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opinión

El advenimiento del Mesías

26/10/2019 - 

VALÈNCIA. Se cumplen cinco años del aterrizaje de Peter Lim en el accionariado del Valencia CF y bastaría un somero relato de lo acontecido desde entonces para evacuar un balance que, en ningún caso salvo respetables excepciones, puede leerse como positivo. Han pasado cinco años y sigue sin moverse un ladrillo en el Nuevo Estadio siendo ese uno de los argumentos que enarbolaban sus heraldos para defender por tierra, mar y aire la idoneidad de su desembarco. Han pasado cinco años y la deuda, lejos de menguar, sigue engordando por mor de una gestión económica que arroja pérdidas año tras año y lo más frustrante de esto es, precisamente, la desilusión que genera entre los que aguardaban la llegada de Lim como el trampolín para ver al Valencia como un club poderoso, como un Club comprador de las más rutilantes figuras mundiales, al ver que los nuevos propietarios se frotan las manos impúdicamente ante la más mínima oportunidad de hacer caja con la venta de un futbolista con independencia del perjuicio que le pueda provocar al potencial deportivo del equipo: en Valencia saben los vivos y los muertos que a Lim no le tembló el pulso para someterse al Atlètico de Madrid y, con la temporada empezada, ponerle en bandeja a Rodrigo Moreno obviando deliberadamente el ‘agujero’ que horadaba en el vestuario sin la mínima observancia a la hora de reponer una pieza tan importante. Aquí muchos soñaron con un mecenas que saldría todos los veranos al mercado a comprar caviar y lo que se han encontrado es ... lo de siempre en casa del pobre: Vender mis bienes para remediar mis males.

Pero todo esto, siendo tan importante como decepcionante, está tan asumido ya por el común de los mortales que la resignación ha terminado ganando la batalla y, quien más y quien menos, acepta esta realidad y se contenta con mirar al futuro sin esperar mayor alarde por parte de la propiedad que el consistente en colocar en los puestos clave en materia deportiva a gente de fútbol y que les dejen desarrollar su trabajo sin ser saboteados desde dentro.

Cinco años después vemos cómo se procede a la voladura incontrolada de un oasis de normalidad que había aparecido en medio del más insondable de los desiertos. La salida del Club de Alemany del Valencia no es sino el funeral que pone fin a un periodo de éxito que se finiquita por los celos de unos propietarios que nunca aceptaron la popularidad alcanzada por el ejecutivo mallorquín y, si sorprendente es el hecho en sí mismo, lo es más la escenificación de la ‘jugada maestra’: primero faltó a la verdad el Presidente - portavoz al explicar en su autoentrevista que Alemany no encontraba su encaje en el Club desde la marcha de Marcelino cuando el propio Mateu había estado en la ‘cuerda floja’ mucho antes del cese del propio entrenador. Cabe recordar que fue el 29 de Julio cuando Murthy se trajo bajo el brazo desde Singapur el primer certificado de defunción del Director General y que el cese de Marcelino no se perpetró hasta el 11 de Septiembre. Más tarde, el pasado miércoles tras el partido de Lille, volvió a actuar el Presidente - portavoz para explicar que Mateu no encaja en el ‘nuevo proyecto’ y que, en este instante, lo prioritario es cerrar su salida antes de dar los siguientes pasos. Ante tan panorama y sabiendo que la salida de Alemany ya no tiene marcha atrás, entiendo que Murthy tiene razón: en cuanto antes se cierre este capítulo -ya que Alemany “no sirve”- mucho mejor. Ahora falta comprobar en qué consiste ese magnífico proyecto deportivo que se cocina en Singapur, que se va a implementar cinco años después del ‘advenimiento del Mesías’ y que -con total seguridad- el Presidente explicará y detallará en breve , en el que no encaja un ejecutivo de la solvencia de Mateu, porque seguro que va a dejar a todo el valencianismo boquiabierto. 

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