VALÈNCIA. ¿Se puede entender una apuesta por un lateral portugués de futuro sin dejar de respaldar la obra de Marcelino y sin incurrir en una conspiración lusitanomasónica?, ¿se puede aspirar a un Valencia gestionado por el propio Valencia -sin una intromisión abusona de agentes externos- pero comprobar que André Silva está en Frankfurt y no al paso por la Avenida de Suecia?
¿Se puede corroborar con el pensamiento que el fichaje de Rafinha era darse al riesgo sin dejar de confiar en la tarea del Marcelino?, ¿se puede incluso pensar que tomar a Rafinha era una obcecación y al mismo tiempo entender que el Valencia sí necesitaba un jugador de su perfil?
¿Se puede estar distante respecto a la conveniencia de que la propiedad se entrometa en la gestión deportiva del Valencia pero entender que la acumulación de poder en un cantón deportivo era un hecho excepcional e insólito?, ¿se puede confiar en Marcelino como la mejor garantía para que el Valencia consolide el proyecto… pero al mismo tiempo considerar delirante que Gijón sea el centro médico del equipo?
¿Se puede comprender que el entrenador del Valencia proteja el modelo deportivo que bajo sus paños se ha incubado pero a la vez sentir como una desproporción inconveniente sus desafíos públicos?, ¿se puede concebir como razonable que un propietario quiera marcar la ruta del club pero del mismo modo asumir como irresponsable la frialdad respecto al cuerpo técnico (cuerpo técnico repleto de hormiguitas, no solo por su laboriosidad sino por su tendencia al infinito)?
¿Se puede seguir insistiendo en Marcelino y un bloque perpetuado como la idea más sólida del Valencia en década y pico, pero paralelamente comprobar como Marcelino -en contraste con sus quejas- está en el campo y fuera rodeado de sus propias peticiones hasta un límite que pocos entrenadores en España disfrutan?
¿Se puede considerar un error el fichaje de los Sobrinos pero del mismo modo respaldar a quien lo comete sin ver una insana intención de una supuesta trama astur?