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HILANDO FINO

Cuidado: el diseño está por todas partes

22/09/2018 - 

VALÈNCIA. “¿Estudias o diseñas?” Los millennials no entenderán esta pregunta que hace unos años servía para romper el hielo y dividir al personal en aquellos que se decidían por estudiar una carrera digamos, tradicional y los que elegían un futuro más creativo como diseñadores. Diseño de moda, muebles, interiores, objetos... o lo que fuera, la cuestión era diseñar algo.

Ahora que los políticos están consiguiendo que los másters, las tesis y algunos títulos universitarios coticen a la baja, diseñar parece ser, de nuevo, la mejor opción.

Por eso no es de extrañar que esta semana que València se ha convertido un año más en capital internacional del diseño con la Valencia Design Week en su novena edición, hayamos salido a las calles sedientos de diseño y que, incluso, más de uno haya negado tres veces tener un mueble de Ikea en su casa. La Valencia Disseny Week es un proyecto de la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana, organización sin ánimo de lucro, fundada por profesionales del diseño gráfico e industrial que busca dar a conocer y promocionar el trabajo de los diseñadores de la Comunitat Valenciana. Además coincide con la feria Hábitat en Feria Valencia que concentra  lo mejor de la creación española, que incluye firmas ya conocidas y nuevos talentos. 

En la práctica, la VDW consiste en una agenda llena de actividades abiertas al público que se han celebrado en distintos lugares de la ciudad durante esta semana.

Vamos, que hemos tenido esta semana la excusa perfecta  para disfrutar y ponernos al día de las nuevas tendencias en muebles y decoración para rediseñar nuestras vidas aunque sea solamente imaginando como quedaría en nuestro salón la butaca Norman o la lámpara Coco diseñadas por los jóvenes de Arnau-Reyna, la silla Wall Street dorada de Vondom -nos encanta el oro- o leer bajo una lámpara de Almerich. El diseño se paga pero soñar es gratis, tanto como la cerveza Turia que animaba los eventos de VDW. 

En cambio, hay muchas personas que a lo único que pueden aspirar es a diseñar de manera ficticia su propia vida en Instagram creándose una realidad paralela a golpe de fotos perfectas.

Otra cosa es convertir las fotografías tomadas con un teléfono móvil en arte que es lo que ha conseguido la artista Alejandra Gandía-Blasco que presentó el pasado miércoles su primera exposición individual en Valencia bajo el título El color de la primera luz.  Una veintena de fotografías capturadas con la cámara de su móvil cuyo tema principal es la luz del amanecer y la puesta de sol.

A la inauguración en la antigua Galería Lezama asistieron, entre otros: Sandra Figuerola, Zdenka Lara, Ampa Prada, Enric Pastor o Almudena Pardilla del mundo del diseño y el interiorismo o Fede Serratosa, Carmen Ballesteros, Pascual del Portillo, Javier Aparici, Carmen Alborch, Jorge Blanquer, Sergio Pastor, Nicolás Sánchez Durá, Michael Coven, Francisco Martínez Boluda, Juana Castellbalnch, Moises Mahiques, Elsa Andrés o Laura Silvestre. 

Y entre silla, mesa, lámpara y fotografías una no puede evitar fijarse también en la moda que se gastan las gentes del mundo del diseño. Muchos colores nude, azul marino y negro -que no es exclusivo de los arquitectos aunque lo parezca-, pantalones de pinzas con camisetas, jeans de talle alto, vestidos minimalistas y en los pies sandalias Birkenstock o esparto que todavía hace calor. COS les encanta y un fondo de armario de Prada es una de sus motivaciones vitales para conseguir el éxito profesional. Su estilo es aparentemente casual pero no se dejen engañar porque el diablo está en los detalles y a los diseñadores no se les escapa ni uno, deformación profesional. Estoy segura que a más de una diseñadora le habrá encantado el desfile debut  de Riccardo Tiscci que se ha estrenado esta semana como director creativo de Burberry. Es una oda al beige en todas sus variantes que al contrario de lo que puedan pensar son muchas. A las señoras del Ensanche, grandes amantes de esos tonos mucho antes de que los redescubriera Tiscci, les ha fascinado, ya se lo digo yo. 

Pero en este no parar de diseño no nos limitamos solamente a observar sino que también hemos tenido la oportunidad de escuchar. Y a veces se escuchan conversaciones interesantes como las que tuvieron lugar en el contexto de la Jornada de Artesanía y Diseño celebrada en Hábitat. “La Artesanía Contemporánea a debate: la colaboración entre artesanos y diseñadores”, presentado y moderado por Enrique Loewe, fundador de Loewe. Allí estuvo debatiendo entre otros, el diseñador  Adrián Salvador de Estudio Savage que dentro de poco empezará el máster 'Bags, shoes and objects design: Máster en artesanía contemporánea' que dirige junto a Lucas Zaragosí en la escuela Barreira Arte+Diseño. Por si a estos dos les faltará algo por hacer y les sobrara un poco de tiempo.

Aunque el diseño y la moda nutren el gusto, no alimentan. Por eso no nos queda otra que, o bien  aprender a cocinar arriesgando nuestra vida con síncope incluido como Lomana en Masterchef o buscar un restaurante. No sabremos cocinar grandes platos pero reservar mesa nos sale fenomenal, eso sí.

Lo complicado de todo esto es encontrar un lugar que además de ser fotogénico y cumplir con todos los clichés del interiorismo millennial, sirvan buena comida. Está bien saber poner bonita la mesa pero luego hay que llenarla con comida, que diría una madre.

El interiorismo actual de un restaurante para que se considere un lugar cuqui y moderno debe tener alguno de estos elementos, los hay que no escatiman y los tienen todos: mensajes escritos en neón en la pared, sillas vintage, colores pastel, bicicletas antiguas, plantas tropicales, piñas, sillas de terciopelo, cajas de madera de fruta, murales de inspiración streetart o vinilos -hay que acabar con los vinilos-, vajillas con vasos y platos diferentes... Y apabullados por tanto detalle que fotografiar  uno se puede olvidar de lo importante que es que hemos venido a comer y  distraidos con el móvil es entonces cuando nos la cuelan con la comida y salimos de allí un poco más pobres, con hambre pero con muchas fotos para subir en nuestras redes sociales.

Confío en que no sea el caso de los dos nuevos restaurantes más apetecibles visualmente que han abierto sus pueras recientemente en Valencia.  Kaikaya, un restaurante de cocina fusión japonesa-brasileña, -ahí es nada- de cuyo interiorismo de inspiración tropical se ha encargado el estudio Masquespacio. Y Baobab, un local amplio y elegante que parece que hayan teletransportado de Nueva York o Londres y dejado caer en este chaflán de Cánovas. Diseñado por Sergio Adelantado y Sara López arquitectos, con una gran barra central que rodea la cocina que queda a la vista, mesas de mármol, sillas tapizadas de terciopelo y una perfecta iluminación. La carta además promete, al frente están Raúl Aleixandre y Luis Pellicer de Castellví como garantía con una propuesta de cocina de mercado. Habrá que probarlos y confirmar que el contenido es igual de apetecible que el continente.

Parafraseando a Coco Chanel, el diseño está por todas partes y esta semana en Valencia se ha hecho más visible que nunca.


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