VALÈNCIA. Durante 14 años defendí el micrófono verde de una emisora de radio de la que, desgraciadamente, ya no queda más que el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de asomarnos al balcón de los oyentes que nos pedían que trabajáramos “por y para València”. Aunque allí hice de todo -la escuela de Enrique Ginés, imponía- el área de deportes fue en la que más tiempo me dejaron gobernar.
Un día, se me apagó la luz roja. Quise soñar que el camino continuaba, pero llegué a pensar que se acababa el mundo. Yo entonces no lo sabía a ciencia cierta, pero la realidad era que pese a seguir cada día en el aire, el oxígeno se me estaba agotando. Y, con algún que otro tropiezo, me salvó cambiar de atmósfera.
Amigos de otros medios me reclamaron para sus tertulias y a veces acepté por esa mezcla de gratitud y terror que se siente al ver manos extendidas cuando se camina junto a un precipicio. Aún así, sentía que cada minuto que pasaba, yo estaba más lejos de ese periodismo que se asentaba en los chiringuitos. No me malinterpreten: respeto a quienes saben nadar en esas aguas y también a quienes han sido capaces de resistir al oleaje. Pero yo no era lo uno, ni estaba para lo otro.
El primer partido que vi mudo me pinchó el corazón. Confieso: el recuerdo de aquellas Ligas y finales a las que pude poner voz, me sigue alterando el pulso y aún murmuro jugadas frente al televisor.
Narrar en directo será siempre uno de los ejercicios más bellos del periodismo deportivo. “Mira papá, mira papá…”, gritaba Montalt desde Sevilla en mayo del 19. La dedicatoria viajaba por el éter con destino al cielo de su padre, pero también al de todos los nuestros.
Hacen bien los que trazan una línea entre la SAD y el club para referirse al Valencia CF. Pese a que las acciones estén aquí o allá, el escudo seguirá grabado en el lado izquierdo del pecho de los valencianistas. No sólo en la camiseta, sino también en el corazón. Justo en el lugar en el que lo luce con vehemencia Manolo. Me pregunto si los que ahora tratan de apagar su voz han sentido algo parecido en su vida o si hace ya tanto tiempo de aquello que lo han olvidado. De la ética y el rigor periodístico, mejor no hablar.
Sin que haya mediado orden alguna de Singapur, un grupo autogestionado de trabajadores de la SAD está intentando acorralar al presentador del programa de referencia en las noches de la radio deportiva valenciana. Hace un mes y medio, cuando “olvidaron” darle paso en una rueda de prensa, me aseguraron que había sido un error.
Hoy sé que su compromiso con la verdad es equivalente al que tienen con la decencia periodística. Entonces acompañaron su escrito de un informe que detallaba los pasos de Montalt en twitter desde semanas atrás. Ustedes ya saben cómo es Manolo, pero nada de lo que expresaba en sus redes personales era punible. Nos sorprendió que se perdiera el tiempo en investigar a un periodista pero, la verdad, las expresiones de Manolo junto con las anotaciones de ese ¿gabinete? de prensa, nos provocaron más risa que indignación.
Después supimos que habían hecho circular informes parecidos sobre otros periodistas. Fue entonces cuando pedí a Manolo que todas sus comunicaciones quedaran reflejadas por escrito. Una solicitud de entrevista por semana que, en la mayoría de ocasiones, ni siquiera obtuvo respuesta. En ese plazo, los futbolistas del primer equipo ofrecieron 11 entrevistas a otros medios y no hubo una mala palabra de Montalt. El respeto por el trabajo de los compañeros de otros medios no es negociable. Mientras tanto, yo seguía recibiendo llamadas de una veu que me aseguraba que no existía veto alguno.
El Valencia, la SAD, puso ayer como condición la no presencia de Manolo Montalt para conceder a Plaza Deportiva una entrevista a un jugador. “Hola Rafa, llámame si puedes. Era por aclararte lo de la entrevista (…) No entendemos cómo a una hora (…), se cambien las condiciones”, escupió mi WhatsApp. No llamé. Yo también respondí por escrito: “Hay una condición que no cambia y es que es el medio el que elige a los periodistas que hacen las entrevistas”. No habrá entrevista.
A nadie puede escapar que Manolo es muy crítico con la gestión del Valencia CF de los últimos años -¿queda alguien que no lo sea?-, pero la caza de brujas no puede ser un método de trabajo aceptable. Vaya usted a saber si es por exceso de celo o por falta de luces, pero los autores están entre nosotros. Quizá eso signifique que los de Singapur ya han vencido un poco. Pero no pasarán.
Rafa Lupión es director de contenidos de Plaza Radio