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Diario FER / OPINIÓN

Connotaciones positivas y una recuperación de la motivación

14/05/2020 - 

A lo largo de los últimos meses antes del estado de alarma por la pandemia del coronavirus, por momentos echaba la vista atrás y veía un recorrido de más de veinte años. Este año preparaba la clasificación para Tokio 2020. Todavía no lo había conseguido, pero quedaban eventos para lograr participar en los que serian mis quintos Juegos, desde los primeros que alcancé para Atenas 2004. Confieso que empezaba a notar un cansancio mental y físico y pensaba en una parada, no digo una retirada, tras Tokio 2020. Pero llegó la crisis sanitaria y toda mi vida, como la de todo el mundo, se ha transformado y ha necesitado de una revisión. Pasados dos meses, fiel a mi forma de ver la vida desde una óptica positivista, saco connotaciones en positivo. Y eso que lo he vivido como una montaña rusa de emociones.

Esta situación nos ha sobrepasado a todos. No me la hubiera imaginado nunca. Pero llegó y se desplegó por todo el mundo. Y con el estado de alarma llegó el confinamiento. Y con ello un primer momento de incertidumbre: ¿Qué iba a pasar? Uno se queda perplejo con todo lo que sucede, muy triste. En un primer momento se entremezclaba esa tristeza por las informaciones que recibíamos respecto a los contagios y fallecidos, desde luego lo más importante es la salud, con ese revisar la situación personal y ver qué iba a pasar. En ese plano profesional deportivo, la incertidumbre fue lo que ganó peso. Así fue hasta que se confirmó el aplazamiento de los Juegos de Tokio. Y en esa montaña rusa emocional, no es que pensara dejarlo, porque no soy de dejar las cosas así, pero sí la cabeza te trae pensamientos de todo tipo. En ese momento, sin poder salir al agua, sabiendo de ese margen de más de un año de nuevo, y de las ajustadas posibilidades que había de trabajar en casa, pues pensé que era el momento de ese descanso mental y físico que pensaba para después de este verano realizarlo ahora. Lo intenté, pero a las dos semanas se me caían las paredes. Pero reflexioné. Era lo oportuno. Y lo he ido haciendo. Me he tomado la filosofía eso de ir día a día, de ser paciente, de tomarme ese descanso que necesitaba física y mentalmente.

No es que parara en seco, claro. Pero sí quise aprovechar para tener tiempo para mí, para estar con mi pareja, para hacer cosas que normalmente se quedan lejos de nuestras posibilidades, porque los viajes y la competición al final exigen mucho tiempo. Primero, mi novia que también viaja mucho lo pudo cuadrar y estamos pasándolo juntos.

Cuando se decreto el estado de alarma y el confinamiento, cogí un rodillo de un amigo, el Club Náutico me facilitó material, mi preparador físico me dejó pesas y me preparé la casa para poder tener una preparación decente. Me tomé ese descanso necesario. Fue más de relax el primer mes. Pero teniendo una pequeña rutina de preparación. Intentaba gestionar el día. Y a la vez he aprovechado el tiempo para hacer algunos cursos que tenía pendiente, pero que, como digo, con tanto viaje y competición no tenía el tiempo necesario. He aprovechado para darle caña a la casa, cuidarla un poco, hacerla más hogar porque con los viajes de los dos era difícil. Hemos intentando completar el tiempo. Y me he puesto en modo cocinero: me gusta la comida saludable. Ahora con esta situación he cocinado más. Ella también se ha animado y me ha pasado. En la suma de sensaciones respecto a esa montaña rusa, la clave ha sido transformar cualquier tipo de connotaciones negativas en positivas.

A lo largo de las semanas, fui recuperando la motivación. Pero desde luego el hecho de poder volver a salir y tocar el agua fue una sensación increíble. El saber que venían cambios, que podíamos salir, que los DAN podíamos hacer nuestra rutina a cualquier hora del día fue ilusionante. Pero el momento de tocar el agua, nunca había estado dos meses fuera del agua, prácticamente me hizo llorar.

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