Cuestión de creer

VALÈNCIA. Han transcurrido ya cuatro días del histórico Cádiz-Valencia y uno continúa dándole vueltas a todo lo que allí sucedió a partir del fatídico minuto 29. Un instante en el que todo cambió. El momento en el que el fútbol perdió porque la pelota dejó de importar. El supuesto “negro de mierda” que Mouctar Diakhaby escuchó de la boca de Juan Cala sacó al francés de sus casillas hasta el punto de olvidarse del juego mientras los amarillos atacaban. Estaba desencajado. En su rostro se encadenaron gestos de rabia, indignación e incredulidad. Pero sobre todo eran gestos espontáneos y sinceros. Como los de aquel niño que vive su primer desencuentro vital y no es capaz de asimilarlo. No conozco de nada al central del Valencia pero yo le creo. Lo hago porque, por desgracia, este affaire va a quedarse en una cuestión de creer. A una parte o a la otra. Ni hay imagen que demuestre acusación alguna ni da la sensación de que vaya aparecer. 

Y si no he cruzado más de dos palabras en mi vida con ‘Diaka’ menos todavía con el jugador cadista. Pero si yo hubiera sido él mi reacción hubiese sido totalmente opuesta. Me explico: si yo -como defiende Cala- estoy tranquilo porque no he abierto la boca y compruebo que un rival me acusa de algo tan grave, aparto a quien tenga que apartar del césped, me acerco al afectado y le repito una y otra vez que se ha confundido, que ha entendido mal y que, por supuesto, yo no he proferido tal insulto racista. Pero voy más allá: si el oponente no atiende a razones, lo primero que hago al acabar el partido es coger un micrófono, dar mi versión y defender mi inocencia de inmediato. Al instante. ¿Para qué espero dos días? ¿Para qué si lo único que he dicho es “déjame en paz”? ¿Y por qué recuerdo haber jugado con compañeros de otras nacionalidades y color de piel, presumo de que todos ellos me han llamado y horas después, uno de ellos, Djené del Getafe, defiende a Diakhaby en Instagram? 

Preguntas y más preguntas -me surgen decenas- que hacen decantar la balanza de mi opinión hacia una de las dos versiones. Ahora bien, al mismo tiempo tengo claro que Cala no es racista. Repito, sin conocerlo, e incluso habiendo proferido tal exabrupto -si ese fuera el caso-, así lo pienso. En el terreno de la especulación me podría resultar verosímil que a Cala pudiera habérsele calentado la boca pero que no se dirigió al defensa che como asegura el supuesto agredido con la intención de demostrar su superioridad por el color de la piel. El problema es que todos los que hemos jugado al fútbol, a mayor o menor nivel, hemos interiorizado que se pueden decir barbaridades con el argumento de que “lo que pasa en el campo, se queda en el campo”. Y no, hay límites. Y éste debe ser uno de ellos. La lacra del racismo tiene que desaparecer hasta de la verbalización. 

En este sentido, no he podido dejar de llevarme las manos a la cabeza comprobando los argumentos de algunos que han intentado defender la inocencia de Cala haciéndole un flaco favor. En especial, el de José Manuel Soto. El cantante también sevillano que respondió a Diakhaby en su cuenta de twitter escribiendo esto: “No eres ningún “negro de mierda”, pero si eres un chivato y un llorón, el fútbol es cosa de hombres y lo q pasa en el campo se queda en el campo, así fue siempre y así debe ser, y no te ofendas tanto q eres un privilegiado, estás haciendo un daño irreparable a un compañero...”  Y digo yo, si Cala no dijo nada de lo que se le acusa, ¿de qué se chivó Diakhaby y qué es exactamente lo que se tiene que quedar en el campo?  

Me gustaría equivocarme, pero por desgracia, lo ocurrido en el Carranza se olvidará y todos habremos perdido una oportunidad de oro para cambiar el fútbol. Si el Valencia no hubiese vuelto al césped sería otro cantar, pero los jugadores no podían cargar con tal responsabilidad. Al menos ellos ya se atrevieron a abandonar el campo. ¡Que ningún equipo lo había hecho en la historia de la Liga!. Ellos creyeron a Diakhaby y yo, como esto va de creer o no creer, también les creo a ellos.