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opinión pd / OPINIÓN

De la charca al charco

2/06/2020 - 

VALÈNCIA. ¿Lo de Garay forma ya parte de esa nueva normalidad del Valencia CF? Lo digo porque esto es nuevo, para el jugador, según dice él mismo; y también para este Valencia CF de las cláusulas de confidencialidad. Y, sin embargo, todo me suena a vieja historia, a otro lío más en la casa de los despropósitos: cuando en un barco no hay liderazgo en la gestión, cuando no hay nadie que dirija con una idea muy clara, estas cosas pasan, porque es lo que parece que ha ocurrido con el tema Garay, donde demasiadas manos han tocado los mismos papeles y al final nadie ha querido mantener el pulso para firmarlo. Unos y otros. Porque aquí ni todos son malos ni todos tienen toda la verdad de su lado: seamos ecuánimes en esto, pero lo cierto es que el paso que ha dado Garay no es fácil de dar, ni tampoco veo por qué darlo a estas alturas, cuando te queda mucho tiempo para lanzar acusaciones a la propiedad. Es cierto que, para quienes algo sabemos de la casa, Garay, desde noviembre aproximadamente, estaba más fuera que dentro, pues unos y otros se veían un poco más alejados por la brecha creada con el asunto Marcelino y luego tal y tal y así hasta el ERTE. El argentino, no con demasiada decisión, tanteó otros destinos antes incluso de llegar a diciembre: el mercado asiático sonó, al menos por consultas trasnochadas de representante, que hizo solo aquello que debía hacer: velar por su cliente. Consultas, tanteos, ofertillas sin concretar, muy de barra de bar o de postre nocturno, tras copiosa cena de lujo.

La cosa está que había demasiadas dudas en el jugador, el proyecto, en los gestores, en las prestaciones, etc. todos dudaban de todos. Pero el jugador, como un profesional admirable, no cesó en su rendimiento sobre el terreno de juego, cada vez que no se lesionaba. Ese rendimiento hizo que la cosa se replanteara en los despachos, pero con tímido convencimiento. Esto es así, digan lo que digan. Y de todo ello libero de culpa a Jorge López, cuya opinión del jugador es de lo más positiva. No matemos al mensajero esta vez. La cuestión es que el central argentino pedía una mejora económica, no muy exagerada, pero superior a lo acordado en primer término, porque miraba de reojo otros destinos que, a coste cero, le ponían cantidades más elevadas sobre la mesa. Eso también es así. Lo malo que es tuvo la desgracia de lesionarse de gravedad y esas ofertas se escondieron entre las sombras, para mirar con cierta cautela una operación de riesgo, aunque fuera a coste cero, porque el jugador ya llegaba con etiqueta de frágil grabado en el muslo, como denominación de origen y ahora cabía ver cómo evolucionaba. El Valencia CF tenía otros planes desde el principio, así que la lesión no los variaba en exceso; por tanto, si el jugador se había hecho un poco el remolón para renovar, ahora le lanzaba un dardo en forma de oferta inferior, alegando criterios de coherencia deportiva, económica y médica. Y esto se iba haciendo mientras Mouctar nos hacía polvo sobre el campo y se convertía en el mejor argumento ofensivo de los equipos rivales, como tan bien dijo el domingo pasado Chente Oliver. Y es que si dos no se pelean si uno no quiere, también es verdad que tampoco se juntan si, al menos, uno no quiere, a no ser que caiga en otro tipo de acciones, muy poco recomendables y penadas con el mayor de los desprecios que se me ocurre.

La cuestión de todo esto es que el Valencia CF está de nuevo en el centro del huracán, como si recobrar la normalidad fuera esto. El final es que Garay se irá (ya lo sabíamos desde hace mucho, insisto), con un sabor de boca poco justo para la profesionalidad del jugador y dejando cero euros en caja. Se valoró intentar sacarlo en diciembre, pero la pobreza defensiva del equipo forzó su continuidad: eso no se ha dicho en ningún comunicado, pero es cierto. Lástima que estemos con estos enredos, aireando la desgobernanza del club en algunos sectores.

Y me pregunto si con Ferrán no saltaremos de la charca al charco, ya profundo, ya resbaladizo, ya más doloroso. Tiene mala pinta, mal color, provocado por una dejadez de gestión preocupante. Decir que nadie esperaba que el de Foios explotara así es caer en la estupidez discursiva, porque se veía venir, con vaivenes, sí, pero se veía venir. Con Kang In no tardaron y, sin embargo, este no ha explotado aún, salvo en la gestión de sus emociones dentro del campo, donde todavía no ha demostrado que no sabe discernir intensidad de alocamiento, agresividad de agresión. En el fútbol moderno no se trata de ficha barato y vender caro, sino de saber cómo van los tiempos para hacer grande, competitivo y vender cuando y como toca. Al mando del club no tenemos a nadie que sepa cómo funcionan estos tiempos y los que están por detrás saben que su opinión es muy relativa en algunas cosas, pues el que manda, el que pone la pasta a cuentagotas, está bien lejos y sus decisiones están enmarcadas en datos filtrados, fríos números que se traducen en estadísticas y no en personas. Eso, quizá, es lo que ha cambiado el semblante de Garay, o justifica el silencio de Ferrán: alguien les ha dejado de tratar como a personas. Quizá esta sea su auténtica queja.

Con todo lo dicho parece que esté queriendo hacer de Mateu Alemany, por ejemplo, un monumento y tampoco es lo que pretendo: a sus muchos logros también le achaco otras charcas que nos ha dejado por el camino, tales como los fichajes de Cillessen, Sobrino o Cheryshev, que se me antojan problemas a resolver este mismo verano, ya que su rendimiento es paupérrimo. Seguro que tendremos veranito refrescante, dando saltos de un charco a otro charco, salpicándonos con reproches, con filtraciones, con comunicados, con vetos, con declaraciones en defensa propia, con reivindicación de la entidad, etc. y todo esto ¿para qué? ¿cuándo dejaremos de ser un espectáculo tan tedioso fuera del campo y comenzaremos a ser un espectáculo divertido y ganador en el campo? Por si no lo saben por ahí, la ineficacia es el requisito de un fracaso asegurado. Que tomen nota quienes aún no se han dado cuenta de qué va esto.

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