Los futbolistas han vivido plácidos bajo el paraguas de Lim. Primero fue amigo, luego un destarifo. Primero les protegía una mano aliada, luego la incompetencia superior enmascaraba sus culpas. Todo un planazo. Pasase lo que pasase, a ellos les resbalaba...
VALENCIA. Aquí unos pocos apuntes a vuela pluma sobre una disyuntiva. Cariño, zanahoria y comprensión con los futbolistas, por muy díscolos que sean, con el objetivo de reintegrarlos en la normalidad deportiva… o por el contrario palo, sanción y ejemplaridad para demostrar dónde está el límite, dónde pone el Valencia el listón. Un avance: no tengo respuesta; deberían sancionarme por ir contra los convenios del columnista.
Los futbolistas han vivido plácidos bajo el paraguas de Lim. Primero fue amigo, luego un destarifo. Primero les protegía una mano aliada, luego la incompetencia superior enmascaraba sus culpas. Todo un planazo. Pasase lo que pasase, a ellos les resbalaba. Como toda situación crítica tiende a empeorar, el cataclismo les acabó mojando y algunos nudillos furtivos terminaron golpeando sus coches deportivos. Mal.
No es nuevo. Sucedía antes de Lim. Las dificultades para consolidar un poder de gobierno en el Valencia, así como las dificultades de ese poder para asentar la autoridad de un entrenador o un director deportivo han hecho de los futbolistas un cuerpo de libre actuación ajeno a demasiadas normas. No es tanto cuestión de nombres como de ejemplaridad y modelo.
Llegamos al día. Mientras en Vigo Orellana, jugador totémico para la grada, es puesto de patitas en la calle un día antes de jugar contra el Madrid, a la otra orilla de la península Fede se borra pero no pasa nada, Parejo se emborrona pero no pasa nada, Enzo se traspapela pero no pasada nada y Mario Suárez acusa de falta de profesionalidad a un compañero anónimo pero no pasa nada. Ninguno de ellos tiene el peso en el equipo ni en la institución que tenía Orellana. Ninguno de ellos sufre castigo, ninguno paga siquiera saltarse la autoridad del entrenador. De qué entrenador, podría preguntarse uno.
Anil Murthy, que por lo que se ve ha dejado de ser diplomático, declara poco después a El País que Prandelli “atacó a la plantilla. Esto generó una inseguridad. Ahora, para salvarnos, debemos recuperar la moral de los futbolistas”. Traducción: los futbolistas ganan, los futbolistas mandan. Lo que en Vigo se consideran faltas de respeto inaceptables, ganando Berizzo, en Valencia se muestra invertido.
Voro apuesta por la zanahoria y teniéndolo a huevo descarta señalar a ningún futbolista. Es una medida cortoplacista. Puede que incluso sea una medida inteligente. Sin la autoridad de Berizzo, sin más plazo que la pura supervivencia su reto tiene que ver con tranquilizar las cabezas estresadas de sus jugadores, “recuperar la moral”, en palabras de Murthy.
Viendo el partido frente al Espanyol podría interpretarse rápido que ganaron en tranquilidad y confianza. O puede que no tenga nada que ver. Yo qué sé. También puede que Voro haga bien, que esa sea su manera de salir indemne de un escenario a priori imposible.
Haya hecho bien o no el problema de disciplina, de autoridad de los entrenadores sobre sus jugadores, sigue ahí, tan candente, causa de muchos otros problemas, consecuencia de un gobierno laxo y despistado. No es un asunto de nombres, es un asunto de club. Por eso Berizzo sería incompatible con quien administra ahora el VCF.