VALÈNCIA. En Orriols, hoy, hay dos formas de ver el vaso. Unos, como Javi Calleja, lo ven medio lleno. Otros, a juzgar por el estallido del Ciutat en tramos de auténtica desesperación, lo observan temerosamente medio vacío. El Levante no lo puso fácil. A pesar de que Wesley recogió la tercera plaza in extremis ante el Oviedo, el equipo estuvo en la cuarta durante muchos minutos y otros varios incluso en la siempre controvertida quinta posición, sin factor cancha y, sobre todo, de morros con su parroquia. Y es que la grada casi llena del coliseo blaugrana -volvió a registrar 20.300 a pesar de colgar el sold out en la mañana del viernes- llegó a reciclar el "Quico, vete ya" y ardió de ira en momentos en que el Levante, como viene siendo habitual en los últimos tres meses, se descubría incapaz de dañar a su rival.
Esa fue la realidad en un tramo importante del encuentro. Luego, cambió. La noche cogió un tinte más amable cuando, con un retal de pundonor, De Frutos empató el gol ovetense y Wesley disfrazó la victoria de éxito. Porque el levantinismo resopló de alivio al verse escalar dos posiciones, de repente, en la esquizofrénica tabla de la Segunda División. Y como la última imagen es siempre la más valiosa para la retina, el Levante acabó poniéndole sonrisas al viento, aplaudiendo a la hinchada la ejemplaridad y el apoyo ciego, y entrando en la fase de ascenso con más entusiasmo que pena.
"Hay muchos motivos para ser optimistas", planteó Calleja. El técnico pareció escudarse en las nueve primeras jornadas de campeonato en un momento concreto de su comparecencia, pero más allá de la anécdota y el olvido de las inabarcables finales que su elenco ha echado por tierra, puso notas positivas a un partido no exento de titubeos. Las ganas, la comunión con el respetable, la próxima recuperación de efectivos o la buena versión de los de siempre relajan el aterrizaje en un play-off que promete ser del todo demente. Sin negar el dolor por no consumar el ascenso directo, Calleja concluyó con brotes verdes.
Los hay. De Frutos anotó siete meses después, y aunque sigue sin brillar, pone fin a la sequía para autorefrescarse en la promoción. Por Joni Montiel sigue pasando casi todo el peligro granota -y esto bien puede ser un lastre- y Pepelu, al menos, no vio la amarilla que le hubiese obligado a perderse el choque del Belmonte. Además, Vezo apunta directamente a Albacete y probablemente Cárdenas podrá estar disponible. Brugui también engrasa su máquina y el mes de junio empieza a dibujarse con su nombre. Y dos victorias consecutivas refuerzan al confianza de un vestuario que, con la envidia lógica por las fiestas en Granada y Canarias, abandonó Orriols aplacando nervios.
Sin embargo, igual que Calleja vio motivos para el optimismo, tampoco pudo girarle la cara a los más pesimistas. Porque esa corriente también llena la mochila de razones. El manojo de nervios en que se convirtió el Ciutat ya en el primer tiempo es solo una de ellas. Como si de un puntapié en el trasero se tratase, el invalidado gol del Leganés en Los Cármenes rayó la fina línea entre la activación y la ansiedad. Apenas pasaba la primera media hora de juego cuando el Levante empezó a jugar como si el crono marcara el 90. A balón colgado limpio no hubo forma de hacer daño al Oviedo. Al menos, en la primera parte.
La segunda, con dos delanteros en el césped, fue otra historia. Pero durante demasiado rato el equipo tuvo ante sí los mismos fantasmas de siempre. Contra Cervera y contra sí mismo, el Levante no era capaz de arañar, ni de hacer cosquillas. Y en esas, con espacios detrás, amenazaron los asturianos, a los que no hizo falta encontrar tres veces el mismo hueco para vacunar. Antes del autogol de Postigo la grada ya había mostrado signos de impaciencia. Y después, desató ira. No desmedida, pero sí la justa para que una parte de la afición se acordara del palco.
El Levante jugará en Albacete, contra quien sí ha ganado y no perdido, igual que con todos los equipos que ya han ascendido o pelearán las próximas tres semanas por hacerlo. Como tercer clasificado, no solo jugará las vueltas de semifinal y posible final como local, sino que también saldrá triunfador en caso de empate con prórroga. Sí, hay motivos para ver el vaso medio lleno... y también medio vacío.