VALÈNCIA. ¿Hasta qué punto estamos pudiendo disfrutar de haber llegado a una final de la Copa del Rey? Entre ventas que no son ventas, entradas que no se ponen a la venta, la reventa que está haciendo estragos, la venta anunciada de futbolistas, la fallida venta de las parcelas de Mestalla, con su consiguiente ATE caducada, su estadio inacabado, su propuesta insultante, etc. Todo hace que a uno no le dé para poder disfrutar de lo que se viene, al menos antes de que empiece a rodar el balón, pues ahora mismo el Betis parece estar un paso por delante en juego. Ya veremos para entonces qué pasa.
Decía que así es bien difícil disfrutar de tan meritoria circunstancia de poder disputar un título y cosechar, de verdad, un éxito dentro de esta sombría realidad en la que a veces vivimos. El Valencia CF hace comunicados telemáticos solo para desmentir o para crear más confusión: pocas veces anuncia nada positivo, algo que nos devuelva la ilusión sin cortapisas. Creo (no lo sé) que el valencianismo solo será feliz en dos situaciones: que Lim se marche de una vez y borrar su nombre de la historia de este club o que el equipo comience a hacer las cosas bien (eso implicaría sacar de la presidencia la incapacidad de Murthy en la gestión) y dé resultados sobre el césped. Ahora mismo veo las dos soluciones bastante complicadas.
Tengo la impresión de que el Valencia CF se está convirtiendo en un equipo un tanto cárdeno, es decir, triste. No la plantilla, sino el club. Y lo pienso así porque no somos capaces de disfrutar de las cosas buenas que a veces nos pasan, tal y como nos ocurrió con la copa de Koeman: la ganamos, sí, la disfrutamos poco, también. La de Marcelino, en cambio, la ganamos y la disfrutamos como locos, porque Lim estaba al margen y Alemany consiguió dejar a un lado la malsana gestión de Meriton. No pudo, en cambio, aplacar su envidia y desde entonces hasta ahora, deambulando.
En aquella maravillosa final del 2019 había miles de valencianista muy felices. Luego había un infiltrado, haciéndose fotos con los aficionados, como si él tuviese algún mérito en algo que estaba dinamitando desde dentro (el Sr. Murthy) y, finalmente, un infeliz de la vida que solo tiene dinero, que era Lim. Entiendo que la venganza del máximo accionista será ahora ser él quien disfrute y que los miles de valencianistas se retuerzan de envidia por lo que él, el sumo enviado divino, está disfrutando junto a sus compinches. Es lo único que se me pasa por la cabeza para entender (que no aceptar) su comportamiento en general y su reparto de entradas en particular.
Con sus más de ocho mil entradas reservadas, ya me imagino (son suposiciones) que se nos llenará el estadio de secuaces afines al decreto divino de Lim: amistades glamurosas que le harán sentir, de nuevo, estar sentado en la mesa de aquellos poderosos con los que tanto anhela codearse, aunque sea lamiendo las migajas que ellos dejan con sus clubes realmente poderosos. Sí, tan ridículo como eso: quiere vacilar de su cochazo cuando no tiene para pagar su gasolina. Hay tantas maneras de ser infeliz y de hacer a tanta gente partícipe de esa infelicidad que a veces te sorprenden ciertas decisiones que algunos toman.
El caso es que, en el valencianismo, hay ilusión por llegar a la cita futbolera del próximo día 23 de abril y disfrutar de la adrenalina que te provoca cada minuto de una final. La plantilla se está preparando a conciencia y eso es de agradecer, porque ese grupo honesto bien lo merece. Muy a pesar de los intentos de Meriton por darnos una ración justita de felicidad, todos los demás están trabajando muy duro para que esa misma felicidad sea plena, a borbotones. Dentro de los equilibrios de una balanza emocional, todavía sigue pesando más el lado de la ilusión que el de mal rollo en el que siempre quieren ponernos desde la gestión central del club. Casi, por salud mental, sería mejor no hacerles ni caso, pasar de sus tonterías, de sus acusaciones a prensa, a grupos ocultos, a logias secretas que pretenden hacer mal a las bonanzas de Lim y todas esas cosillas que, vista con objetividad, resultan y suenan hasta ridículas, cuando lo serio, lo feo, lo opaco, está operando por otro lado, clavando su aguijón letal, su tristeza contagiosa, su constante dolor al valencianismo. Menos mal que esta final nos está dando algo de luz y de ilusión, porque si miro por detrás y a sus lados…solo veo un desconcertante futuro: señores de Meriton, déjennos disfrutar tranquilos ya de lo poco bueno que nos queda y nos hemos ganado apoyando al equipo. Ya solo pido eso, resignado, quizá, a que la pesadilla en la gestión seguirá siempre ahí.