VALÈNCIA. Inglaterra, que cayó en la semifinal del Mundial de Rusia 2018 contra Croacia (2-1), un grupo que ilusionó a todo un país con una final que no disputaban hace medio siglo, no supo gestionar el golazo del lateral Kieran Trippier que les puso en ventaja en el minuto 5.
Nadie contaba con ellos en la final del Luzhniki. Se hablaba de un equipo joven, con calidad, que había avanzado en su grupo clasificatorio sin conocer la derrota en diez partidos (ocho victorias y dos empates) y con un ariete de clase mundial como Harry Kane, el jugador del Tottenham Hotspur.
Dirigido por un técnico de escaso bagaje como Gareth Southgate (tres temporadas en el Middlesbrough y tres años en la sub-21 inglesa), exjugador inglés de gran nivel pero llegado al banquillo de los 'Tres Leones' como solución interina tras las prácticas fraudulentas en el mercado de fichajes del anterior preparador Sam Allardyce, pocos auguraban un excelso campeonato para Inglaterra.
En un grupo sencillo, con la defensiva Túnez -ante la que precisaron de un gol en el último suspiro de Kane para deshacer el empate a uno- y la débil Panamá -a la que vapulearon con seis tantos a uno-, Inglaterra fue creciendo en la consideración general, y no vio lesionado su crédito por la derrota ante Bélgica, en un partido intrascendente disputado con un 80 % de suplentes en ambos equipos.
Incluso se debatió si esa derrota por 0-1 había sido conveniente para evitar la parte más dura del cuadro, ya que en su camino a la semifinal Bélgica, que cayó en semifinales ante Francia, tuvo que enfrentarse a Brasil tras pasar apuros ante Japón; mientras que Inglaterra jugó contra Colombia y Suecia -sufrió con los 'cafeteros' hasta los penaltis, pasó sin problemas a los escandinavos- antes de citarse con Croacia en el Luzhniki de Moscú.
Nadie esperaba novedades en el planteamiento de Southgate y no las hubo. Confió en su línea de tres centrales, en sus carrileros, en el triángulo Alli-Henderson-Lingard y en Kane con Raheem Sterling. Nadie esperaba que le saliera tan bien al principio.
Porque en los primeros cinco minutos un balón rechazado en la zona de tres cuartos del campo 'Valtreni', Lingard bajó el balón al piso, lo protegió con una maniobra de orfebrería ante el croata Ivan Rakitic y lo cedió a Dele Alli, que se dirigía al área cuando Luka Modric lo derribó por detrás.
Ahí entró en acción el 'Beckham de Bury', Kieran Trippier, que en el golpe franco ofreció al público otra muestra de su maravilloso golpeo con la bota derecha para poner el balón justo por debajo por la parte derecha del larguero del meta croata Danijel Subasic.
El gol, un golazo que permitía soñar a los 'Tres Leones' con la final que no disputaban desde hace 52 años, cuando ganaron el Mundial que ellos mismos organizaron en 1966, puso en ventaja en el marcador a Inglaterra, pero fue para ellos un arma de doble filo. Más allá de una doble ocasión de Kane anulada por fuera de juego, no se fueron a finiquitar el partido.
En los 120 minutos, incluido el tiempo añadido, Inglaterra solo realizó un disparo a puerta, el del gol de Trippier. La otra ocasión clara fue el cabezazo de John Stones en el tiempo complementario que sacó bajo palos el lateral croata Sime Vrsaljko. Además, seis tiros fuera y cuatro rechazados para los 'Tres Leones'.
Nada que ver con el conjunto arlequinado -ayer de negro- que disparó hasta siete veces entre los tres palos que defendía Jordan Pickford y añadió otros once intentos que se marcharon fuera del arco. En total 22 probaturas, el doble que las inglesas; en saques de esquina, también el doble para Croacia, ocho a cuatro.
Sin embargo, hasta el descanso los números mostraban un partido parejo, con un tiro para cada uno, seis acercamientos croatas por cuarto ingleses, igualdad en córners (dos a dos) y dos fueras de juego para el conjunto británico, uno de ellos la oportunidad ya citada de Kane.
Inglaterra tenía que haber aprovechado ese primer tiempo de dominio -a partir de la segunda mitad vinieron otros seis intentos a puerta croatas y otros tantos saques de esquina- para haber sentenciado el partido, tal y como reconoció tras el encuentro el seleccionador Gareth Southgate.
"Hemos jugado muy bien en el primer tiempo, hemos tenido el balón y el control del juego. Había que meter el segundo gol en ese momento", admitió el preparador, que apuntó entre las claves del final que su equipo es "menos experimentado" que el croata, del que alabó su "fuerza de voluntad" en su tercera prórroga seguida.
"Hace medio año los aficionados no creían que llegaríamos a la semifinal (...) Nos hemos convertido en un equipo ganador y queremos seguir siendo un conjunto que llega a las semifinales y finales", añadió el técnico inglés, consciente de la expectación que habían generado sus chicos, que habían recuperado el 'It's coming home', el himno de la Eurocopa 1996 que reclama la vuelta a casa del trofeo.
Sin embargo, lo que volverá a la tierra que inventó el fútbol no es el trofeo del Mundial, el sucesor de la antigua Copa Jules Rimet desde 1970, sino un equipo que se despide a un palmo de haber estado en el partido que decidía el campeonato.
El tercer equipo más joven del campeonato (25,9 años de media, solo por detrás de Nigeria y Alemania) se despedirá de Rusia 2018 luchando por el tercer puesto en San Petersburgo.
La mayoría de sus protagonistas tiene mucha carrera por delante, pero ¿volverán a encontrarse con una oportunidad tan propicia como la que perdieron en Moscú?.
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