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opinión pd / OPINIÓN

El estilo del Valencia

27/02/2020 - 

VALÈNCIA. Ante la irracionalidad que supone el fervor medio atávico por un equipo de fútbol y que nuestro estado de ánimo se golpee de manera tan inmisericorde por apenas unos lances en hora y media, encontrar algunas asideros sobre los que sustentar la militancia siempre colabora a mantener bien erguida la fe. 

Cada uno se fabrica las suyas. No sé, la aspiración irrefrenable por ganar una Champions, por ambicionar el próximo título que todavía no imaginamos. Mis razones son todavía más complicadas y no tienen que ver tanto con ganar copas cueste lo que cueste (ya hay equipos que encarnan ese oportunismo tan atroz). Ante la duda me sostengo en el hilo invisible que conecta al Valencia con su ciudad, con sus territorios, década tras década, mientras todo cambia y, sin embargo, ese vínculo permanece. Mi otra razón -y esto todavía se complica más- es disponer de un estilo de entidad, y por tanto de juego, identificable caiga la que caiga, sea la época que sea.

Ahondo en esto último. La trayectoria de Celades comienza a parecer toda una estrategia repensada por parte de los barraqueros auténticos (levanto la mano) para desacreditar las vías primaverales. Sucedió con la dicotomía entre Marcelino o Setién. Una decisión trascendental que suponía elegir filosofía de vida. 

Debe ser porque unos cuantos criamos nuestras primeras victorias justo en el tránsito de abandonar el valdanismo (siempre mejor en formato columna que en el banquillo) camino del rinaldismo. Y allí, en ese viraje, residió la nueva era. O porque el emblema del bronco y copero -nuestro ora et labora- ha estado a fuego como el único diferenciador verbalizado del club. 

La gran frustración de estos días no llega solo por las derrotas, sino también por cómo se producen: abierto en canal, un equipo colándose por el sumidero. Dónde queda toda la fortaleza previsible, dónde la solvencia del equipo rocoso. Los peores días suelen definir bien la catadura de los equipos, por eso sorprendía que cuando, en el curso anterior, el Valencia desfilaba sus limitaciones campo a campo, de empate en empate, sin ápice de mejora, incapaz ante el gol… pese a todo eso nunca se desmoronó, nunca pareció el suflé en fase de recogida. ¿Por qué entonces, con el mismo molde, sí sucede ahora?

Es importante tener coordenadas propias, saber a dónde se va. El Valencia, en un imaginario supuesto, debería ser el club con un equipo que, con todos sus problemas, resulta infranqueable, ordenado, seguro de sí mismo, firme desde atrás, rápido hacia el frente, capaz de interpretar el ritmo de los partidos, aburrido cuando debe serlo, alegre en la medida justa, poco arriesgado. Repentinamente se ha convertido en la antítesis de todo ello. Quizá algunos recién llegados creyeron saber más que los genes de la propia entidad, siempre infravalorada. 

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