VALÈNCIA. Personalmente, me gusta poco el fútbol que despliega este Valencia CF y los resultados, más allá del anestesiante placer que da el haber llegado a la final de la Copa del Rey, confirman que el equipo navega en plena mediocridad, muy propia de la gestión Meriton. Hay quienes hablan de que muchos medios no saben disfrutar del hecho de que hayamos llegado a una final (¿Quién no lo está disfrutando?), de que manipulan, enrabietados, por no sé qué, pero, al mismo tiempo (y sin que sean consciente de la contradicción en la que caen) hablan de la grandeza del club. En efecto, el Valencia CF sigue siendo un club grande, a pesar de muchos, lo malo es que cada vez nos quedan menos argumentos para seguir calificándolo como tal.
El equipo es honrado: lo da todo y hay que aplaudir siempre, hasta el último minuto, porque esos mismos que ahora sacan pecho de su valencianismo son los mismos, muchas veces, que silban a la primera de cambio a sus propios jugadores, quizá porque entienden que el Valencia CF es más que Soler o que Gayá, por ejemplo; pero lo cierto es que, ahora mismo, Soler, Gayá y algunos otros más son quienes están sosteniendo, en sus botas, la grandeza derruida de este club. Se mire por donde se mire. Pero esto no es más que una opinión, no una información, por lo tanto, poco se puede mover del ánimo de los demás: es posible que hasta me equivoque y resulte que, tras la evidente gestión deportiva y económica del club, todo fluya de maravilla, a pesar de las ventas que se auguran: es posible, sí, no sé si es probable.
Todo esto viene porque este Valencia CF de Bordalás va justo de argumentos futbolísticos: tú ves a los siete primeros de la clasificación jugar cada fin de semana y crees que practican otro deporte. Lo digo como lo pienso y siento: nuestra batalla está en el barro del octavo para abajo, por cómo jugamos, por cómo nos defendemos en el campo, por cómo tratamos el balón y por cómo planteamos cada partido, sea cual sea el rival. Visto lo visto, Bordalás se ha ganado respeto, paciencia y confianza y debe tenerla toda, pero él sabe que el juego de este equipo está siendo pobre y sin mucho fundamento que no sea el de esperar una genialidad del mago portugués Guedes allá arriba. El calcio hizo de este sistema una doctrina de fe, así que tengamos ilusión, aunque el esplendor del fútbol italiano fue en los años noventa del siglo pasado y no sé si este planteamiento no queda un poco anticuado. Sí, somos ahora mismo broncos y coperos, pero para enlazar con nuestra historia también hay que recordar que en esos equipos de antaño había peloteros de mucho nivel, con gente que sabía sacar el balón de maravilla desde atrás, por ejemplo.
Pero más allá del disgusto futbolístico que me da, a veces, ver jugar al Valencia CF con tan pocos argumentos de juego y elaboración, tengo que confesar que existe cierta leyenda negra que me mosquea muchísimo: si ves los partidos de cada jornada, en la gran mayoría de ellos hay entradas durísimas, broncas, empujones, reiteraciones a la hora de cortar el juego, polémicas, enfrentamientos entre técnicos, etc. Pero solo el Valencia CF parece el “broncas”. Es injusto, sin más. Vamos a los datos.
Entre los jugadores con más tarjetas rojas, veo a cinco futbolistas con dos en su haber y ninguno es del Valencia CF: Soldado, Raúl de Tomás, Koundé, Íñigo Martínez y Hugo Mallo. En conjunto, Español, Mallorca y Levante llevan las mismas expulsiones que tú (6) y nadie les llama marrulleros. Equipos tan estilistas como el Barcelona, Atlético de Madrid y Betis llevan cinco rojas, que no está nada mal.
En tarjetas amarillas sí estamos destacados, con 97 en nuestro casillero, aunque muchas de ellas son bastante rigurosas, la verdad. El Getafe lleva 90 y no es problemático; Atlético de Madrid y Elche llevan 78, el Levante 79 y Cádiz, Mallorca y Granada llevan 74. Lo que me preocupa no son los números, sino que, quitando al Atlético de Madrid, los demás están luchando por no descender y eso es buena muestra de que este modelo, a lo mejor, no es tan efectivo a nivel futbolístico o habla de que se hacen muchas cosas mal.
También en el número de faltas estamos destacados, con 489 en lo que va de temporada, frente a las 420, 422 y 423 de Alavés, Getafe y Levante respectivamente. Pero esto no es signo de juego en sí, sino de eficacia defensiva, ya que cortar el juego rival solo viene cuando existe una evidente desventaja y esto solo quiere decir que, en demasiadas ocasiones, el Valencia CF se ve sobrepasado, en dificultad o en inferioridad; o que llega tarde, porque defiende mal.
Y es aquí donde este modelo de juego, que sí, que nos ha llevado a jugar una final meritoriamente (¡No es un éxito, sino un mérito, enorme, sí, pero mérito, sin más!), me resulta más cuestionable: los goles en contra. El cúmulo de faltas evidencia, entre otras cosas, deficiente colocación, o bajo estado físico, o las dos cosas. Si añadimos que juntamos gente atrás, para achicar espacios y cortocircuitar al rival, entonces deberíamos tener pocos goles en contra, ya que interrumpimos el juego del contrario, no dejamos huecos y generamos ocasiones (117 disparos a puerta en lo que va de liga), de vez en cuando, claro. Sin embargo, vemos que el Levante (que encabeza otras estadísticas aquí citadas) es el rey del gol en contra, con 55; le siguen Alavés y Mallorca con 45, Granada con 44, Valencia con 43 y Español y Cádiz con 41. Son siempre los mismos equipos los nombrados, salvo el Atlético de Madrid, que hace 140 faltas menos que tú, tiene menos amarillas, menos rojas, más goles a favor, menos en contra y dispara más por partido. Si este es el modelo, lo estamos haciendo bastante mal, porque nos parecemos, en juego y números, a los de abajo, queramos o no. Solo es que nosotros tenemos a un tal Guedes, que algo nos resuelve.
Apuesto por que veamos las cosas como son, no como queremos que sean. Todo depende de las perspectivas, claro y hay quien vea que estar en la final ya lo justifica todo, pero este club es grande porque ha llegado, cada cierto tiempo, a jugar finales y a ganarlas, porque si no la ganas este año, con estos números por delante, poco bueno podremos defender para la historia del club. Yo creo en el grupo y en Bordalás: debemos creer en ellos, porque son lo que tenemos, nuestro único argumento, pero el relato de su juego es pobre, bronco, triste. No obstante, la fe mueve montañas.