La Roma marcó el camino el martes impartiendo una másterclass de derecho romano impagable y el camino guarda ciertas similitudes con el que el Valencia ha venido andando a lo largo de la temporada: intensidad máxima, presión asfixiante, mucha fe y la puntita de suerte que siempre es necesaria para salir ileso ante una enormidad como el Barcelona.
VALÈNCIA. Después de episodios como el del miércoles en el Bernabéu y, fundamentalmente , del corifeo ‘florentinista’ partiéndose el pecho de orgullo vikingo cómodamente amancebados en el entorno de la Casa Blanca, a uno se le van –casi- las ganas de fútbol. Menos mal que siempre queda ese ‘casi’ y se avecina un partido este fin de semana que bien puede servir de reconciliación con un deporte que es maravilloso aunque haya quien se siga empeñando en convertirlo en un inmundo cubo de basura. Como colofón a las salva de bobadas que se han venido vomitando al respecto yo… me quedo con una reflexión: Me pregunto, aunque ya sé la respuesta, qué dirían todos los adoradores de Floren, tan apasionados habitualmente también de la Selección Española, de la que se consideran propietarios, si el próximo 15 de Julio en Moscú, en una Final entre España y , por ejemplo, Francia, nos ganasen los franceses con un penalti como el del miércoles en el minuto 93. No hay más preguntas al respecto y mejor será pasar página –otra más- del daño que el terror al activismo madridista ha inoculado en árbitros españoles y europeos además de -por supuesto- rezar muchas plegarias por la salud de Lucas Vázquez que, a día de hoy, aún debe estar dolorido por terrible agresión de Benatia. Pasar página y posar la mirada en el Camp Nou de cara al partidazo que se nos presenta esta tarde.
Los culés recibieron, el martes en el Olímpico de Roma, uno de los golpes más duros que les ha tocado encajar en la historia reciente del Club, lo que el el gran Chiquito de la Calzada hubiera bautizado como una ‘Caídita de Roma’ en toda regla y aquí andamos todos deseosos de que todavía anden convalecientes de la profunda cornada recibida pero Marcelino prepara a su equipo para todo lo contrario: para medirse a un gran equipo de fútbol que, aunque herido, tratará de congraciarse con su afición reafirmando su liderazgo en una Liga en la que -con 31 partidos disputados- todavía no conocen la derrota. Y es que el Valencia debe ir preparado, precisamente, para eso: para medirse al Barça en toda su grandeza con la tranquilidad de no necesitar los puntos para llegar a fin de mes. Dicha tranquilidad confiere al equipo de Marcelino la posibilidad de desplegar lo mejor de su repertorio en el Camp Nou sin espada alguna de Damocles que amenace en momento alguno porque, aunque no se haya certificado de manera matemática, la lucha por entrar en Champions está absolutamente superada y ahora sólo quedan jornadas, como la de esta tarde, para darse un buen festín de fútbol, dar otra gran alegría al aficionado y poner un gran broche de oro a una temporada impecable. La Roma marcó el camino el martes impartiendo una másterclass de derecho romano impagable y el camino guarda ciertas similitudes con el que el Valencia ha venido andando a lo largo de la temporada: intensidad máxima, presión asfixiante, mucha fe y la puntita de suerte que siempre es necesaria para salir ileso ante una enormidad como el Barcelona. Pensar en equipo huyendo del lucimiento personal y, eso también, esperar que Messi ande algo deprimido y no le dé por sacar la varita mágica. O mejor… como hizo La Roma, ejercer tal presión sobre el argentino que no tenga oportunidad alguna de hacerlo. Lo que pueda aportar o no el Sr. Del Cerro Grande no se puede controlar ni siquiera aventurar. Sólo cabe, para así evitar más daños irreparables como el que se infringió el miércoles a este sagrado deporte, que la suerte le acompañe y que prevalezca en su proceder el respeto al partidazo que le ha tocado dirigir y no el poderío del anfitrión.