VALÈNCIA. El Mundial nos demuestra, una vez más, que selecciones sin excesiva calidad como Japón, Irán o Ecuador pueden ser competitivas y obtener buenos resultados con una formación física espectacular que les permite asfixiar la creación de sus rivales de primer nivel e, incluso, subírseles a las barbas en el tramo final de los partidos.
Así el Llevant contra Las Palmas. Los canarios dejaron en evidencia la pobre capacidad física de un equipo que llegó sin resuello al minuto 60, que se mostró incapaz por momentos de hacer frente al asedio amarillo, a su despliegue de recursos. Cuando las piernas no van, la inteligencia se dispersa. Los insulares repitieron hasta cinco veces estrategia en un córner sin que ningún levantino ordenara restañar aquella vía de agua. Hasta que salió Cantero, con piernas y mente frescas. Sin embargo Calleja tardó un mundo en hacer los cambios e incluso se dejó uno en el banco.
Lo cierto es que el Llevant se cayó literalmente y el cansancio provocó que Las Palmas le pasara por encima y que las carencias se evidenciaran de forma grotesca: en la banda derecha de la defensa granota Viera instaló en el desbarajuste a Son y Pier, especialmente en el tramo final, en la enésima demostración de las limitaciones de ambos (también en Segunda), ante la mirada impasible de Calleja y de Miñambres, culpable último de este desaguisado, la gran tara del equipo, principal generadora de dudas sobre el ascenso.
Este Llevant es un equipazo obligado a asaltar el ascenso directo, pero es flagrante que tenga que salvar dos escollos imperdonables: la fragilidad defensiva, que era obvia desde el curso anterior, y otro inesperado: la escasa resistencia física. Lo uno y lo otro tienen remedio: el mercado de invierno en el primer caso o, si la frágil situación económica del club no lo permite, la apuesta por Pubill (que necesita confianza y continuidad, como se le regala a otros, mereciéndolo menos) y el posible retranqueo de Iborra al centro de la zaga, cuando no haya otro remedio. En cuanto a mejorar la prestación física del equipo es una exigencia imprescindible para que puedan emerger los quilates de calidad que atesora la plantilla.
Harina de otro costal es no cerrar el partido, como confesó Iborra al final del duelo, y que se escapen dos puntos en el último suspiro ante un rival directo. Esto es fútbol y puede pasar cualquier cosa, pero está claro que en el 95’ no se puede hacer un despeje a la remanguillé en el área ni puede faltar picardía para detener el partido, con permanentes interrupciones. Sobre todo si se es consciente de la superioridad física del contrario.
Incluso con Calleja, incluso con un planteamiento decente, incluso en una dinámica de cinco triunfos y dos empates, tras siete encuentros sin conocer la derrota, puede llegar un equipo con un presupuesto en plantilla muy inferior y demostrar que, en fases del partido, es superior a ti. Las Palmas dio una lección en Orriols de la que habrá que aprender.
Además, el Llevant se enfrentará este año a muchos Irán, Ecuador o Japón que lo fían todo a la intensidad y la resistencia. No ser capaz de contrarrestrar esos argumentos con una buena preparación física nos hará perder muchos puntos ante rivales inferiores. Ojo porque el Lugo es uno de esos contricantes.
••• Los jugadores no pueden agradecer el esfuerzo a la afición tras haber intercambiado tarjetas de visita hasta con el utillero del rival. Para cuando lo hacen, la grada ya está vacía. Esto es Orriols, donde la prioridad siempre fue aplaudir a la grada. Después ya lo que sea. Si los futbolistas no lo entienden, alguien que lleve unos años en el club debería explicarlo. La comunión con la hinchada, con la que muchos se llenan la boca, se alimenta de detalles como este.