VALÈNCIA. El Llevant ataca el área rival. Pablo da una asistencia, Lozano saca un balón parado, Oriol ejecuta un cambio de sentido. Una nube de arena se eleva, entre sus pies prodigiosos. En vez de césped, parece una burda moqueta. ¿Sufren los tobillos, los músculos y las rodillas más de lo debido? ¿Existe relación directa con la plaga de lesiones que azota al equipo desde hace tiempo? No soy quién para responder. No sé nada de jardinería ni de medicina.
Nos sentíamos orgullosos de la hierba de Raimon, que se plantó antes incluso de levantar las gradas del Nou Estadi. Ahí estuvo más de cuatro décadas. A veces llovía mucho, durante días, no como ahora. El campo se encharcaba, se embarraba, pero el césped se recuperaba. A menudo había calvas cerca de las porterías. Eran otros tiempos. Los futbolistas calzaban tacos de aluminio y pisaban las áreas. Tanto que afectaba a la hierba. Dedicaban menos tiempo que hoy al rondo. Orriols, en todo caso, era un tapete. Como en otras cosas, en esto hemos ido hacia atrás, “com els carrancs”.
Una cosa es que seas un club condenadamente pobre y necesites alquilar el estadio para que actúen Bruce Springsteen, Simple Minds o Waterboys. Y otra muy distinta, que te hayas convertido en un club de élite y dejes irrecuperable tu terreno de juego para traer en verano la Champions Burger, a Bosé o a la banda pija del hijo de Bárcenas. Que te toque replantar cada final de verano, aprisa y corriendo, y estar aún en noviembre con el campo en un estado lamentable y jugándote un ascenso. ¿Cuánta pasta hay que ganar para que salga a cuenta? No tengo los números, pero hay que replantearse este “modelo de negocio”.
Valle, Álex Muñoz, Andrés y Fabrício son bajas para Tenerife. Regresa Cantero y tenemos fondo de armario. Cinco porterías a cero en los últimos seis partidos y, sobre todo, cuatro triunfos, tras la debacle ante el Espanyol, han disparado al Llevant en la tabla. También la ilusión. Solo hay que ver las imágenes del vestuario, tras cada victoria. Si gana en Tenerife se meterá en ascenso directo, e incluso líder, si empatan primero contra segundo (Espanyol-Leganés). Sería un golpe de efecto considerable. La casualidad ha querido que esta jornada también jueguen cuarto contra tercero en el Heliodoro, y quinto contra sexto (Zaragoza-Eibar).
••• Dani Gómez. Alessio Lisci le obligó a bajar de un autobús para hacerse una foto con un niño, después de negársela. El Llevant acabó descendiendo ese año, como el Espanyol, al siguiente. Entre ambos clubs, Gómez sumó seis goles en Liga, en 2.800 minutos y tres campañas, antes de la actual. Un pobrísimo bagaje al que se suma negarse a jugar de blaugrana en Segunda, en la 22/23, pese a tener contrato hasta 2025. En esta columna siempre pensamos que limpiaría su cabeza y acabaría marcando goles, porque aptitudes no le faltan. Ante el Ferrol firmó el de la victoria y se echó la mano a la oreja, pese a la infinita paciencia que ha tenido con él esta grada. Postigo corrió a recriminárselo. Luego pidió perdón con la boca pequeña. “Si alguien se ha sentido ofendido…”. El club, que le obligó a hacerlo, debería leerle la cartilla: Orriols se respeta. El escudo es sagrado. Y, además, es contraproducente enturbiar la química entre equipo y grada, que vaticina grandes cosas. Que sus sinceras disculpas sean anotar doce goles y hacerlo con humildad.