Hoy es 13 de octubre
VALÈNCIA. Soy perfectamente consciente de lo engorroso que resulta el asunto del estadio. También lo es para quien suscribe, pero hay dos razones, por encima de muchas otras, que obligan al valencianismo a estar alerta con este interminable asunto: por una parte la necesidad de resolver una obra inacabada que supone un lastre para el club y para la ciudad, y por otra la oportunidad que supone para el Valencia el hecho de contar con un estadio acorde con los tiempos que corren, una vez hayamos superado el pellizco nostálgico de poner fin a la historia sentimental que cada uno tenemos en relación al viejo Mestalla. Un estadio nuevo bien gestionado, además de aportar la comodidad para el aficionado que ya no está en condiciones de aportar Mestalla, se convertiría en una fuente de ingresos adicional para la entidad nada desdeñable. Así ha sucedido en el Arsenal, el Bayern de Múnich o el Atlético de Madrid, entre muchos otros casos que superaron el vértigo de abandonar su viejo hogar para dar un salto hacia el futuro. Soy el primero al que le interesa mucho más que el equipo de otro pasito adelante en la clasificación ganando esta noche en Getafe y, por supuesto, el primero que mira a Sevilla con la ilusión de ver a Gayá levantando la Copa junto a SM El Rey en el Estadio de la Cartuja porque ese es el mayor de los intangibles de quien siente profundamente los colores de su equipo pero, además de procurarnos el pan para hoy, debemos evitar el hambre de mañana y el nuevo estadio es una parte crucial del Valencia que dejaremos a nuestros hijos y nuestro nietos.
Entiendo que haya una parte relevante del valencianismo que, con tal de que Murthy y si Corte de Honor no se cuelguen medalla alguna después de haber ofendido reiteradamente al valencianismo y después de haber dinamitado los anhelos deportivos por rabia y celos, prefiere que vuelva a fracasar la posibilidad de reiniciar las obras del nuevo estadio. Pero yo, que no albergo simpatía ninguna por un ‘elemento’ que pasará a la historia por ser el más indigno presidente del Valencia CF, prefiero que las cosas del estadio salgan adelante y que salgan bien. Con todas las vigilancias necesarias a la Administración pública para que no den el visto bueno a un estadio que no sea digno del valencianismo por la tentación de ‘quitarse el muerto de encima’ y, de paso, colocarse en la foto de la inauguración con la intención de ‘rascar’ algún voto.
Y, sobre todo, con la petición expresa de que garanticen, no sólo el dinero que llega de CVC, sino el resto de inversión necesaria para terminar el estadio que el Valencia merece: sabiendo lo poco o nada que les importa el nuevo estadio, lo tramposos que son y la inclinación que tienen hacia la mentira y el engaño, a nadie extrañaría que volviesen a dejar las obras atascadas una vez gastados los dineros de CVC y que, de la misma manera que han estado siete años diciendo que harían el estadio cuando vendiesen las parcelas del antiguo Mestalla, ‘aparquen en doble fila’ de nuevo las obras con excusas similares en función de futuros negocios que nunca fructifican. Porque ni quieren que fructifiquen, ni tienen el mínimo hábito de trabajo para llevarlos a buen término.
Según la RAE el aval es la “firma que se pone al pie de una letra u otro documento de crédito, para responder de su pago en caso de no efectuarlo la persona principalmente obligada a él” y es eso, y no otra cosa, lo que el Valencia de Mériton debería aportar: no debería servir la expectativa de negocios futuros como la venta de una explotación fotovoltaica o la venta del edificio de oficinas sino están firmados y convenientemente garantizados porque la experiencia ha venido demostrando que no son gente de fiar y que aprovecharán la más mínima oportunidad para eludir su responsabilidad como han venido haciendo desde que aterrizaron en el Valencia CF. El motor principal con el que afrontar la construcción del nuevo estadio, como lo es en el caso de cualquier particular que emprende la construcción de una casa nueva, es la ilusión. Ellos, ilusión no tienen ninguna porque el Valencia les importa un pimiento y la confortabilidad de los valencianistas les importa menos todavía. Ante este panorama, tan triste como real, sólo cabe que asuman los compromisos necesarios, con todas las cautelas legales y económicas necesarias, para poder ver acabado el nuevo estadio. Sin palos en las ruedas pero con todas las garantías.