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El día que perdimos el escudo

FOTO: VALENCIA CF
10/12/2021 - 

VALÈNCIA. Primero perdimos la propiedad, cuando una norma para proteger a los grandes clubes nos convirtió en una sociedad anónima deportiva, el perverso proceso que nos ha llevado a tener un dueño de Singapur que no tiene ni idea de fútbol. Más tarde perdimos el propio club, en el momento en el que nos dimos cuenta, demasiado tarde, de que esos simpáticos asiáticos habían venido a convertir el Valencia en una empresa con la que especular y a la que exprimirán hasta descapitalizarla. Y ello nos condujo a perder también la grandeza, ese indescifrable don que nos permitía conseguir gestas inimaginables, y el respeto de los demás, pues quienes antes nos veían como temibles y ahora sonríen viéndonos caer. Por supuesto, hemos perdido la dignidad, lo que vamos a reivindicar el próximo día sábado (12 de la mañana, en el Paseo de la Alameda) que nos devuelvan esos que no son dignos de figurar en la historia, aunque sea negra, de un club como el Valencia.

         Lo habíamos perdido todo o casi todo, porque la esperanza es lo último que se pierde, pero lo único que nos hacía reconocibles, que nos unía con nuestro pasado, nuestra tradición y nuestro sentimiento común, no lo habíamos perdido. El escudo permanecía ahí, cosido o serigrafiado en la parte izquierda del pecho de los futbolistas que hicieron al Valencia grande. Si en algo son iguales Puchades, Claramunt y Kempes es en que los tres llevaron el escudo sobre su corazón, fuera la camiseta blanca, granate o con los colores de la senyera.

         El escudo es la identidad de un club de fútbol. Es el icono que nos reconoce, porque de blanco visten miles de equipos, pero ninguno lleva nuestro escudo. Durante años, ni siquiera lo llevó el Mestalla, nuestro filial, porque esa enseña representaba el orgullo de ser de los nuestros, la meta a la que todo mestallista quería llegar. El Mestalla tenía su propio escudo, como metáfora de lo que era: un escalón antes de poder lucir el del Valencia.

         Mas, como ocurre con muchos símbolos, los escudos han perdido valor por culpa de la mal llamada “modernidad”. Ahora hay clubes que incluso cambian radicalmente el diseño de sus escudos, hasta hacerlos irreconocibles, pero, eso sí, venden más, o al menos eso afirman los expertos. La moda de cambiar los escudos del club, tan extendida en Italia e Inglaterra, ha convertido a clubes como la Juventus, el Leeds United, el West Ham o el Inter en marcas.

         La marca deportiva Puma dio el siguiente paso al eliminar directamente el escudo de las camisetas de algunos de los clubes a los que viste. En septiembre, en la primera jornada de la liguilla de la Champions, el Borussia de Dortmund estrenó su flamante camiseta sin escudo diseñada por Puma. La apuesta le salió mal a la firma alemana, ya que los aficionados negroamarillos invadieron las redes sociales con mensajes de protesta por la infamia de eliminar el emblema del club de la tercera equipación. Días después, el director ejecutivo de Puma pidió disculpas a los aficionados del conjunto germano y retiró la camiseta, que no ha vuelto a ser utilizada por el equipo.

         A nosotros nos ocurrió algo parecido el pasado jueves 2 de diciembre. Puma nos eligió como nuevos conejillos de indias y plantó al equipo, en la primera eliminatoria de la Copa del Rey, con una camiseta azul sin el escudo en el pecho. La firma de artículos deportivos debió de pensar que el Valencia, que lo ha perdido todo desde que Lim y sus secuaces están desmantelando el club, sería el campo de pruebas ideal para probar una equipación sin identidad. La jugada, en este caso, le salió bien. Nadie protestó, nadie se indignó, en las redes sociales solo encontré comentarios del tipo “el azul es bonito”, y la prensa apenas destacó en sus crónicas la forma en la que el conjunto de Bordalás superó a un rival incómodo y al penetrante frío del Teruel minero. Nadie habló de la camiseta de la vergüenza.

         Una camiseta sin escudo no es una camiseta de fútbol. Es un chándal, un jersey, una zamarra de entrenamiento, una prenda de prêt-à-porter, la ropa de paseo de un equipo, el vestuario del entrenador o el recuerdo por una gesta deportiva, pero no una camiseta de fútbol. Y nosotros, en Utrillas (e imagino que en el resto de la copa), jugamos sin camiseta el día en que perdimos el escudo.

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