VALÈNCIA. Hasta la vigésimo sexta jornada y con el oasis del espejismo del comienzo de temporada, la campaña que estaba realizando el Valencia CF pocos motivos tenía para esbozar media sonrisa.
Se ha convertido en una constante en una parte del entorno que rodea al club esconder la porquería debajo de la alfombra, mirar para otro lado y elevar a la categoría de logro titánico la normalidad cuando no hace mucho se le intentaba quitar lustre a dos clasificaciones consecutivas para Champions y un título de Copa. Los mismos que rebajaban el mérito de aquello venden como la quintaesencia de la gestión del club haberse acercado a la séptima plaza y estar en una final de Copa. Si no es producto de la mala circulación de la sangre como consecuencia de lo que pueden llegar a apretar unas buenas rodilleras, no le encuentro más motivo a semejante papelón (de toldos y lonas, ya hablaremos otro día).
Pero sí cabe preguntarse en voz alta si el equipo ha llegado a tiempo para meterse en la lucha por Europa (sin sublimar el logro, si cabe analizarlo). Y comenzaremos desde lo más visible e inmediato. En cinco jornadas le has recortado seis puntos al octavo y 4 al séptimo (cuento la séptima plaza como europea porque el en caso de que el Betis se llevara la Copa el séptimo podría jugar Europa League, y si se la lleva el Valencia el problema está resuelto). Yo sigo viendo muy complicado eliminar a dos rivales de esta ecuación (al 8º y al 7º), pero si parece ahora algo más cerca.
Lo bien cierto es que cabe felicitarse por la capacidad de Bordalás para reinventarse sobre la marcha. Un enconado defensor del 4-4-2 que fue variando hasta dar con la tecla. Primero con el 4-2-3-1, luego con el 4-1-4-1 y al final con el 5-3-2 con el que el equipo se ha metido en la final de Copa y ha remontado el vuelo. No le han dolido prendas a la hora de renunciar a algún axioma básico para su concepción del fútbol en aras de buscar un equipo que fuera fiable a la hora de desplegar sobre el terreno de juego las premisas desde las que entiende este deporte. El colectivo (equipo) por encima del individuo (entrenador), punto para el alicantino.
Y a partir de ahí, habría que señalar a 3 nombres propios. El primero, Gabriel. Porque la vuelta del central le ha cambiado la cara al equipo. Liderando la línea de tres centrales, y mejorando a los dos que le acompañan. A día de hoy, el hispano-brasileño ha hecho que las porterías a cero ya no sean una quimera, y se ha convertido en indispensable.
El segundo Mamardashvili. Si este chico no se tuerce ahí hay un portero que apunta muy alto. Salvando las distancias y la juventud del georgiano, tiene detalles de los grandes porteros europeos. Siempre fui muy comprensivo con los guardametas (uno de joven fue portero, malo, pero portero) y por aquello de conocer el oficio un poco por dentro siempre he tenido empatía con los guardametas cuando las críticas han llegado por parte de los porteros de sofá (visto cualquier gol desde la tele del comedor de casa, siempre puede llegar a parecer parable). Pero al mismo tiempo, es difícil que le dé mi aprobación a un portero, que me guste de verdad. Y sinceramente el georgiano entra en ese grupo. Creo que ahí hay portero, y de los buenos.
Y remato con el más importante, Gonçalo Guedes. El portugués está dos escalones por encima de cualquier otro jugador de la plantilla. El acierto de Bordalás de darle alas y quitarle los grilletes que para el luso suponía jugar tirado a un costado han multiplicado su rendimiento. Más de media copa del 23 de abril depende de su innegable talento. Lástima que el club no proteja al futbolista con un relato ad hoc para su mejor futbolista. Hasta la motivación que era su principal problema, parece lejos de ser ahora un contratiempo y parece jugar mejor en cada partido en el que salta al terreno de juego.
La lástima es que a ese nivel queda poco de disfrutar a Guedes por estos pagos. Frótense las manos ahora con el portugués, que en verano ya se las frotará Mendes (y su socio Peter).