VALÈNCIA. Mientras Anil Murthy ha ido a Singapur (dicen que a informar al amado líder de la operación de CVC, cómo si alguien creyera que el actual presidente pudiera tomar una decisión de tal calibre al margen de su amo), el Valencia CF se prepara para jugar la Copa del Rey en Utrillas. Por tanto, el presidente priva a los turolenses de su magnánima presencia (ni cotizaba en las casas de apuestas que lo de pasar frío en un campo de regional no le iba a venir bien).
En lo que Murthy rinde cuentas de sus últimos gestos en el palco, del baile de Joey en el palco de Anoeta o de las últimas decisiones tomadas por la Brigada Político-Social ¡Uy, perdón! por el Comité de Disciplina Social, el valencianismo social no deja de moverse buscándole las cosquillas al máximo accionista.
A las ignominias vividas esta temporada, los gestos de Anil en el palco, el bailecito de Joey, el veto y persecución de periodistas, el intento de censura del primer movimiento con carteles de Libertad VCF, se suman la realidad económica: a la cola del tope salarial de la liga, con las cuentas en causa de disolución y con un parcela cuya ATE tiene fecha de caducidad con cuenta atrás y un préstamo concedido por la liga para acabar un estadio del que hace siete años que ni han movido un ladrillo; y claro, la gente ha dicho basta.
En el absurdo comunicado de la semana pasada en el que se oficializó en una nota de prensa el lema para la manifestación "Lim go home", el club dio todas las pistas de dónde les duele más, así que la afición no dejó pasar la oportunidad de inundar en el minuto 19 la grada con las cartulinas amarillas de la esperanza. De una afición que, aunque cada vez menor en número, sigue con ganas de demostrar que la dignidad está muy por encima del dinero.
Las cartulinas amarillas están devolviéndole a la grada de Mestalla la dignidad que le arrebataron en su día las cartulinas verdes en una bochornosa tarde llena de mentiras, propaganda, insultos y amenazas a aquellos que osaran discrepar de una puesta en escena que hirió de muerte al club a medio plazo. En la mayoría de los casos del valencianista de a pie, no es reprochable haber sido crédulo (era complicado no creer cuando estás con el agua al cuello, te pintan el paraíso y encima hay voceros que cantan las bondades del maná que está por venir). Lo que sí fue reprochable fue la persecución orquestada de las voces discrepantes. Con el tiempo será necesario distinguir, como hace el código penal español, entre autor, cómplices y encubridores.
Por cierto que es gracioso comprobar como algunos que han babeado de viva voz y por escrito ensalzando la figura de Javier Tebas se sorprendan ahora de que el operador que sirve las imágenes del partido y sobre el que el jefe de la patronal tiene una ascendencia más que evidente (Mediapro) censurara las imágenes de la protesta. La opinión de Tebas sobre la libertad de los periodistas para preguntar, ya la conocemos. Además no es la primera vez que los realizadores de los partidos reciben órdenes de ocultar lo que está pasando en la grada. En el Levante-Valencia jugado en de hace unas temporadas al mediodía de comienzos de septiembre, había prohibición expresa de enfocar gente abanicándose, sufriendo los rigores del calor o simplemente bebiendo agua.
La culpa no fue de Movistar, quien sí sacó todo lo ocurrido en un reportaje en el programa "El día después". La excusa que da siempre Tebas cuando le preguntan por la censura es que sacar a la luz estas cosas da una mala imagen de la liga. Sin embargo yo creo que la mala imagen la da una liga de la que han huido todas las estrellas, tan quebrada que van a tener que recibir un dinero a cambio de hipotecarse los próximos 50 años, y tan desequilibrada que sólo pueden aspirar a ella tres equipos. La mala imagen es haber pergeñado un sistema que abre las puertas a tipos como Aly Sied (que hundió al Racing), Al Thani (hundió al Málaga), Peter Lim o Dimitri Piterman (que vino de la mano del propio Tebas y que destrozó al Rácing y al Alavés). Creo que eso perjudica más a la liga que enfocar una grada que reclama dignidad y justicia. Y si ya nos ponemos a comparar el tipo de inversores que llegan a la Premier con los que llegan a la liga, los lloros nos pueden durar hasta que Meriton acabe el Nou Mestalla. Por cierto, que si la protesta hubiera sido contra Rubiales o contra la Superliga, hubiéramos tenido más planos de la grada que del partido.
Por eso hay que insistir con la marcha del día 11, con las cartulinas amarillas y con lo que haga falta. Porque ese valencianismo, el que no baja los brazos y levanta la voz contra el señorito poderoso y opresor, es el verdadero ADN Valencia CF, el del inconformismo, el de "La voluntad de querer llegar". El otro, el que repite el club hasta la saciedad, es más falso que el ERTE que Murthy aseguró que no haría en el club durante la pandemia.