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El modelo alemán

10/09/2021 - 

VALÈNCIA. Los aficionados del Schalke 04, el histórico equipo alemán que cruzó su camino con el Valencia hace unos años, cuando ambos clubes tenían un prestigio en Europa, y que ahora milita en la segunda división alemana, han conseguido, después de una fuerte presión sobre su directiva, que el delantero español Sergi Enrich no fiche por el conjunto de la cuenca del Ruhr. La razón no tiene nada que ver con sus aptitudes futbolísticas, sino con un incidente ocurrido en abril de 2016, cuando el futbolista menorquín y su compañero en el Eibar Antonio Luna se fueron de fiesta por San Sebastián, ligaron con una chica y acabaron haciendo un trío con ella. Enrich, al que parece que le gusta, según se supo en el juicio que lo condenó a dos años de cárcel en libertad provisional, alardear de follador y machito, grabó el vídeo con su teléfono móvil y lo pasó a algún compañero de su equipo, lo que convirtió aquel acto privado en una mancha de aceite moral que terminó impregnando a una chica que solo se lo quería pasar bien esa noche con dos tíos.

Los aficionados del equipo de Gelsenkirchen rechazan tener en sus filas un futbolista de ese perfil, en un gesto que no es nada inusual en Alemania, donde el fútbol está, en muchas ocasiones, más cerca del hincha que en ningún sitio. En 2004, por ejemplo, el Unión Berlín, que entonces militaba en la liga regional, se declaró en bancarrota, lo que suponía su disolución como club. Los aficionados del equipo, el mítico conjunto que en los tiempos de la RDA simbolizaba la resistencia contra el régimen comunista, que representaba el todopoderoso Dynamo de Berlín, y que cantaban cada domingo en su estadio “Wir Wollen Keine Stasi Schweine” (No queremos a los cerdos de la Stasi) durante los años más duros al otro lado del muro, pusieron el millón y medio de euros que el club necesitaba para sobrevivir. 

El Unión Berlín está ahora en la Bundesliga, pero coincidió durante muchos años en la segunda división germana con el Sankt Pauli, el club alemán más famoso de cuantos se enorgullecen de pertenecer a los aficionados. Declarado por sus aficionados “antifascista, antirracista y antihomófobo”, el club de Hamburgo no toma ninguna decisión importante sin una consulta previa con sus seguidores, ya sea para poner publicidad en el estadio (en 2002 hubo de retirar un anuncio de la revista 'Maxim' por machista), ya sea para tomar decisiones sobre sus jugadores (en 2019 rescindió el contrato de Sahin por apoyar la intervención militar de Turquía en Siria). Más conocidas son sus acciones a favor de los refugiados o sus manifestaciones antinazis, tanto en la grada como en los homenajes a las víctimas del Holocausto.

Esto ocurre en Alemania, donde el poder de los clubes no puede estar en manos de una sola persona, gracias a la famosa norma del 50% + 1. En España, donde la impericia de los locales propició que un empresario singapurense sin escrúpulos comprara el Valencia, lo acabara de arruinar y lo convirtiera en un equipo de medio pelo en lo deportivo y un club desnaturalizado en lo social, las posibilidades de que cosas como esas ocurran son inexistentes. Más cuando los gobernantes de la entidad valencianista, expertos conocedores de la carta de bebidas del Bar La Deportiva, censuran cualquier expresión de protesta o rechazo a sus decisiones. Miren si no las redes sociales, en las que el Valencia, desde que comenzó a impedir las respuestas a sus post, ha bajado vertiginosamente en número de seguidores. 

Ahora parece una utopía pensar que en el Valencia se pueden dar situaciones como las descritas más arriba. Pero si al final Meriton nos aboca a tener un equipo que nunca ganará nada, que será una mediocridad cuya mayor alegría puede ser ganarle algún partido a alguno de los grandes o no descender cada año, ¿no valdría la pena tener un club con el modelo alemán en el que los aficionados fueran partícipes de las decisiones y se sintieran dueños de la entidad?Aunque, en vez de Valencia CF, se llamara Valencia FC (o cualquier nombre similar) y perdiera, solo en las estadísticas, los más de cien años de historia del juguete que se compró Lim hace años. 

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