Hoy es 10 de octubre
VALÈNCIA. La demanda sobre la dimisión de Quico Catalán es creciente en la afición del Levante. El presidente vive su peor momento en una silla a la que, asegura, no está atado. Tanto es así que puso su cargo a disposición “del máximo accionista y el levantinismo” el pasado 4 de enero, en un intento de calmar las aguas tras la debacle deportiva en Villarreal y la tensión social de la misma noche tras el encuentro. No surtió efecto. Porque el fútbol son resultados, en el césped y fuera de él, y en ninguno de los dos sitios el barco granota va viento en popa.
El pasado sábado, en el partido ante el Cádiz, la parroquia levantinista esperó a que la derrota se consumase del todo con el tanto de Salvi para mirar, una vez más, hacia el palco. Esta vez no estaba allí Quico Catalán para escuchar en directo la música de viento y el segundo “Quico, vete ya” de la historia del club. Con motivo de la pandemia, el presidente tuvo que enterarse después, pero este pasado fin de semana los cánticos superaron en decibelios a la primera ocasión en que el público del Ciutat, ya sin tapujos, pidió la cabeza de su presidente. Fue un par de semanas antes, en la cita contra el Mallorca, y en este caso con victoria.
El levantinsimo ya no entiende de resultados. Al menos de los deportivos en una situación que bien necesita un milagro histórico sin precedentes para poner una tirita a la temporada. El sentir de la afición, que miró de nuevo al palco y ya no más al banquillo –se coreó el nombre de Alessio Lisci desde la grada de animación-, se acerca más a la aceptación del descenso a Segunda División que al de rebelión y apoyo que Quico Catalán pidió en su última comparecencia pública. Entonces anunció el asunto de su cargo, pero no desveló cómo se llevará a cabo una especie de referéndum que pondrá de nuevo a la Fundació Cent Anys, la máxima accionista que mantuvo con fuerza su apoyo al actual Consejo de Administración, en el ojo del huracán.
Más allá de los 23 millones de euros en pérdidas que aprobaron los accionistas del Levante –con el rodillo de la Fundación- la noche del 22 de diciembre, las decisiones deportivas también pesan en la mochila de Quico Catalán. Sin director deportivo, el equipo de Alessio sigue sin ser reforzado y coge más fuerza que nunca la idea de que, en caso de llegar el ansiado central a Orriols, no sea del nivel requerido. La tesitura, no de descenso asegurado por matemáticas pero sí de proyecto a la deriva, aleja a más de una incorporación de la que el club ha estado detrás. En enero ha habido centrales que han descartado la posibilidad de aterrizar en Valencia por pensar que la meta de la salvación es poco menos que un imposible.
El técnico ha asegurado públicamente que no quiere que su equipo se refuerce “por reforzar”, sino que valora opciones que mejoren de verdad su plantilla. Y de momento el mercado de entradas en el Levante se mantiene con el freno de mano echado a una semana del final. Además, con la propia figura del presidente en entredicho y con la posibilidad de su marcha ya sobre la mesa a final de temporada, la contratación de un director deportivo pierde el plano protagonista. Y sin dirección deportiva, las renovaciones que ha de acometer el club próximamente, incluida la del entrenador, se deberán de hacer a contrarreloj tras el fin de temporada. Habrá un mes, entonces, para decidir quién se sienta en el palco granota en la 21/22, si Pepelu o Cárdenas lideran el proyecto de futuro del club y si hay una figura clave en la toma de decisiones deportivas.