Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Sabía el Valencia CF que se jugaba mucho más que tres puntos en la mañana de fútbol en Mestalla. Entraban en liza la continuidad o la más que probable sentencia del proyecto de Marcelino. También podía aflorar las quejas de una grada valencianista que estaba tardando más de lo que suele ocurrir en agotar su paciencia. Pero, sobre todo, estaba sobre la mesa la posibilidad de no desengancharse de forma definitiva de la vía liguera para entrar en Europa. Y lo consiguió, sobre la bocina, con un golazo de Piccini a pocos segundos de que la hinchada levantase sus pañuelos hacia el cielo de Valencia.
Y eso que el conjunto de Marcelino García Toral comenzó como una locomotora el partido. Con la dupla Parejo y Soler en el centro dando una lección de despliegue físico y claridad en la distribución empezaron a buscar una y otra vez la portería oscense. Lo intentaban Wass y Piccini por una banda en la que un conocido valencianista, Akapo, intentaba sujetar por todos los medios. También Cheryshev, más voluntarioso que acertado. Pero se repetía la tónica que viene acompañando al Valencia toda la temporada y que le hacen ser uno de los equipos menos goleadores de La Liga. Nadie acertaba a encajar la bola entre los tres palos. Ni Mina, tras lucirse con un doble caño, ni Rodrigo, que cabeceó al segundo anillo. Ni incluso un Etxeita que a punto estuvo de introducirse el balón en su propia portería en un intento de despeje.
Pero, en el minuto 25, Mestalla pudo hacer realidad la primera explosión de alegría del encuentro. Un error en la salida de balón de la SD Huesca lo aprovechó Mina, que cedió para Rodrigo. El delantero hispano-brasileño controló orientado y allí apareció Cheryshev, que cedió el gol a un Parejo que remató en semifallo. Lo celebró con rabia el capitán, corriendo hacia el córner y golpeando el banderín con la mano, demostrando la falta que le hacía ese gol al equipo ´ché´. A partir de ese momento creció el conjunto visitante, que trataba de poner las tablas a través del Cucho Hernández, que canalizaba todo el juego ofensivo de su equipo. Y a pesar del buen ejercicio defensivo de Garay y Diakhaby a punto estuvo de lograrlo, pero el remate a bocajarro de Melero tras un error grosero de Piccini lo rechazó Neto con una parada de las que otorgan puntos.
Sin embargo, como si de una carrera de fondo se tratase, el Valencia volvió a apretar el acelerador en los instantes finales buscando el segundo. Un cabezazo de Mina que salvó Santamaría con una parada providencial, un córner de Parejo que cerca estuvo de terminar en gol olímpico y una reclamación de penalti que Gil Manzano desestimó pusieron el broche a los primeros 45 minutos.
Se las prometía felices el Valencia tras la primera parte, pero nada más lejos de la realidad. Los fantasmas de todo el curso hicieron acto de presencia sobre el césped en los segundos 45 minutos, con una SD Huesca que salió sin complejos en busca del empate y un equipo local que no lograba cerrar el partido. Y eso que tuvo oportunidades para poner la llave y el candado a los tres puntos, pero Santamaría le negó el gol a Diakhaby, primero, y a Soler después con una mano descomunal.
Y en un error infantil del propio Soler, que se quitó de en medio al Cucho Hernández con un estirón dentro del área, llegó la igualada de la SD Huesca. No perdonaba desde el punto fatídico el atacante. 1-1 y la grada que empezaba a adelantar lo que le podía esperar al equipo si el encuentro finalizaba con ese panorama. Y podría haber sido muchísimo peor, porque en otro error de entendimiento entre Gayà y Parejo, de esos que denotan una falta de concentración inaceptable, emergió la figura de Longo para llevarse el balón. Pero la aparición de Soler, que llegó justo para desequilibrar al atacante, y el egoísmo del punta oscense, que tenía solo a su lado al Cucho, evitaron que los visitantes se adelantasen en el marcador.
Y llegó el éxtasis final. Y, curiosamente, de la mano de uno de los jugadores más discutidos por la parroquia valencianista. A la desesperada, con más corazón que cabeza, centraba Cheryshev al interior del área. Ferrán, que había entrado en sustitución de Mina y que había vuelto a pasar desapercibido, le dejaba el cuero franco a Piccini, que empaló con la izquierda un disparo espectacular que batió a Santamaría. Todo el banquillo, con Marcelino a la cabeza, emergió en el terreno de juego apoderado por la tensión acumulada. Hubo división de opiniones entre pitos y aplausos tras el pitido final, lo que denota la inestabilidad en la que vive instaurado el Valencia tras la sequía de resultados, pero lo cierto es que Marcelino podrá comerse las uvas con relativa tranquilidad gracias a Piccini, uno de sus jugadores más discutidos. Las ironías del fútbol.