametralmente opuesta.

Observé con curiosidad cuál iba a ser la respuesta del Valencia CF como entidad a la manifestación convocada por Libertad VCF el pasado sábado. No me sorprendió que dicha respuesta fuese… nada en absoluto. Cero. Que siete u ocho mil personas salgan a las calles a clamar por tu gestión, a manifestar su hartazgo y a mandar un aviso a navegantes a políticos y bancos sería motivo, al menos, de algún tipo de reflexión en voz alta en cualquier club del mundo. Excepto, claro está, en el Valencia. Resulta mucho más sencillo imitar a los avestruces, escarbar un agujero y esperar a que escampe en lugar de afrontar el problemón reputacional que tienen entre manos. 

Es el ABC de la propaganda: si no hablas del asunto, no existe; y si no hablas ni ofreces comparecencias públicas, así en general, pues todavía mejor. En otros lugares, por imágenes mucho menos potentes que la del sábado, habría dimisiones en cascada; aquí nos hemos acostumbrado a las cero consecuencias y a que la vida de los responsables de que el Valencia haya estado a un paso del descenso siga transcurriendo con bucólica placidez. Aquel mensaje del ‘reset’ de la presidenta que colgaron el 5 de junio es lo único que han manifestado hasta la fecha; para hacer eso, mejor haber subido el meme del gato que encabeza estas líneas. Y a volar. El fondo es el mismo.

En la tranquila aldea valenciana de las cero consecuencias, a nadie se le mueve un pelo de que la Agrupación de Peñas –que antaño tomaba el pulso al valencianismo de calle- despachase la marcha cívica con un par de tuits y un puñado de peñistas, cuando a dicho colectivo se le presupone un liderazgo y una capacidad de movilización que está dejando en entredicho a la carrera con sus actos. Son muchas oportunidades ya las que Fede Sagreras ha tenido para demostrar que debía, podía y quería ser líder. Desgraciadamente –y no tengo nada personal contra él, más bien al revés-, todas esas ocasiones se han ido al traste.

En la apacible villa mediterránea de las cero consecuencias, se ha normalizado que se anuncie la renovación de tu entrenador a golpe de tuit y comunicado oficial, sin dar explicaciones públicas ni ofrecer la posibilidad a los periodistas de preguntar en una rueda de prensa. 

Se asume con tranquilidad que la presidenta se ausente semanas y semanas porque “necesita un respiro”.

Se acepta con sumo gusto una campaña de renovación de abonos totalmente insípida, incolora e inodora. Quizá la peor del siglo XXI. En lugar de “Juega Mestalla, Jugamos Todos”, un “Ché, Renuévate El Pase Y No Incordies” habría quedado más simpático. Y honesto, también.

Se admite sin rechistar que el anterior director técnico se autoproclame nuevo director deportivo en una entrevista: en un caso sin precedentes a nivel mundial, Miguel Ángel Corona ha sido recompensado con un ascenso en su empresa tras estar a punto de descender al equipo que él montó hace un año. El 90% de sus declaraciones son abominables, una atrocidad indigna de un club como el Valencia. Eso sí, siempre con una sonrisa en la cara. 

Se tolera que uno de los futbolistas que peor fútbol y actitud han mostrado este año (Yunus Musah) decida que con su selección sí le apetece esforzarse un poquito. Para que, después de hacer un buen partido, ponga a los pies de los caballos a la afición de Mestalla en ‘The Guardian’ por llamar “tonto” a un tonto, o porque un reducido grupo de aficionados le esperasen a las puertas del estadio el día del Athletic para recriminarle su temporada. Cuando precisamente ese jugador lleva ofreciendo un rendimiento infumable desde enero, distraído por los cantos de sirena de un hipotético regreso a Inglaterra y enervando con sus comportamientos dentro y fuera del césped a entrenador, cuerpo técnico, compañeros y aficionados. A la roja absurda en la última jornada me remito. Su intento de control de daños con el matiz posterior en sus redes sociales, aunque destacable, no tendrá por desgracia tanto impacto como sus palabras iniciales. En días en los que determinados aficionados del Madrid –no todos, jamás generalizaría como hacen ellos porque aquí nos gusta el rigor- están mostrando su verdadero rostro dentro y fuera del Wizink Center a base de insultos racistas y de todo tipo, ¿adivináis a qué declaraciones se van a aferrar los medios afines de Florentino Pérez para tapar sus miserias?

El tsunami de despropósitos por los que nadie ofrece explicaciones es tan enorme que arrasa con todo, incluyendo buenas noticias como la temporada excelente a nivel global de la Academia VCF. O el hecho de que Baraja se haya sacado de la manga a última hora a tres canteranos muy útiles para el primer equipo, más por desesperación provocada por los ‘agujeros’ en la plantilla perpetrada por Corona que por tenerle una fe inquebrantable a la cantera. Mientras sigamos viviendo en la ciudad de las cero consecuencias, jamás la ecuación dará un resultado positivo. Es imposible edificar algo sólido en cualquier terreno si no purgas, limpias y desbrozas lo malo antes. 

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