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plaza de salida / OPINIÓN

¿Curricuqué?

15/04/2019 - 

VALÈNCIA.-Me entero que pagas y te regalan un máster.

Nunca he sido un buen estudiante, ni he estudiado nada, ni he aprobado un examen jamás. Toda aquella época la recuerdo bendecida por el aburrimiento. En nombre del conocimiento me robaron la infancia y la juventud, era la ley, supongo. Y poco importó a nadie. Era más cómodo dejarme por tonto que ya espabilará.

En mi época escolar me pegaron todos los profesores, pero también el del autobús, el portero, el cura, el director, las cocineras y el jardinero... todos. Me escachuflaban por no estudiar, por reír, por la letra, por las tablas, por no callar, porque sí. Era un imán para las fostias.

De prepúber fui a un colegio del opus. Sí, a uno de esos que fueron modernidad tardofranquista. Los sábados por la mañana a misa. Bostezaba y alguien me premiaba con una gostia. El que no me pillaran era mi máxima diversión. Aprendí a aburrirme y a que la paz sea conmigo y a ti que te den. Todo olía a iglesia.

De adolescente a uno privado. Aprobaba porque mi padre era regular en lo de apoquinar, pues si no no me lo explico. Año tras año pasando por los pelos, con asignaturas colgando aprobadas por asistir a recuperación. Mi padre soltaba el parné y yo recibía alguna zostia, esas eran mis matemáticas. Y una permuta. Cuanto más tontovago fuera el alumno, mejor para el negocio. Todo olía a chorizo.

Y ya de efebo inmaduro a uno concertado que hasta entonces únicamente recibía mujeres, o sea, primer año de mixto y, tracatrá, cinco colitas pa’ todo BUP. Resumiendo, salíamos a unas ochenta por nabo. No aprendí ni polvo de nada, pero como buen burro conocí lo de la paja, los granos y su mantenimiento. En mis recuerdos, importante espacio para el pelármela y el pelarme la clase para andar por una ciudad triquitraca de zombis. Me sentía mayorote, libre y sudor de coliflor. Y claro, repití, bipití y tripití. Como de ahí no me quería marchar, me invitaron a tomar viento. También memoricé lo del hic haec hoc huius huius huius huic huic huic hunc hanc hoc, que viene bien para charlar con los que multan, y chimpum. A punto estuve de que me gustara el griego.

Por hacer algo me matriculé en lo que antaño fue Artes y Oficios. Aquello sí me hizo cosquillas. Aprender, curiosidad y profesores. De ahí me quedan buenos maestros y muchas historias que contar. Pero paso, ya si eso con el tiempo ya veremos.

Y, primero curro en una agencia, y luego en mi estudio y conozco a de lo mejor y a de lo peor. Cultivo y frutos, abono y moscas, para que todo siga su curso.

Y empiezo a dar clase en la escuela en un momento de cambios y política y como todo eso me la repampinfla y se me nota, deciden que lo deje, que fired, que me tiran vamos. Y el estudio cada vez funciona mejor. Le cuento a mi padre que voy a dar clases en un máster de la Facultad, y extrañado asiente mientras opina un ¡¡¡buffff, cómo está la Universidad!!! Me tiran a los pocos años, pero me sabe a gloria. Por una vez estoy de acuerdo con mi padre. Me llaman para dar clase en un par de academias privadas, y lo mismo. No sirvo para catequizar. ¡A paseo con las clases, que lo que para mí son pajas para otros es estiércol!

En la actualidad disfruto de disfunción eréctil, eyaculación atroz y algo más que no recuerdo; vivo disfrutando de todos los pecados, menos del quinto; ando recuperando la infancia, la juventud y la virginidad, sí, como el Capitán Garfio. Y por fin he conseguido ser feliz.

¡¡¡Pues os los podéis meter por donde os quepa, capullos!!!   

*Este artículo se publicó originalmente en el número 49 de la revista Plaza

 

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