Nuestra vida ha cambiado. Reviso la mía, desde mi perfil como deportista, y lo que me ha cambiado es mi rutina. En el judo, entiendo que como en la gran mayoría de deportes, tenemos una planificación muy marcada y no tenemos prácticamente margen para la vida social. Estamos acostumbrados a ir a cien por hora, a viajar, a no parar en casa. Vivimos a esa velocidad vital y de repente, se da una situación como la que estamos viviendo en todo el mundo, y te dicen para, baja de este tren que vas a coger otro y, además, no sabes con seguridad dónde te va a llevar. Así ha sido el cambio en mi vida. Imagino que en el deporte, y en otros ámbitos de la vida, podéis veos reflejados en esta forma en tiempos del coronavirus.
En ese plano como deportista de alto rendimiento, está claro que físicamente tienes que mantenerte, pero la baza que tenemos que jugar para salir ‘ganador o perdedor’ está en la cabeza. Se trata de un replantear todo: por ejemplo, cambiar la clasificación para un sueño tan grande como los Juegos Olímpicos. Llevo un año soñando que acabe esta clasificación y de pronto te dicen que tienes que esperar otros catorce meses. Pero hay que buscar lo positivo, cómo enfocar la situación para sumar. Y me lo replanteé: lo veo como un bonus para mejorar más y llegar a 2021 mejor de lo que hubiera llegado en 2020.
Quizás al principio, cuando todavía no podíamos ser conscientes de la magnitud de todo lo que ha ido pasando, y antes de que se aplazasen los Juegos, veíamos más esa parte de llegar en igualdad de condiciones, pues en esos primeros momentos se veía que en países como España estaba afectando más y en muchos otros no. Pero la situación que se ha ido dando, tristísima, es de una calado mundial que nunca nos hubiésemos imaginado vivir. Está claro que tengo mi sueño, pero quiero una vida normal, no quiero que muera gente, no quiero que todo esté parado. Quiero ir a unos Juegos Olímpicos, pero en un mundo normal.
Mi vida en este tiempo, como decía, ha sido de una rutina muy diferente a antes de la pandemia. Llevaba siete años viviendo en Valencia sola y me volví a casa con mis padres y con mi hermana. Al principio, intentaba hacer esas cosas a las que no les había dedicado tiempo en el día a día. La rutina se convirtió en levantarse, entrenar, estudiar, porque la universidad a distancia ha seguido, y cocinar, me encanta la repostería. He aprovechado para estar con mis padres porque habitualmente no es así. Y en cuanto al entrenamiento, se planteó sesiones de mantenimiento. Se mandaba por grupo lo que había que hacer, primero, y luego ya tiramos de vídeo llamadas con entrenamientos tanto de mañana como de tarde juntos. Al final, se trataba de un circuito físico con las posibilidades de material que tuviéramos y por las tardes era volcarse un poco más hipopresivos, movilidad, pilates, que son cosas que normalmente le dedicas menos tiempo.
Y en cuanto a la cocina, pues desde bien pequeña me ha gustado estar en la cocina con mi madre ayudándole. Siempre me han gustado hacer postres, bizcochos, cupcakes. En Valencia no suelo hacerlo, porque siempre estamos a dieta, pero cuando iba el fin de casa que no competíamos, sí lo hacía en casa con mi madre. Entre semana me cuido, pero el fin de semana disfruto. Y al tiempo era algo que hacer junto a mi madre.
Un cambio importante ha sido el poder salir de casa. No hemos añadido mucho en cuanto al entrenamiento, pero cada día antes de entrenar hacemos algo de cardio con carrera de 20-25 minutos. No mucho más. Pero lo que sumas es algo tan anhelado como el aire libre, el olor del mar y algo de libertad. La primera vez que salí fue una gran sensación de libertad. Hasta ese momento solo iba en el coche los sábados a comprar y no salía más. Ese primer día, tener la brisa del mar, el aire y el sol en la cara, fue una sensación de libertad inmensa. Un chute de energía. A eso tenemos todos derecho. Como mensaje solo espero que la forma solidaria y disciplinada que gran parte de la sociedad ha mantenido respecto a las medidas no se frene en esa desescalada por el egoísmo de otras personas, que no son tantas, pero las suficientes como para que tengamos que dar pasos atrás: solidaridad.